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lunes, 14 de julio de 2014

Historia Silense, también llamada Legionense

Alfonso VI
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La tradicionalmente llamada Historia Silensis fue redactada en latín a principios del siglo XII. Actualmente se pone en tela de juicio la conjetura que atribuía su autoría al ámbito del monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos. Teniendo en cuenta las numerosas referencias que contiene sobre San Isidoro de León y el monasterio de San Benito de Sahagún, se ha propuesto denominarlo Historia Legionensis. El texto manifiesta además un orgullo por lo leonés, contrapuesto a otros territorios, y considerado heredero legítimo del reino visigodo de Toledo. Es el goticismo convencional, ya presente en los reyes de Asturias, pero que ahora, en tiempos del Emperador se consagra definitivamente.

Otra novedad importante respecto a las Crónicas anteriores. Su desconocido autor se lamenta del retroceso cultural de los siglos inmediatos, cuando «se desvaneció de raíz el estudio junto con la enseñanza». Por ello, no se limita a apuntar de forma escueta acontecimientos descarnados, ordenados de forma estrictamente cronológica, sino que que quiere crear una obra más elaborada tomando como modelos a historiadores y poetas romanos, como Salustio y Ovidio. Para darle esta mayor consistencia literaria, emplea diversidad de registros: narra, interpela al lector, describe edificios y ambientes, y también adoctrina.

Y es que el planteamiento de la obra parece dirigido a ensalzar a Alfonso VI, el conquistador de Toledo, mediante una estructura compleja (e inacabada) en la que todo parece confluir en el emperador de España «primero, porque los más nobles hechos suyos parecen dignos de recuerdo; segundo, porque [salvado] ya en el frágil tiempo todo el trascurso de su vida, resulta celebérrimo sobre todos los reyes que gobernaron católicamente la Iglesia de Cristo». Estructura desordenada o compleja: se confrontan episodios comparables pero con distinto final, como los enfrentamientos entre los hijos del rey Fernando, y los de los hijos de Vitiza con Rodrigo; se engarza la vieja crónica de Sampiro (a costa de repetir sucesos y reinados); se insiste en la labor civilizadora de los antepasados directos de Alfonso, que pacifican, ordenan y construyen; y finalmente se detiene y extiende en el reinado de Fernando, el padre de Alfonso, con el que había comenzado la obra.

Y tras este círculo (im)perfecto, nos queda fuera de la Historia el objeto manifiestado tácitamente al inicio: «las hazañas de don Alfonso, ortodoxo emperador de España, y su vida», ya sea porque el autor dejó inacabados sus trabajos, ya sea por artificio calculado.



Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo

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