Armas del autor |
Agustín López de Mendoza y Pons (1662-1721), marqués de Vilanant, conde de Robres y de Montagut, y señor de Sangarrén y de otras baronías aragonesas y catalanas, de ilustres ascendientes y descendientes (entre ellos el famoso conde de Aranda), ha nacido en Barcelona, aunque se identifica repetidas veces como aragonés en la obra que presentamos esta semana. Ha vivido con preocupación la división creciente, con tomas de postura enfrentadas, que se genera con la problemática sucesión de Carlos II: «Y respondiendo a las sátiras con otras sátiras que también eran reciprocadas con igual amargura, se empezó ya desde este tiempo a encenderse una guerra civil de plumas, que debía ser preliminar de otra más sangrienta. Estas consecuencias las conocían los que menos penetraban, con que fue tanto más de extrañar que los ministros en vez de atajarlas las fomentasen.»
Y la guerra llega, y teme «que faltando a la posteridad una verdadera relación de las causas y progresos de tan gran mal, falte también la instrucción conveniente para evitarle en adelante.» Pero «es peligroso desplegar al público con la pluma la verdad, porque se ha hecho ya carácter de entrambos partidos el esforzar la mentira, y fuera de eso, dominando enteramente a la razón la voluntad, nos vemos miserablemente reducidos en un caos por todas partes inaccesible… Por eso desearía poder trasmitir a mis sucesores una Historia de nuestra infelice era, que reservada en lo muy secreto de una gaveta, pudiese en tiempos menos peligrosos aprovecharles, y al público.»
Las Memorias para la historia de las guerras civiles de España permanecerán inéditas hasta su publicación en Zaragoza en 1882. Resulta una obra sorprendente en muchos sentidos, pero principalmente por su independencia de criterio: aunque el conde de Robres optó por los Borbones en lugar de los Austrias, mantiene un patente esfuerzo en pro de la imparcialidad al narrar acontecimientos y enjuiciar personajes de la guerra de sucesión. Se documenta, en la medida de lo posible, respecto a los diferentes derechos dinásticos de los competidores por el trono. Compara, con perspicacia, las semejanzas y diferencias del proceso homogeneizador de la monarquía por parte de Felipe V, con el fenómeno paralelo que está teniendo lugar en Gran Bretaña (a la que denomina así). Critica y deplora, en fin, los decretos de nueva planta para Aragón y Valencia, consecuencia de la Batalla de Almansa...
José María Iñurritegui, inicia así su estudio de Las Memorias del Conde de Robres: la nueva planta y la narrativa de la guerra civil: «En las entrañas de la traumática contienda civil del amanecer del Setecientos hispano el Conde de Robres, Agustín López de Mendoza y Pons, encuentra el momento adecuado para el sutil y delicado cultivo de la memoria histórica. La participación política activa de un noble aragonés de filiación borbónica en el certamen sucesorio desemboca en la primavera de 1708 en la composición de unas atípicas Memorias que elocuentemente se dicen para servir a la historia de las guerras civiles de España. La propia operatividad pretendida por el autor para su texto, y la profunda reformulación del sentido moral y político del valor didáctico de la historia que destila, convierten esas páginas en una pieza ciertamente singular en el complejo panorama de la narrativa de la guerra civil. Frente al uso político común de la historiografía en el turbulento teatro de la confrontación dinástica y civil, la glosa laudatoria de las glorias del monarca, las Memorias asumían ya por principio el inusual empeño de arrojar luz y levantar acta sobre las causas de fondo que motivan el desastre del encuentro doméstico. Apegadas en todo momento a la más pura y feroz dimensión civil del combate y a su más honda esencia política, siempre fieles al preciso estímulo al que responde la opción misma de la escritura, las Memorias forjan sobre esa peculiar mirada una acusada personalidad narrativa y política con novedades de subido valor en su género y en su contexto.»
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza |