viernes, 29 de enero de 2016

Pedro Ordóñez de Ceballos, Viaje del mundo

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Escribe M. Serrano y Sanz*: «Difícil es averiguar cuánto hay de verídico y cuánto de fabuloso en un libro publicado por D. Pedro Ordóñez de Ceballos, nacido en Jaén a mediados del siglo XVI, con el extravagante título de Historia y viage del mundo del clérigo agradecido. Sí que deben ser ciertas en líneas generales, no en detalles, las aventuras del autor por América a fines del siglo XVI; pero llevan el sello de fantásticas las sucedidas en Cochinchina, donde convirtió nada menos que a la Reina y a otros personajes, quienes, por lo visto, podían tan poco que no le evitaron ser reducido a prisión. Ordóñez compendia así sus méritos en un documento que inserta como certificación del Consejo de Indias, de cuya autenticidad no respondemos:

»Atento a que ha treinta años que sirve, y antes que so ordenase, sieudo seglar, de Alférez Real en las galeras, y después en las Indias, fue Capitán contra los negros cimarrones de Cartagena que estauan revelados, y prendió y sacó más de quatrocientos, de que cupo a Su Magestad más de ciento y sesenta que se vendieron, y montó mucha suma de ducados, y asseguró los caminos y la tierra; y buelto, el Gobernador le embió contra dos nauíos de la Rochela, y los venció y echó a fondo; y en la jornada de Uraua y Caribana metió a su costa treinta y seis soldados y seis negros, y después fue nombrado por Maese de Campo della, en la qual tuvo diversas batallas y guaçauaras, y peleó cuerpo a cuerpo con un indio valentísimo, y por su vencimiento quedaron de paz y se poblaron dos ciudades, la Concepción y Santiago de los Caualleros; y después la Audiencia del nuevo Reyno le nombró Visitador de Antioquía y Popayan, y después por Gouernador de Popayan; y siéndolo fue contra los indios pixaos y paeces y los retiró y socorrió al Capitán Diego Soleto, que le tenían cercado los sutagaos, y en mucho riesgo, y auió la gente del Capitán Juan López de Herrera, y con el socorro se fundó la ciudad de Alta Gracia de Suma Paz.

»Y siendo sacerdote fue Cura y Vicario de Pamplona y dos veces Visitador general del nuevo Reyno. Y auiéndose embarcado eu Acapulco para ir al Perú, por auerse derrotado con temporal fue a parar al Reyno de la Cochinchina, y en el dicho viaje de ida y vuelta peleó con navíos flamencos y turcos cosarios y aportó a una isla y socorrió algunos españoles que estauan perdidos; y entrándose en el dicho Reyno baptizó á la Reyna y algunos virreyes y Gouernadores suyos y mucha gente del Reyno y los instruyó y los enseñó todo lo tocante a la fe, y por ello fue preso y condenado a muerte y al fin desterrado; y saliendo dél rescató algunos nauíos portugueses que estauan detenidos en él y les socorrió y les dio lo necesario para auiarse, y bolvió hasta cerca del estrecho de Magallanes y encontró con muchos nauíos de Inglaterra y peleó y echó a fondo dos dellos y salió muy herido, y por Buenos Ayres bolvió al Perú y a la provincia de los Quijos, estando rebelados los indios, con quarenta hombres para reducirlos, y la libró y entró a los indios de guerra que avía y sacó de paz; enseñó, doctrinó y baptizó más de catorze mil dellos, y de ellos pobló doze pueblos y rescató muchos que ellos mismos vendían, y fundó un pueblo y los dio a todos libertad, en que gastó más de veinte mil ducados; y de allí fue por cura de Pimampiro, donde enseñó y baptizó gran cantidad de indios y entre ellos repartió de limosna más de quatro mil ducados.

