viernes, 27 de enero de 2017

Étienne Cabet, Viaje por Icaria


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Volvamos una vez más a las utopías, esos diseños de sociedades ideales que desde hace siglos tientan a filósofos, políticos y escritores varios. En todas ellas predomina lo ensayístico, quedando reducido lo narrativo (el viajero que alcanza el mundo perfecto, sus acciones y aventuras…) a un mero recurso literario, casi a una convención de género. En cambio, Viaje por Icaria, de Étienne Cabet (1788-1856), constituye hasta cierto punto una excepción. Aunque sus objetivos ideológicos, la defensa del comunismo, sea patente y su descripción sea exhaustiva hasta el fárrago, dota a la obra de una historia sentimental y romántica muy de su época. El protagonista sufrirá y disfrutará de románticos amores en la perfecta Icaria. Eso sí, tan atildados, relamidos y burgueses, que hoy nos resultan ―con expresión algo posterior pero ya obsoleta― extremadamente cursis. Al igual que la trama, las formas expresivas son también muy de su época. Pero la sobreabundancia de emotivismo expresado mediante el uso constante de mayúsculas, cursivas y signos de admiración acaba resultando un tanto agotadora, y por ello, aunque reproducimos la traducción de Orellana y Monturiol publicada por el segundo en 1848, hemos simplificado un poco los aspectos gráficos de la obra (así como corregido excepcionalmente algunos vocablos.) Y es que el sentimentalismo que toleramos en Dickens o Wilkie Collins, no se soporta tan bien en Cabet.

En la obra colectiva de Pedro Carlos González Cuevas y otros, Ideas y formas políticas: del triunfo del absolutismo a la posmodernidad (UNED, Madrid 2014) se presenta así nuestro autor: «Cabet sostiene la idea de que las instituciones sociales han generado la desigualdad y la miseria en que vive la humanidad, y entre esas instituciones la más perniciosa ha sido la propiedad privada, que ha marcado fronteras económicas, sociales y morales entre los individuos. Precisamente por su crítica a la propiedad privada Cabet se convertirá en un ferviente defensor del igualitarismo, no sólo en las condiciones económicas, sino también en el resto de los ámbitos de la existencia humana. Su proyecto social está explicado en Voyage à l'Icarie (1842), obra en la que diseña una sociedad comunista en la que no existe la propiedad privada y prevalece el igualitarismo. Sin embargo, la Icaria de Cabet, al contrario que otros utópicos, no contempla la disolución de la familia ni la religión, y concibe esta última como la verdadera realización del Evangelio a través de la fraternidad. Como puede observarse, las ideas de Cabet no pasan por el uso de la violencia para cambiar la sociedad, sino que considera más útil la práctica del ejemplo y la instauración de una dictadura provisional, aceptada por el pueblo, que conduzca a las personas a la comunidad igualitaria. Cabet intentó poner en marcha sus proyectos en los Estados Unidos, ya que en Francia fue perseguido por su oposición a la monarquía de Luis Felipe de Orleans. Los experimentos comunitarios en los Estados Unidos resultaron fracasados. La obra de Cabet está muy influida por la Utopía de Thomas More y por Robert Owen, a quien conoció en Londres durante su exilio. Su proyecto social ha sido considerado como el primer esbozo de la sociedad comunista moderna. Las propuestas de Cabet y sus seguidores tuvieron cierto eco en España a través del periódico barcelonés La Fraternidad, editado por Narciso Monturiol en 1847.»

Poco podemos añadir. Icaria es una país idílico, en el que la reforma comunitaria de la sociedad que se ha llevado a cabo, ha eliminado por completo la posibilidad de cualquier conflicto social. El igualitarismo es absoluto tanto en lo económico y laboral, como en lo ideológico y emocional. Todos actúan y se comportan del mismo modo, todos disfrutan de los mismos placeres, todos disponen del mismo número de muebles en sus idénticas casas, y todos utilizan las mismas vestimentas aprobadas por la comunidad. Todos participan por igual en las decisiones políticas, tanto las de mayor peso como las más nimias. Y sin embargo… Las mujeres ejercen todas las profesiones, pero no parecen penetrar en las cámaras de representantes más que como espectadoras. Además (junto con las niñas) se responsabilizan de las tareas hogareñas todavía no comunitarizadas… Naturalmente existe una estricta censura comunitaria: la libertad de imprenta habría sido justa antes de la revolución, pero después ya no. Es más, se han destruido todos los libros considerados perjudiciales, incluso de los clásicos se han confeccionado versiones expurgadas… Por ello, se desaconseja, para la mayoría, el aprendizaje de lenguas extranjeras (y no digamos si son muertas). Carecen de cualquier espacio, no ya para discrepancia alguna, sino para la mínima duda. Icaria, con el culto a la personalidad de su fundador, Icar, el amado dictador sostenido por el pueblo, se nos presenta como la benevolente visión de sí mismas que van a tener los regímenes totalitarios del siglo XX. Su influjo en el imaginario de los revolucionarios que propondrán nuevas y diversas sociedades perfectas, fue profundo y sostenido en el tiempo ¿hasta nuestro presente?

2 comentarios:

  1. Un saludo. ¿De dónde sale el gráfico titulado "Fraternidad"? Gracias.

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  2. De la traducción española de 1848, que reproduce fielmente el original de Cabet.

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