Dinar de oro mariní atribuido al sultán Abu Yaqub Yusuf (1286-1307), Museo de Ceuta |
Hacia el año 1312, Ibn Idari Al-Marrakusi, posiblemente nacido en Marrakech, y que había sido caíd en la ciudad de Fez, se dedica a la escritura de la obra de largo título Kitāb al-bayān al-mughrib fī ākhbār mulūk al-andalus wa'l-maghrib (Libro de la increíble historia de los reyes de Al-Ándalus y Marruecos), citada generalmente como Al-Bayan al-Mughrib (Increíble historia). Se propone hacer la historia del norte de África y de la península Ibérica, desde los respectivos procesos de islamización hasta su época, aunque también aporta noticias más o menos fidedignas de las anteriores. Es un intelectual: él mismo señala (según cita de Juan Martos Quesada) que «hemos preferido las tertulias con sabios y virtuosos y la conversación con literatos de elevadas miras y alta posición, quienes con sus tertulias y conversaciones embrujan las mentes e iluminan las ideas, cuya ausencia sólo se puede llenar con un libro que sirva de amable contertuliano».
Siguiendo una de las tradición historiográficas árabes más comunes, Ibn Idari se consideraba ante todo un compilador, más que un investigador: acumuló y ordenó cronológicamente todas las abundantísimas noticias a las que tuvo acceso, con preferencia al intento de explicar los acontecimientos. Esta limitación, sin embargo, se compensa con la copiosa relación de autores y obras, muchas de las cuales se han perdido, quedando de ellas sólo las citas que transcribe nuestro autor. De la cincuentena de obras que se han identificado utiliza preferentemente unas pocas (de las cuales reproduce en ocasiones largos pasajes sin citar la fuente, como si fueran de su autoría). Entre ellas, y de los siglos X y XI, están la conocida como Crónica del moro Rasis de Ahmad ibn Muhammad al-Razi, y el Ajbar Machmuâ, que ya hemos editado en Clásicos de Historia.
Al-Bayan al-Mughrib se redacta en la época del expansionismo militar de los grandes imperios norteafricanos. El imperio almohade ya se ha desmoronado, y ha culminado la pérdida de casi todo Al-Ándalus. Pero ya ha nacido su sustituto, el imperio de los Benimerines con Fez como capital. Este contexto explica el tono general de la obra, que el ya citado Juan Martos Quesada caracteriza así: «Respecto a la ideología que se respira en el Bayan, es la de una actitud guerrera y militante ante los cristianos, que aparecen como los enemigos del Islam, tal y como correspondía a la mentalidad almohade de su época. El territorio cristiano aparece como el territorio enemigo y a los personajes cristianos se les condena al más absoluto anonimato, denominándolos como politeístas, bárbaros, perros e infieles, al contrario de los árabes, que siempre aparecen con sus nombres y atributos.»
La recuperación de esta obra se produjo con la edición incompleta que llevó a cabo el destacado orientalista neerlandés R. H. Dozy en 1848. Pero la aparición de nuevos manuscritos y otros fragmentos han modificado considerablemente nuestro conocimiento de la obra. Son muy numerosas y variadas las ediciones, y aquí hemos escogido la primera traducción al español, realizada en Granada en 1862 por el catedrático Francisco Fernández González con el título de Historias de Al-Ándalus por Aben-Adharí de Marruecos. El título es expresivo: a partir de la edición de Dozy, selecciona exclusivamente lo relacionada con la península Ibérica hasta el fin del califato, y añade un abundante aparato crítico. El resultado ha sido criticado posteriormente por historiadores destacados, pero nos permite un acercamiento suficiente a la obra.
Siguiendo una de las tradición historiográficas árabes más comunes, Ibn Idari se consideraba ante todo un compilador, más que un investigador: acumuló y ordenó cronológicamente todas las abundantísimas noticias a las que tuvo acceso, con preferencia al intento de explicar los acontecimientos. Esta limitación, sin embargo, se compensa con la copiosa relación de autores y obras, muchas de las cuales se han perdido, quedando de ellas sólo las citas que transcribe nuestro autor. De la cincuentena de obras que se han identificado utiliza preferentemente unas pocas (de las cuales reproduce en ocasiones largos pasajes sin citar la fuente, como si fueran de su autoría). Entre ellas, y de los siglos X y XI, están la conocida como Crónica del moro Rasis de Ahmad ibn Muhammad al-Razi, y el Ajbar Machmuâ, que ya hemos editado en Clásicos de Historia.
Al-Bayan al-Mughrib se redacta en la época del expansionismo militar de los grandes imperios norteafricanos. El imperio almohade ya se ha desmoronado, y ha culminado la pérdida de casi todo Al-Ándalus. Pero ya ha nacido su sustituto, el imperio de los Benimerines con Fez como capital. Este contexto explica el tono general de la obra, que el ya citado Juan Martos Quesada caracteriza así: «Respecto a la ideología que se respira en el Bayan, es la de una actitud guerrera y militante ante los cristianos, que aparecen como los enemigos del Islam, tal y como correspondía a la mentalidad almohade de su época. El territorio cristiano aparece como el territorio enemigo y a los personajes cristianos se les condena al más absoluto anonimato, denominándolos como politeístas, bárbaros, perros e infieles, al contrario de los árabes, que siempre aparecen con sus nombres y atributos.»
La recuperación de esta obra se produjo con la edición incompleta que llevó a cabo el destacado orientalista neerlandés R. H. Dozy en 1848. Pero la aparición de nuevos manuscritos y otros fragmentos han modificado considerablemente nuestro conocimiento de la obra. Son muy numerosas y variadas las ediciones, y aquí hemos escogido la primera traducción al español, realizada en Granada en 1862 por el catedrático Francisco Fernández González con el título de Historias de Al-Ándalus por Aben-Adharí de Marruecos. El título es expresivo: a partir de la edición de Dozy, selecciona exclusivamente lo relacionada con la península Ibérica hasta el fin del califato, y añade un abundante aparato crítico. El resultado ha sido criticado posteriormente por historiadores destacados, pero nos permite un acercamiento suficiente a la obra.