»Otros varios episodios refiere, si no absurdos, por lo menos inverosímiles; difícil resulta creer la historia de aquella dama española que encontró en la isla de Malta vestida de soldado, fugitiva de España por dar muerte al calumniador de su honra, a quien cortó lengua, nariz, orejas y manos; otro tanto decimos de aquella expedición que las galeras de Malta y Ordóñez en ellas hacen al mar Negro, llegando hasta la entrada del lago Meotis (mar de Azof), pasando forzosamente por el Bósforo. Imaginario es también aquel Mahomad, Bajá de Túnez, que profesaba el cristianismo y obsequió con mil amores a nuestro héroe y le regaló varios cautivos, entre ellos un exgobernador de Indias y tres mujeres. Sospechosos son los viajes que realizó por Europa juntamente con el Marqués de Peñafiel, llegando hasta la Tierra Verde (Groenlandia).»

El jiennense Pedro Ordóñez de Ceballos, que vivió entre 1550 y 1635, publicó este Viaje del mundo en 1614.

* M. Serrano y Sanz, en su “Introducción” a Autobiografías y Memorias coleccionadas e ilustradas por… Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 2. Madrid 1905. Pág. XCII-XCIV. 


Mapa de Asia (1689)

viernes, 22 de enero de 2016

Flavio Josefo, Contra Apión. Sobre la antigüedad del pueblo judío

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Flavio Josefo (ca. 37-100 d. C.), del que ya hemos comunicado Las guerras de los judíos, publicó sus Antigüedades judías hacia el año 93 o 94, con la intención de difundir la historia de su pueblo entre los lectores griegos y romanos. Parece ser que esta obra atrajo la atención de algunos círculos antijudíos (especialmente de Alejandría), lo que propició la redacción de un nuevo y breve texto de carácter polémico por parte de Flavio Josefo. Posiblemente este Contra Apión fue su última obra. Y en su propio carácter incidental radican algunos de sus atractivos para un lector contemporáneo: nos permite asistir a un reñido debate en ocasiones con epítetos gruesos; observamos el modo de argumentar y de aceptar o rechazar las afirmaciones de los autores contrarios; y, en el calor de la polémica, repasa ante nosotros la bien nutrida biblioteca a la que tiene acceso.

Cita numerosos historiadores, de la mayoría de los cuales apenas conocemos más que las citas y fragmentos que ésta y otras obras incluyen: a Manetón, historiador egipcio del siglo III a. C., a las crónicas fenicias, al comediógrafo Menandro de Éfeso, al verdadero Beroso de Babilonia, Filóstrato, Megástenes, Hermipo, Teofrasto, Heródoto, Querilos, Clearco, Hecateo de Abdera, Agatarquides, Jerónimo. Y aun añade: «a éstos se agregan Teófilo, Teodoto, Manaseas, Aristófanes, Hermógenes, Euhemer, Conón, Zopirión y muchos otros pues no he leído todos los libros, que hablan de nosotros con bastante extensión.»

Estas autoridades que cita en pro de la antigüedad del pueblo judío, no le impiden criticarles allá donde sus afirmaciones desmerecen de lo que considera verdadero: Manetón, Jairemón, Lisímaco «que tomó para sus mentiras el mismo tema que los otros, pero superándolos en su enormidad por la incredibilidad de sus ficciones.» Pero en el libro II se centra en su objetivo principal: «Tengo mis dudas de si debo ocuparme del gramático Apión. Algunas de las cosas que escribe son muy similares a lo que dicen otros; en cambio, lo que agrega por su cuenta, es de escasa importancia. La mayor parte de sus engendros es chabacana y, a decir verdad, revela una profunda ignorancia; se ve que proceden de un hombre de perversas costumbres y que toda su vida fue un charlatán.»

Apión, una generación anterior, había sido un egipcio helenizado, ante todo estudioso de Homero, que se implicó en los conflictos entre alejandrinos griegos y judíos. Formó parte de una de las dos comisiones rivales (la otra encabezada por Filón) que se dirigieron a Roma en tiempos de Calígula o de Claudio. Fue autor de una Historia de Egipto en la que sostenía el origen egipcio de los judíos, lo que provocó que Josefo algunos años después, cuando Apión ya había fallecido posiblemente en Roma, no renunciara a ningún medio para descalificar sus afirmaciones, y las caracterizara como meras ficciones de tan patente falsedad que al propio Apión habrían acabado «abrumándolo con el peso de su necedad y sus mentiras.»


