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lunes, 22 de agosto de 2016
Emmanuel-Joseph Sieyès, ¿Qué es el Tercer Estado?
Sebastián Miñano (1779-1845) agregó a su traducción de la Historia de la revolución francesa de Thiers numerosas notas biográficas, que hemos reunido bajo el título Diccionario de la Revolución Francesa y su época. Reproducimos lo referente a Emmanuel-Joseph Sieyès.
«Manuel José Sieyes, miembro del senado conservador y del instituto de Francia, nació en Frejus en 1748, y era vicario general del obispado de Chartres, canónigo y cancelario de aquella iglesia cuando le nombraron diputado del estado llano por París a los estados generales. Este extraño nombramiento fue debido al famoso folleto ¿Qué es el tercer estado? el cual le dio una inmensa popularidad. El día 10 de junio 1789 instó mucho a la cámara de su orden para que verificase sus poderes a fin de constituirse y precisar a los dos a venir a reunírsele. El 15 propuso que se constituyesen en asamblea de representantes, y el 10 de agosto se opuso a la supresión de los diezmos eclesiásticos, diciendo en el calor de la discusión: Queréis ser libres y no sabéis ser justos. En las discusiones para formar la constitución propuso una muy semejante a la que luego decretó la convención es decir, compuesta de dos consejos, el uno deliberante y el otro con derecho de sanción. También propuso una declaración de los derechos del hombre, que fue desechada por demasiado metafísica. Él fue quien dio la idea de dividir la Francia en departamentos, distritos y municipalidades, operación que no contribuyó poco a consolidar la revolución. A los principios se creyó que estaba unido a la facción de Orleans y así es que en las declaraciones que tomó la audiencia sobre los sucesos del 5 y 6 de octubre, aseguró el conde de la Chatre haberle oído responder a uno que le decía que había alborotos en París: Ya lo sé, pero no comprendo lo que quieren y sólo veo que se camina en sentido opuesto. Cuando a él le llamaron a deponer dijo que se había afligido como todos de aquellas tristes escenas, pero que ignoraba sus causas.
»Por entonces escribió una obra intitulada Observaciones sobre los bienes del clero en la cual procuraba defenderle todavía de la expoliación que le amenazaba. En 1790 trabajaba mucho en las comisiones pero rara vez subía a la tribuna, y entonces fue cuando Mirabeau dijo en plena asamblea que el silencio de Sieyes era una calamidad pública. Sin embargo al principio de aquel mismo año presentó un proyecto para la represión de los delitos de imprenta, conservando al mismo tiempo la libertad del pensamiento. Este trabajo es una de las infinitas pruebas que hay de lo difícil que es hacer una buena ley sobre esta materia en los estados libres. Luego votó por la institución del jurado así en lo civil como en lo criminal, y a poco tiempo le nombraron presidente a pesar de su resistencia a admitirlo. En febrero de 1791 fue elegido miembro del departamento de París, y habiendo llegado a entender que se trataba de nombrarle obispo de aquella ciudad, anunció al cuerpo de electores que estaba en intención de renunciarlo. Se opuso con mucho valor en la asamblea al proyecto en favor de la libertad de cultos diciendo que se le engañaba al pueblo apunto de hacerle tomar por defensores suyos a sus asesinos, y a sus asesinos por defensores. En julio de 1791 publicó una carta en la cual desenvolviendo sus principios políticos dice: No por una simple afición a los antiguos hábitos ni por ningún sentimiento supersticioso de realismo prefiero la monarquía; sino porque estoy convencido de que hay mayor libertad para los ciudadanos en una monarquía que en una república, y porque en toda suposición es uno más libre en el primero de estos dos gobiernos.
»Nombrado en setiembre por el departamento del Sarthe diputado a la convención, evitó aprovecharse del ascendiente de opinión que tenía sobre muchos de sus colegas, para vivir retirado en lo posible y sustraerse a las tormentas que preveía como indispensables. En el proceso de Luis XVI no se le oyeron más palabras en las cuatro votaciones nominales que se hicieron, sino sí, no, y la muerte. A principios del año 1793 presentó un proyecto para la organización del ministerio de la guerra, pero habiendo experimentado contradicciones, se encerró en el más profundo silencio como en un santuario. Mas no por eso dejó de ser nombrado adjunto de las primeras comisiones de salud pública, y el 10 de noviembre de aquel año anunció que si no renunciaba del todo al sacerdocio era porque hacía ya mucho tiempo que lo había hecho, pero que no por eso renunciaba a sus actuales funciones. Durante la lucha del 9 termidor (27 de julio 1794), se condujo con su circunspección ordinaria y observó el mismo silencio hasta 1795. Entonces subió más frecuentemente a la tribuna y expresó varias veces el horror que le causaban los crímenes de Robespierre, excitando a la asamblea a que mandara volver a todos los que aquel había desterrado. Poco tiempo después hizo parte de la comisión de salud pública y propuso una ley de alta política contra las insurrecciones populares, proclamando solemnemente la legalidad de la constitución de 1793 en que él había trabajado tanto. Nombráronle presidente de la convención, pero lo rehusó como otras veces, y entonces le enviaron a Holanda con Rewbell para concluir un tratado entre la Francia y aquella nueva república. A su vuelta dirigió toda la diplomacia de la época e influyó particularmente en los tratados con la Prusia y la España. Mas en cambio se ocupó muy poco en el por menor de las leyes constitucionales, sin que tuviese empeño en otra que en la de la formación del cuerpo legislativo en dos consejos, pues aunque también propuso el jurado constitucional, la convención le rehusó. Habiendo sido nombrado en el mes de octubre miembro del Directorio, también rehusó esta plaza y prefirió quedarse en el consejo de los quinientos. Durante los años de 1796 y 97 estuvo continuamente empleado en todas las comisiones relativas a los objetos más importantes, particularmente en la de los cinco, creada para examinar la providencia que había de tomarse con los jueces que habían rehusado prestar el juramento de odio a la monarquía. El 12 de abril 1797 estuvo para perecer a manos de un paisano suyo, bastante fanático, llamado Poule, que le tiró un pistoletazo en su propio cuarto, cuyo tiro pudo esquivar Sieyes, pero no sin recibir una herida en la mano y en el brazo.
»Cuando se renovó la tercera parte del consejo dejó de asistir a muchas sesiones hasta la jornada del 18 fructidor (4 de setiembre), en la cual y en las sesiones que se siguieron, votó la proscripción de los diputados de Clichi y en particular la de Boissy d'Anglas. Poco tiempo después fue elegido secretario y luego presidente del consejo, y aunque salió del cuerpo legislativo cuando tocó la renovación de su tercio, volvieron inmediatamente a elegirle. Después fue como embajador a Berlín, donde residió hasta el mes de mayo 1799, época en que fue nombrado de nuevo director y entonces lo aceptó. El estado critico en que se hallaba entonces la Francia por la impericia del directorio hacía desear otra forma de gobierno, y convencido Sieyes de la imposibilidad de hacer marchar la constitución directorial, se encargó en nombre de los de su partido de tratar con el general Bonaparte, dándole parte de los riesgos que amenazaban a la causa pública. Cuando éste volvió de Egipto, concertaron entre los dos el plan del 18 brumario del año 8 (9 de noviembre 1799) sirviendo de intermediarios Taillerand y Raederer. De resultas fue nombrado Sieyes cónsul interino y después senador y presidente del senado. Últimamente en recompensa de sus servicios le ofrecieron los cónsules la hacienda de Crosne, donde murió ya (1836) de mucha edad.»
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