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martes, 25 de marzo de 2014

Jordanes, Origen y gestas de los godos

Noble bizantino del s. VI. San Vital de Rávena

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Estamos a mediados del siglo VI, en tiempos de emperador Justiniano, en la época de apogeo de la ciudad real Constantinopla, cabeza de una Romania aparentemente en trance de recuperar su plenitud gracias a las campañas de Belisario y Narsés en Italia, África e Hispania. Jordanes, de origen godo (según otros alano), funcionario civil (para algunos convertido en obispo de Crotona), con seguridad trilingüe godo-latino-griego,  redacta en latín dos compendios en cada uno de los cuales recoge la historia de una de las dos patrias con las que se identifica, la del pueblo romano y la del pueblo godo.

Él mismo nos da alguna información sobre su progenie, una familia latinizada al servicio de diferentes caudillos godos o alanos: «Los esciros, los sardagarios y algunos alanos, con su jefe llamado Candac, recibieron Escitia Menor y la Mesia Inferior. De este Candac fue notario Paria, el padre de mi progenitor Alanoviamut, o sea, mi abuelo, mientras Candac vivió. También yo, Jordanes, aunque no era muy docto, trabajé como notario antes de mi conversión para Guntigis, hijo de la hermana de Candac, a quien también llamaban Baza y era maestro de la milicia, hijo de Andagis, que era, a su vez, hijo de Ándela y descendiente de la estirpe de los Ámalos.» (L, § 265) La ambivalencia del autor entre lo romano y lo godo es patente, y no parece querer renunciar a ninguna de sus raíces. Es quizás la mejor expresión de que el Imperio Romano ha entrado en una nueva etapa, marcada por una evolución que lo transformará, más adelante, en un imperio griego con considerable impronta eslava y de otras poblaciones.

En el año 551 concluye su Gética u Origen y hazañas de los godos. Jordanes expresa el orgullo por sus orígenes étnicos, y para ello intenta dotarles de una historia comparable a la romana. Especialmente en un momento en el que el reino ostrogodo ha sido incorporado al imperio: «De este modo este reino tan famoso y este valerosísimo pueblo que había sido soberano durante un extenso período de casi dos mil treinta años cayeron en poder del emperador Justiniano, vencedor de diferentes pueblos, gracias a la intervención de su muy leal Belisario.» (LX, § 313) Y para honrar más a su pueblo, no duda en identificar a los godos con los getas y los tracios y los escitas... Esto le permite narrar sus luchas contra los egipcios, contra las amazonas, y contra los persas, y su amistad y alianza con Alejandro Magno.

El resultado es una obra que se mantuvo muy popular a lo largo de los siglos, y que influyó poderosamente en numerosos escritores. Jordanes creó el mito gótico como quintaesencia de lo germánico, su parte más noble, y este mito reverdecerá como fuente de prestigio en rincones europeos tan distantes como España, Austria o Suecia: en todos ellos se querrá remarcar una continuidad entre el viejo y glorioso pueblo godo y estas medievales o modernas monarquías. Y eso que nuestro autor, al concluir su obra, manifiesta: «He referido tan solo lo que he leído y escuchado, y que nadie piense que, puesto que yo procedo también de este pueblo del que he tratado, he añadido nada a favor de él. Ademas, no he recogido en mi exposición todo lo que se ha escrito o narrado de ellos para su propia gloria, sino sobre todo para la de aquel que los venció.» (LX, § 316). Es decir, Justiniano.

Ms. 95, Valenciennes, siglo IX,  f. 326

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