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lunes, 4 de marzo de 2024

Carlos Pereyra, La obra de España en América

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«La tendencia del autor es esencialmente crítica. Estima que una admiración indiscreta daña tanto o más que una hostilidad cerrada, sobre todo cuando lo que se busca no es defensa de causas sino descubrimiento de verdades. Convertir leyendas negras en leyendas blancas es tan ilegítimo para la crítica como lo contrario. Y en los tiempos de fineza analítica que alcanzamos, puede ser más temible para los que escriben sobre asuntos históricos verse condenados por una sonrisa que por una franca desaprobación.»

Así manifiesta su propósito Carlos Pereyra; y el lector, también críticamente, valorará hasta qué punto lo alcanza. La obra de España en América se publicó en 1920, y más que un estudio histórico es un combativo ensayo contra la leyenda negra (está reciente la publicación del libro de Julián Juderías), y en un segundo plano, también contra la actuación de los Estados Unidos en la llamada América latina. Predomina, por tanto, lo comparativo: no oculta desmanes ni desmesuras, aunque tiende a pasar a la ligera sobre ellos; y se centra en buena medida en los resultados, valorados positivamente, de la conquista y la colonización, en comparación con las de franceses, ingleses y norteamericanos:

«Se afirma aquí la admiración a España, pero es una admiración que nace del objetivismo, del estudio ecuánime de los hechos, emprendido con espíritu desinteresado… La obra de España fue colosal. Lo fue militarmente. Pero se muestra más grande aún en el orden económico y en el orden moral. Todo ello aparece aquí con el propósito de señalarlo francamente, para despertar sentimientos de admiración. Pero como esos sentimientos no existían en el autor antes de comenzar sus estudios, y como le fueron sugeridos por vía tan indirecta que muchos de ellos nacieron revisando afirmaciones antiespañolas de historiadores a quienes consideraba en posesión de la verdad, tienen toda la desinteresada pureza de su origen intelectual.»

El jurista, diplomático e historiador mejicano Carlos Pereyra (1871-1942) fue uno de los numerosos intelectuales americanos hispanófilos (hoy un tanto difuminados con el auge/moda del indigenismo). En el centenario de su nacimiento Luis Rublúo Islas, historiador, poeta y ensayista mejicano fallecido recientemente, reinterpretaba así las críticas con que se le motejaba: «lo llaman reaccionario, conservador e hispanista; términos, los primeros dos, tan elásticos y caprichosos como oír de algunos, revolucionario y socialista… En cuanto al tercer vocablo, ¡en buena hora existe el hispanismo, como el helenismo y el hebraísmo! Términos que sintetizan el esfuerzo gigante de culturas que no reconocen tiempo ni espacio, el único poder humano perdurable y siempre bien recibido… Pereyra como reaccionario llevó simplemente la acción contraria a la opinión y al hecho que juzgó equivocados, y como conservador guardó los principios para darlos en oportunidad como guía para seguir un camino, el único permitido al hombre para conservar su fe en el futuro; como hispanista, por último, observó nítidamente las raíces de una cultura que nos honra y anticipa ahora de nuestra condición como grupo humano.»

Oswaldo Guayasamín

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