Traducción alemana de 1552 de las obras de Flavio Josefo

jueves, 14 de enero de 2016

José Cadalso, Cartas marruecas

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Escribe Gonzalo Anes: «De las críticas que se hicieron sobre España y sobre los españoles destacan las de Montesquieu, en las Cartas persas y en determinados pasajes de El espíritu de las leyes, y la famosa voz publicada en el tomo II de la Geographie, de L'Encyclopédie Méthodique, escrita por Masson de Morvilliers. Ambas posiciones críticas suscitaron respuestas en España, movidas por sentimientos patrióticos. Frente a las afirmaciones de Montesquieu, José Cadalso escribió las famosas Cartas marruecas sobre los usos y costumbres de los españoles antiguos y modernos, hacia 1768. No se imprimieron hasta 1789. Se trata de una sátira en la que ridiculiza las versiones de viajeros que se equivocaron en su descripción de la vida y costumbres de los habitantes de los países que visitan. Estos errores se cometían no sólo cuando los viajeros se fundaban en lo que decían otros sino también por quienes narraban sus impresiones sobre el país que visitaban, por ser mucha “la preocupación con que se suele viajar”. Cadalso presenta como ejemplo a Montesquieu, quien, “no obstante lo distinguido de su origen, lo elegante de su pluma, lo profundo de su ciencia” y tantas otras cualidades que le daban “tanta y tan universal fama en Europa”, parecía haberse transformado en otro hombre al hablar de España: sus errores y falsas apreciaciones se debían a “las malas noticias” que le habían dado “algunos sujetos poco dignos de tratar con tan insigne varón, en materias tan graves como la crítica de una nación que ha sido muy principal en todos tiempos entre todas las demás”.

»José Cadalso fue escritor precoz en exponer ideas nuevas sobre España como nación. Para él, un auténtico sabio habría de conocer bien la comunidad a la que perteneciese, por lo que era necesario que se interesase por su historia. Por eso recomendó la lectura de obras escritas por historiadores sobre el pasado de España. Sólo así sería posible comprender la individualidad de la patria y su carácter nacional. Afirma que cada nación “tiene su carácter”, mezcla de vicios y virtudes, “cada reino tiene sus leyes fundamentales, su constitución, su historia, sus tribunales y conocimiento del carácter de sus pueblos, de sus fuerzas, clima, productos y alianzas”. “La ciencia de los Estados” consistiría en entender todo ese complejo, para lo que es imprescindible conocer la historia, ya que la historia crea lo específico, lo que caracteriza a cada nación (...)

»Para Cadalso, el carácter nacional de un país ―Francia, Inglaterra, España― determina el ser francés, inglés o español. La nación como comunidad humana, en su ser específico, con su unidad, existe aunque haya discrepancias entre sus miembros, incluso profundas, como las que mantienen quienes quieren cambios y quienes desean que todo permanezca como está. Unos y otros tienen imágenes distintas del ser de España, pero acaban por entenderse políticamente. Con su carácter “mixto de vicios y virtudes, en el que los vicios pueden apenas llamarse tales si producen en la realidad algunos buenos efectos, y éstos se ven sólo en los lances prácticos que suelen ser muy diversos de los que esperan por mera especulación”. De ahí que el amor a la patria pueda ser ciego “como cualquier otro amor”. Ha de dirigirlo el entendimiento para que no lleve “a aplaudir lo malo, desechar lo bueno, venerar lo ridículo y despreciar lo respetable”. La actitud de Cadalso ante España y lo español es crítica: piensa que las guerras han desangrado el país; que la religión ha invadido campos que no le corresponden; que el espíritu caballeresco ―o guerrero― es causa del desprecio de las artes mecánicas y del comercio; que los nobles son vanidosos y que perturban el deseable orden social; que el oro y la plata de las Indias han sido y son perjudiciales para el buen funcionamiento de la economía; que, por todo ello, España ―la Península― “se hundió a mediados del siglo XVII” y que “ha vuelto a salir de la mar” sólo “a últimos del XVIII”. Cadalso sabe que la denominada por él “cultura nacional” tiene que mejorar con el conocimiento del extranjero, por lo que piensa que debe fomentarse la traducción de todo lo bueno que, de fuera de España, pueda recibirse. Los viajes a otros países permitirán adquirir una formación que luego será beneficiosa para la patria.

