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sábado, 3 de enero de 2015

Ramiro de Maeztu, Defensa de la Hispanidad

Maeztu por Ramón Casas
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Maeztu, en su obra póstuma Defensa del espíritu afirma tajante: «La Hispanidad es un espíritu, (…) si no existe en alguna forma eso que Hegel llamaba espíritu objetivo, y que se caracteriza en que puede ser común a todos los hombres de un país, o también si el pasado es pasado de tal suerte que ya no puede influir en el presente, ni en el porvenir, el pensamiento central de mi obra se viene irremediablemente al suelo.»

El nacionalismo estricto está por tanto en la base de la obra que presentamos. Fue publicada en forma de artículos entre 1931 y 1934 en la revista Acción Española, órgano de un grupo de intelectuales monárquicos y conservadores en los agitados años de la segunda República. Su propio nombre evidencia el espejo en que se miran, L'action Française de Maurras. Ahora bien, si el modelo original privilegia nacionalismo y modernidad sobre el legitimismo, en el modelo español es el tradicionalismo el que va a marcar la pauta de sus miembros.

Ramiro de Maeztu (1874-1936) es el periodista político de la llamada generación del 98, con cuyos componentes comparte preocupaciones, objetivos e incluso evolución ideológica, aunque él es el que la llevará a sus últimas consecuencias. Desde un radicalismo juvenil en el que admira y sigue a regeneracionistas como Costa, llegará a un tradicionalismo que rechaza la modernidad liberal, aunque en cierta medida desde sus mismos presupuestos, como se observa en la cita con la que comenzábamos esta presentación. Su admiración se ha vuelto hacia Menéndez Pelayo y su defensa de los valores católicos como sustrato de la nación española. Pero Maeztu va a completar esta postura con el reconocimiento del papel decisivo de la acción española en América, que explica y justifica su historia y que proporciona ahora una tarea nacional a cumplir... Para ello tomará y difundirá el término de Hispanidad, recién acuñado en Buenos Aires.

Ahora bien, la sociedad de los años 30 está ya muy distante de la bonhomie de la Restauración, que permitía con naturalidad el debate y la discrepancia; de hecho, está amenazada de muerte y a punto de desaparecer. Así, en uno de los artículos que componen esta obra señala tras citar a Ganivet: «El respeto a la libertad metafísica nos llevará a un sistema político en que la autoridad pueda (y acaso deba) coartar la libertad del hombre para el mal...», afirmación que parece anunciar los acontecimientos posteriores. Gonzalo Redondo concluye así su referencia al autor: «El tradicionalismo católico que intentaba revivir en los años de entreguerras como medio de dar respuesta a la crisis cultural, vino a coincidir, aunque desde supuestos distintos, con los fascismos que por esos mismos años intentaban también introducir un cierto orden en sociedades confusas, mediante la voluntad tensa de gobernantes carismáticos. Maeztu, como vemos, no escapó a este problema. Y tampoco escapó Maeztu de la admiración por el hombre que en aquellos momentos parecía la encarnación de la fuerza de la tradición decidida a configurar un pueblo entero: Adolf Hitler»

Gustavo de Maeztu, La fuerza

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