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lunes, 22 de marzo de 2021

Francisco de Goya: Desastres de la guerra

Academia de San Fernando (1815)

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Escribe Julián Gallego en Los grabados de Goya, con ocasión de la magna exposición que se le dedicó en Zaragoza el año de 1992, al referirse a esta serie: «Se ignora la fecha o período en que estas 82 láminas fueron grabadas, ya que Goya no las anunció ni enseñó, ni siquiera las publicó. Habría que esperar hasta 1863, treinta y cinco años después de muerto el autor, para poder ver la primera tirada hecha en Madrid. Ello explica que no tuvieran la difusión europea y romántica de Los Caprichos. A esa primera edición siguieron otras seis, hasta 1937; en la última, los cobres muestran ya cierta fatiga (…) Goya grabó 82, pero las dos últimas, Fiero monstruo, suerte de tapir devorador de personas diminutas, o Esto es lo verdadero, continuación lógica de las dos anteriores, que representa a la Verdad (o la Paz o España) abrazando a un labriego (la salvación por la Agricultura es una idea fija de los ilustrados del siglo precedente, como demuestran los libros de Jovellanos, de Ponz, de Asso, etc.) entre un gran nimbo, fueron suprimidas de las ediciones, que se limitan a 80 (…) Todas llevan, como las demás series, sus pies o títulos explicativos, escritos por Goya con un estilo conciso y duro que Jacques Lasseigne comparaba con la cornada de un toro. Goya debió de iniciarlas hacia 1810 pero debió de seguir grabándolas durante varios años de la ocupación francesa y las últimas (del número 65 al 82) que suelen llamarse caprichos enfáticos son posteriores a la vuelta de Fernando VII y restauración del absolutismo y la Inquisición (…)

»Para Camón Aznar los Desastres son la interpretación de la guerra y la clave del pensamiento goyesco. “Hasta Goya ―escribe nuestro ilustre paisano― la guerra se presentaba con la brillantez de atuendos heroicos y de gestos caballerescos.” Entre sus dos cuadros de 1814 y esta serie de aguafuertes, “Goya ha limpiado los temas de anecdotismo.” En efecto, para él “la gloria o el fracaso militar son nónadas comparadas con la angustia y las espeluznantes desesperaciones que la guerra provoca…” En general, “la única constante de estas atrocidades es su injustificación.” Es fundamental para apreciar estas láminas que, como el citado profesor señala, “las víctimas apiadables se eligen lo mismo entre los invasores que entre los patriotas” Cabría añadir que, aunque las mayores atrocidades las cometen los invasores extranjeros, los guerrilleros nacionales y el populacho enardecido apenas les van a la zaga. Goya no toma partido sino a favor de la paz, y en eso se separa de colecciones anteriores y posteriores de estampas de desdichas bélicas.(…) El sentido de la belleza da todavía mayor amargura a las láminas más tremendas, de patriotas fusilados, atormentados, descuartizados, ahorcados, que hacen recordar aquella frase de Oscar Wilde cuando lamentaban la destrucción de obras de arte por acciones bélicas: millares de estatuas vivas han sido destrozadas.»


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