»El sentimiento de patria es comprobable en Cadalso, como en tantos otros autores del siglo XVIII, en varios pasajes de su obra: sabe que despierta uno de los afectos más nobles; que “la fuerza de los vínculos que unen a la patria” permite hacer el bien “al total de la nación”. La idea de nación y la de patria llevan a Cadalso a plantear la necesidad de que se escriba “una historia heroica de España”.» (Gonzalo Anes, España como nación en el siglo de las luces, en Real Academia de la Historia, España como nación, Barcelona 2000, pág. 197-199.)


sábado, 9 de enero de 2016

Luis Astrana Marín, Gobernará Lerroux

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Luis Astrana Marín (1889-1959) es periodista prolífico, estudioso de la literatura, traductor de varias lenguas, divulgador con éxito… Pero su monumental biografía de Cervantes, sus ácidas críticas a afamados plagiarios, su completa traducción de Shakespeare, no ocultan su interés por la política durante los años treinta. Se alineará con los radicales, el principal partido republicano y el único de esta orientación que dispone de una implantación respetable y que cuenta con auténticas bases sociales. Nigel Townson lo caracteriza así:

«En 1931, el Partido Radical, con diferencia el mayor de los partidos republicanos, fue una parte importante de los gobiernos republicano-socialistas; en 1932-33 se convirtió en la principal oposición a los gobiernos de izquierdas o republicano-socialistas; y de 1933 a 1935 pasó a ser la principal fuerza de gobierno. En un régimen que a menudo se ha considerado rehén de extremismos de izquierda y derecha, los radicales constituyeron una opción centrista de formidables proporciones.» (La república que no pudo ser. La política de centro en España (1931-1936), Madrid 2002, p. 15.)

La obra que presentamos es un excelente ejemplo del periodismo político de la época. Su carácter estrictamente militante y propagandístico ―utilitario por tanto― es patente. Recoge dieciséis artículos publicados en la prensa a lo largo de 1931, principalmente tras la aprobación de la nueva constitución y la consiguiente salida del gobierno de Lerroux, que quiere proponerse como alternativa al gobierno de los republicanos de izquierda coaligados con los socialistas, a los que acusa de traicionar los objetivos propuestos al traer la república.

Esta pureza radical le lleva a condenar por igual el monarquismo (y acusar de exmonárquicos a numerosos altos cargos de la nueva situación), al clero (y lamenta no haber llevado a cabo su depuración y expulsión de todas las órdenes religiosas durante la revolución), a la derecha republicana (y especialmente a Miguel Maura), al voto femenino (que abre las puertas a la reacción), a los socialistas (accidentalistas en cuanto a la República), a los nacionalistas catalanes (que «han creado una bandera... con una estrella solitaria, para indicar que son un algo independiente y aparte; han falsificado una lengua…); y, al mismo tiempo, admirar las realizaciones soviéticas en Rusia.

La solución que propone es por tanto la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones en las que está seguro de la victoria de Lerroux, una vez deshecha la conjunción republicano-socialista. Sin embargo el futuro será muy diferente: las elecciones se retrasarán, y cuando finalmente lleguen, ofrecerán un resultado muy diferente: Para abrir las puertas del poder, se verá obligado a pactar con la nueva derecha católica que, ideológicamente, no puede estar más distante de los radicales… Como resultado, partido y líder evolucionarán, y limarán sus aristas más punzantes, ganándose la enemiga de sus antiguos compañeros revolucionarios. El mismo autor de Gobernará Lerroux se transformará progresivamente, lo que le permitirá salir bien parado de una condena por pertenencia a la masonería, tras la guerra civil.

