domingo, 11 de septiembre de 2016

José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

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Gonzalo Redondo, en su Las libertades y las democracias, se refería así a la obra que nos ocupa: «… la cuestión que le ocupó siempre y a la que dedicó sus mejores energías: la cuestión que es el núcleo de La rebelión de las masas (1929) y que Ortega formuló aguda y desgarradamente al establecer la marcha de la historia en la relación entre “el ejemplar y sus dóciles”. Los cambios orteguianos se muestran en sus maneras distintas de explicar cómo el ejemplar alcanza a ser ejemplar; y en qué consiste su ejemplaridad. Pero no hay cambios respecto a su papel rector de las masas.

»En torno al inicio de la Guerra Europea, Ortega, al releer a Husserl, concibe la vida como la interacción entre el yo y las circunstancias. Hacia 1920, Scheler atrae su atención con la filosofía de los valores. Por estos mismos años se fija en Verweyen y su Der Edelmensch und seine Werte (el noble y sus valores). Y es que Ortega captó, como muchos de sus mejores contemporáneos, que la existencia misma de la civilización, de la cultura, estaba amenazada por la ausencia de normas. La dificultad residía en cómo transmitir las normas del hombre noble a unas masas en universal crecida. Más aún cuando Ortega recogía la tesis de Verweyen de que la moral nació de la renuncia a todos los impulsos que envilecen al hombre, y las masas no parecían dispuestas a renunciar a nada: eran incluso animadas a que a nada renunciasen.

»El fondo de La rebelión de las masas es la creencia de Ortega en que él es uno de esos nobles con una filosofía salvadora, un hombre selecto destinado a innovar ―que es salvar― la cultura. Lo plasma bellamente al afirmar que la unidad que innova la historia no es el héroe (conforme decían Nietzsche o el mismo Verweyen), ni la masas (según creía Marx). La unidad innovadora es la interacción del yo y su circunstancia histórica, del noble y de las muchedumbres. No se ha de olvidar que en la perspectiva orteguiana ni las élites ―los hombres ejemplares― ni los hombres-masa son identificables con clases o grupos sociales, sino con modos de comportamiento, esquemas mentales y concepción de la vida.

»En torno a 1930, la influencia de Heidegger ―crítico de la antropología, inclinado como Dilthey a ver al hombre como ser dinámico histórico― le permitirá a Ortega matizar su visión del “ejemplar”. Se centrará, a partir de estas fechas, en el análisis de la historia en sí misma y de la vida de los hombres célebres vistos como seres condicionados en primer término por factores históricos. Y abandonará la visión del Goethe (1913) de Georg Simmel (1858-1918) ―que hacía el elogio de la vida humana en cuanto proceso, fuera cual fuera su contenido― para hablar de que, donde cuaja el hombre ejemplar, es en la vida considerada como tarea y problema. Esto es lo que Ortega ofrecerá en su preciso Pidiendo un Goethe por dentro, de 1932, o en las conferencias ya más tardías (1949) sobre el mismo tema.

»La tragedia de Ortega ―tragedia profunda que veló si innegable empeño ordenador― fue vivir un radical y esforzado liberalismo en un tiempo en que ya era realidad el orden impuesto por los sistemas democráticos*. Y Ortega, como buen liberal, no casaba con la democracia. Ortega llegó tarde, pues llegó en el momento de la crisis definitiva del mundo liberal de la Modernidad que tanto amaba. Alcanzó tan sólo a teorizar su quiebra última.»

De José Ortega y Gasset (1883-1955) ya hemos comunicado en Clásicos de Historia su España invertebrada; y en otro lugar, las Meditaciones del Quijote.

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* Gonzalo Redondo se refiere a la democracia en el contexto de la crisis del liberalismo desde principios del siglo XX. Lo ha explicado así al inicio de la obra citada: «La democracia dejó de ser un simple método, empleado por hombres liberales, poseedores de una norma de conducta individual, y utilizado para elegir periódicamente a unos gobernantes mediante el sufragio universal, para convertirse en un fin. Mediante la democracia se crearía de forma colectiva una norma de comportamiento común que podría terminar con el desorden liberal y con las arbitrariedades voluntaristas de los dictadores. El nuevo dirigente social no sería más que el conductor, el Führer, de los anhelos de una raza elegida o de una clase social dotada de una misión mesiánica. Sólo cuando todos aceptaran ―o se les hiciera aceptar― la norma elaborada por todos ―o que se aseguraba que de todos procedía― podría llegar la paz, y el progreso, y el orden. Y también el bienestar.»

2 comentarios:

  1. Puede interesarle este análisis de la Rebelión de las Masas http://el-pareja.blogspot.com/2016/03/rey-desnudo-ortega-gasset-rebelion-masas.html Son 18 posts en total abarcando los diferentes temas tocados en dicho libro.

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