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sábado, 25 de enero de 2014

Cristóbal Colón, Los cuatro viajes del almirante

Sebastiano del Piombo, Cristóbal Colón (1519), Metropolitan Museum de Nueva York

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Es innecesario presentar a Cristóbal Colón. Su proyecto (aunque estuviese errado) y su viaje de 1492 (aunque fue decepcionante en relación a dicho proyecto) tuvieron una trascendencia incomparable en la historia de la humanidad: lograron volver a relacionar con el tronco de nuestra especie a la rama establecida en América. Un aislamiento de unos diez mil años llegó a su fin.

Marino genovés, Colón recorrió buena parte de Europa y del Mediterráneo. Su categoría fue la suficiente para permitirle pretender la protección de distintos soberanos, los de Portugal, Castilla, Inglaterra... Su experiencia, la lectura de los geógrafos de la Antigüedad y, según diversas tradiciones, el relato y la información de un viejo marino español que habría sido arrastrado por las tormentas hasta una lejana tierra situada al oeste, le permitieron elaborar su proyecto de alcanzar las Indias navegando a través del Atlántico. Así lo explica uno de los primeros cronistas de Indias, Francisco López de Gómara, a mediados del siglo XVI en su Historia General de las Indias:

«Era Cristóbal Colón natural de Cugureo, o como algunos quieren, de Nervi, aldea de Génova, ciudad de Italia muy nombrada. Descendía, a lo que algunos dicen, de los Pelestreles de Placencia de Lombardía. Comenzó de pequeño a ser marinero, oficio que usan mucho los de la ribera de Génova; y así anduvo muchos años en Siria y en otras partes de levante. Después fue maestro de hacer cartas de navegar, por do le nació el bien. Vino a Portugal por tomar razón de la costa meridional de África y de lo más que portugueses navegaban para mejor hacer y vender sus cartas. Casóse en aquel reino, o, como dicen muchos, en la isla de la Madera, donde pienso que vivía a la sazón el que llegó allí en la carabela susodicha (el marino arrastrado por hasta el extremo occidente). Hospedó al patrón de ella en su casa, el cual le dijo el viaje que le había sucedido y las nuevas tierras que había visto, para que se las asentase en una carta de marear que le compraba. Falleció el piloto en este comedio y dejóle la relación, traza y altura de las nuevas tierras, y así tuvo Cristóbal Colón, noticia de las Indias.

»Quieren también otros, porque todo lo digamos, que Cristóbal Colón fuese buen latino y cosmógrafo, y que se movió a buscar la tierra de los antípodas, y la rica Cipango de Marco Polo, por haber leído a Platón en el Timeo y en el Critias, donde habla de la gran isla Atlante y de una tierra encubierta mayor que Asia y África; y a Aristóteles o Teofrasto, en el Libro de maravillas , que dice cómo ciertos mercaderes cartagineses, navegando del estrecho de Gibraltar hacia poniente y mediodía, hallaron, al cabo de muchos días, una grande isla despoblada, empero proveída y con ríos navegables; y que leyó algunos de los autores atrás por mí acotados. No era docto Cristóbal Colón, mas era bien entendido. Y como tuvo noticia de aquellas nuevas tierras por relación del piloto muerto, informóse de hombres leídos sobre lo que decían los antiguos acerca de otras tierras y mundos. Con quien más comunicó esto fue un fray Juan Pérez de Marchena, que moraba en el monasterio de la Rábida; y así, creyó por muy cierto lo que dejó dicho y escrito aquel piloto que murió en su casa. Paréceme que si Colón alcanzara por esciencia dónde las Indias estaban, que mucho antes, y sin venir a España, tratara con genoveses, que corren todo el mundo por ganar algo, de ir a descubrirlas. Empero nunca pensó tal cosa hasta que topó con aquel piloto español que por fortuna de la mar las halló. Muertos que fueron el piloto y marineros de la carabela española que descubrió las Indias, propuso Cristóbal Colón irlas a buscar.»

Bartolomé de las Casas, Viaje de Colón, ca. 1552, 76 h., 31 x 21 cm

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