Un último detalle. El texto adolece de las condiciones en que se escribe, premura, oportunismo político, trazo grueso que caracteriza a toda propaganda… Y sin embargo, no deja de admirarse la pluma de Astrana Marín. En estos ocasionales artículos brillan continuas citas y referencias, bien traídas y sin ningún carácter de mero adorno presuntuoso: Cervantes, Shakespeare, Quevedo, Argensola; pero también Freud, Dillon… 


lunes, 4 de enero de 2016

Francisco López de Gómara, Hispania Victrix. Historia general de las Indias y conquista de Méjico

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Enrique de Vedia, en el tomo primero de sus Historiadores primitivos de Indias (BAE, Madrid 1852) escribe así sobre Francisco López de Gómara (1511-1566): «Ignoramos absolutamente las circunstancias de los padres de Gómara, así como su infancia, y sólo sabemos que su familia era distinguida, y que fue enviado a la universidad de Alcalá, célebre entonces y de importancia por el impulso que había dado en ella a los estudios el gran cardenal Jiménez de Cisneros, celoso promotor de aquellas enseñanzas: es probable que a su salida de la universidad, donde afirman desempeñó con brillantez la cátedra de retórica, se ordenase de sacerdote, y que entonces, y con este sagrado carácter, pasase a Roma, en donde, según dice él mismo en los capítulos 3º y 10º de su Historia general de las Indias, trató con intimidad a Saxon Gramático, famoso historiador de Alemania, y al arzobispo de Upsala, Olao Magno, que ilustró las antigüedades y la historia de los pueblos septentrionales, y el cual refería en sus conversaciones a Gómara muchas cosas de aquella tierra y navegación.

»A su vuelta de Roma es cuando debió entrar al servicio de Hernán Cortés, ya marqués del Valle, como capellán de su casa y familia, es decir hacia los años de 1540 en que aquel ilustre guerrero se restituyó a la metrópoli: y no parece errada la conjetura de Roberston, que presume comenzase entonces a escribir su Historia de las Indias por complacer a su patrono y favorecedor: para este trabajo se valió de las noticias comunicadas por el mismo Hernán Cortés y por otros conquistadores, de los cuales cita en el capítulo 72 de su Crónica de la conquista de Nueva-España, a Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría; y no le serían de menos auxilio los datos que debieran suministrarle personas eminentes y peritas en las cosas del Nuevo-Mundo, entre ellas Pero Ruiz de Villegas y el famoso navegante Sebastián Gaboto, jueces de la comisión de demarcación de los límites que para distribuir los descubrimientos entre España y Portugal se estableció por consejo del papa Alejandro VI; a quienes asegura alcanzó en vida. Sea como fuere, lo cierto es que, consagrado a esta tarea, la dio término y publicó el año de 1552 en Zaragoza, dedicando la primera parte o Historia de las Indias al emperador, y la segunda o Crónica de la conquista de Nueva-España a don Martín Cortés, hijo y heredero del conquistador. El libro de Gómara fue acogido con aplauso, y lo prueban bien las reimpresiones hechas el año siguiente de 1553 en Medina del Campo, y las de 1554, una en Zaragoza y otra en Amberes; tampoco dejó de tener aprecio en el extranjero, donde se buscaban con afán noticias de la América, y principalmente por conducto de los españoles, como primeros descubridores della. Por esto sin duda se tradujo la obra de Gómara al italiano, al francés y parte de ella al latín.

