Desconocido de El Fayum |
Tertuliano nació en Cartago en 160, hijo de un centurión. Fue retor y jurista, y se hizo cristiano en la última década del siglo II. Su obra es muy abundante y de temática variada: en la treintena de obras suyas que se han conservado, justifica el cristianismo y defiende a los cristianos, critica el paganismo, el gnosticismo y otras sectas, propone un rigorismo extremado… Como señala Bernardino Llorca, en el tomo I de la veterana Historia de la iglesia Católica de la BAC (1955), «su influjo en la antigüedad fue extraordinario y apenas llegó a disminuir por los errores que defendió al fin de su vida. Él fue, indudablemente, el primer iniciador del tecnicismo teológico latino.» Y para ello Tertuliano integró en su cosmovisión cristiana buena parte de la alta cultura romana, especialmente del estoicismo, de Séneca y de Cicerón. Llorca continuaba así:
«Tertuliano recibió una sólida formación científica; aprendió el griego, se distinguió en la oratoria y fomentó particularmente los estudios de derecho y jurisprudencia. Durante algún tiempo llevó una vida bastante libre; pero el año 190 se convirtió a la fe cristiana, atraído por el ejemplo sublime de los mártires. Con su carácter fogoso y arrebatado, desarrolló desde el principio una actividad literaria extraordinaria, que lo convierten en uno de los escritores más eminentes de la antigüedad cristiana. Pero esta misma fogosidad de carácter y su modo de ser intransigente y apasionado lo llevaron en 205 al rigorismo de la secta montanista, en que perseveró hasta su muerte, ocurrida el año 220. Tertuliano es un escritor de gran originalidad y profundo talento. Unía la vehemencia de los africanos con el sentido práctico de los romanos. Poseía una inteligencia profunda y conocimientos vastísimos. Era orador vehemente y jurisconsulto de gran renombre. Con su viva fantasía, su habilidad en el chiste y la ironía, su dominio de la lengua, su estilo acerado, ora mordaz e incisivo, ora obscuro y amigo de extremismos, se nos presenta como una de las lumbreras más brillantes de su tiempo.»
Respecto a «su célebre obra Apologeticum... pueden marcarse muy bien las características siguientes: en primer lugar, toma el sistema de defenderse atacando. Así se revuelve con vehemencia contra el paganismo, invocando hechos bien comprobados: inmolación de niños a Saturno en África, víctimas inmoladas en el seno dela familia, juegos sanguinarios. Rechaza con elocuencia y exaltación las calumnias contra los cristianos: antropofagia, malas costumbres. Mas como lo principal es de orden político, es decir el sostener que son los cristianos incompatibles con el Estado romano, insiste en esto con particular ahínco. Pondera su fidelidad en el cumplimiento de sus deberes como buenos ciudadanos. Nunca conspiran contra la autoridad constituida. Son súbditos fieles; obedecen a todas las leyes mientras no se opongan a la ley de Dios. Por otra parte, contra las calumnias que se esparcían, prueba que los cristianos no tienen culpa ninguna en las calamidades que afligían al Imperio.»
Presentamos el original latino de la obra, acompañado de una venerable versión, la que publicó en 1644 el aragonés Pedro Manero, futuro obispo de Tarazona. La profesora Carmen Castillo García en la introducción a su excelente traducción de la obra (Biblioteca Clásica Gredos, 2001), la califica así: «La traducción de Fray Pedro Manero se titula Apología contra los gentiles y ha sido reeditada muchas veces; en la colección Austral hay dos ediciones de 1947. Es más una glosa que una traducción propiamente dicha; el autor da título a los capítulos con un estilo cervantino; es el suyo un modo de proceder didáctico, que introduce constantemente frases aclaratorias complementarias al texto tertulianeo, privándolo de su tono incisivo y directo; es una prosa cuidada, que se sirve de unas formas de expresión propias del lenguaje culto de su época, pero que —como digo— no coinciden con el estilo del original.» Toda versión es necesariamente hija de su tiempo, y conlleva cierto falseamiento; a pesar de lo cual ésta en concreto puede resultar un atractivo modo de acercarse a la obra.
Codex Balliolensis 79, Oxford, siglo XV. |