»En medio de las satisfacciones que naturalmente causaría a Gómara el éxito brillante de su trabajo, tuvo el disgusto de que lo que a todos agradaba no agradase al gobierno; y se sabe que, por una cédula del príncipe don Felipe, expedida en Valladolid a 17 de Noviembre de 1553, y refrendada del secretario Sámano, se mandó recoger y llevar al Consejo cuantos ejemplares se hallasen de su libro, imponiendo la pena de doscientos mil maravedís de multa a quien en adelante lo imprimiese o vendiese. Pregonada esta providencia, se notificó al año siguiente a once libreros de Sevilla, y se procedió a recoger algunos ejemplares. Antonio de Leon Pinelo, que menciona este hecho en su Biblioteca oriental, occidental y náutica, la califica de historia libre; y dice que esta circunstancia produjo la cédula del Consejo de Indias que hemos citado. Dejamos a Gómara ocupado en su tarea en casa de Fernando Cortés, a quien acompañó a la expedicion de Argel, pues en el capítulo en que trata de ella dice terminantemente: “yo, que estaba allí”; y es de creer que permanecería en ella hasta la muerte de este insigne conquistador, ocurrida en Castilleja de la Cuesta, pueblo a las inmediaciones de Sevilla, el 2 de Diciembre de 1547 (...)

»El libro de Gómara sobre América, que en un principio disfrutó tan aventajado concepto, decayó luego con la publicación de otros, y especialmente con la de la Verdadera historia de la conquista de Nueva-España, por Bernal Díaz del Castillo, que fue uno de los individuos que tomaron parte activa en aquella expedición memorable, y que como testigo de vista acometió la empresa de corregir las inexactitudes y errores de Gómara: su libro no está escrito más que para este fin; y así, ataca continuamente al primer historiador con un encono y una violencia que degeneran a veces en injusticia; de aquí la notable diferencia entre los dos escritores: Gómara se propuso enaltecer a Cortés, atribuyéndole casi exclusivamente la gloria de la conquista, y Bernal Díaz trató de probar que la gloria era de todos, porque el consejo, las resoluciones y la ejecución eran comunes a todos ellos. Tan distante de la verdad y la justicia consideramos al uno como al otro: los distinguidos capitanes y valientes soldados que acompañaban a Cortés contribuyeron indudablemente con su heroica constancia y aliento al triunfo, y el genio superior de su capitán supo aprovechar estos elementos y los que le proporcionó su sagaz política para llevar a cabo uno de los hechos más sorprendentes y singulares que menciona la historia. Ni Cortés por sí solo y sin sus compañeros hubiera ganado el imperio mexicano, ni ellos, por animosos y resueltos que fuesen, hubieran conseguido el mismo resultado sin tener al frente un hombre tan extraordinario y privilegiado.

»Pero es preciso confesar que en el fondo no le falta razón a Bemal Díaz, particularmente en punto a las noticias y relaciones de que se valió Gómara para formas su libro, porque indudablemente fueron poco fieles. La misma acusación le hizo el inca Garcilaso de la Vega, que refiriendo en el capítulo 40 del libro 5º de sus Comentarios reales, parte II, el lance que se cuenta de Carbajal, cuando dijo a Diego Centeno, que le fue a visitar estando en capilla, que no le conocía, porque nunca le había visto sino por la espalda, añade que esta especie es un cuento infundado y ajeno de la dignidad de Diego Centeno, y hasta de la noble franqueza militar de Carbajal; dice luego ser extraño que Gómara diese crédito a esa vulgaridad; y lamentándose de su falta de tino en punto a noticias, menciona el caso que le sucedió en Valladolid con las siguientes palabras: “Es así que un soldado de los más principales y famosos del Perú, que vino a España poco después que salió la historia de Gómara, topándose con él en Valladolid, entre otras palabras que hablaron sobre el caso, le dijo que ¿por qué había escrito y hecho imprimir una mentira tan manifiesta, no habiendo pasado tal? A las cuales respondió Gómara que no era suya la culpa, sino de los que daban las relaciones nacidas de sus pasiones. El soldado le dijo que para eso era la discreción del historiador, para no tomar relación de los tales, ni escrebir mucho sin mirar mucho, para no disfamar con sus escritos a los que merecen toda honra y loor. Con esto se apartó Gómara muy confuso y pesante de haber escrito lo que levantaron a Carbajal, en decir que no conocía a Diego Centeno.”

»Estos errores materiales, y la circunstancia de haber caído en el desagrado del Consejo de Indias, condenaron la obra de Gómara a una especie de olvido injusto, y la prohibición duró hasta el año de 1727, en que sin duda las diligencias del erudito don Andrés Gonzalez Barcia lograron levantar aquel entredicho, para poder darla lugar en su Colección de historiadores primitivos de las Indias Occidentales.

»Se ignora la fecha de la muerte de Gómara y todo lo relativo a los últimos años de su vida; y hasta careceríamos de la noticia de su estancia en Valladolid hacia 1556 ó 57, sino por las palabras del inca Garcilaso que hemos citado anteriormente. Según don Nicolás Antonio, escribió, además de su Historia general de las Indias y la Crónica de la conquista de Nueva-España, una Historia de Horruc y Haradin Barbaroja, reyes de Argel, que dedicó a don Pedro de Osorio, marqués de Astorga. En la biblioteca del célebre conde de Villaumbrosa existía también un códice manuscrito de nuestro autor, intitulado: Los anales del emperador Carlos V; y finalmente, él mismo declara en el capítulo 40 de su Conquista de Nueva-España, al referir la guerra de las naves de Cortés, que Horruc Barbaroja hizo la misma hazaña, pues mandó incendiar siete galeotas y fustas para tomar a Bujía, y que contaba este hecho de guerra con todos sus pormenores, en un libro que había escrito, llamado Batallas de mar de nuestros tiempos. La persona que nombra puede hacer presumir que don Nicolás Antonio padeció algún error al citar la historia de los Barbarrojas, de Gómara, y que este libro era el de las batallas de mar.

»Lo que nadie puede quitar a Gómara es la gloria de haber ilustrado una época importante de nuestra historia nacional de un modo agradable y ameno: su estilo es fluido, natural, elegante y lleno de atractivo, y su lectura descubre los no comunes conocimientos del autor en astronomía, geografía y navegación. Estas calidades bien pueden compensar alguna falta de exactitud en los hechos, sobre todo cuando se refieren bajo la fe de otras personas, pues Gómara, según las mejores noticias, nunca pasó el Atlántico, y no sabemos en qué autoridad le hizo residir cuatro años en América monsieur Bocous, autor de su artículo en la Biografía universal de Michand.

»La obra de Gómara se publicó, según hemos dicho, por primera vez en 1552: edición que hemos tenido presente, hecha en Zaragoza; repitióse en 1553 en Medina del Campo, por Guillermo de Millis, y en 1554 en Zaragoza, por Pedro Bernuz y Agustín Millán; en Amberes la imprimieron el mismo año Martín Nucio y Juan Steelsio. Agustín Gravaliz, natural de San Sebastián, la tradujo al italiano y la imprimió en Venecia en 1560 y 1565; y Lucio Mauro hizo una nueva versión a la misma lengua, que dio a luz en Roma en 1556. Además se hizo un extracto de su obra, con el título de Descripción y traza de todas las Indias, que se imprimió en Amberes en 1553. Martín Fumée, señor de Genille, la tradujo al francés y la imprimió en París en 1578, reproduciéndose luego en 1584, 87, 97 y 1605. Esta multiplicidad de ediciones en la lengua nativa y en las dos principales de la Europa en aquel tiempo, es un testimonio irrecusable del mérito de Gómara y del interés conque el mundo civilizado miraba las empresas de los españoles en América; todavía la volvió a imprimir, aunque con grandes supresiones, don Andrés González de Barcia, y tenemos entendido, si bien no hemos conseguido verla, que se publicó años pasados una nueva edición en Caracas.»


Mapa en la edición de Amberes 1554