Enrique de Vedia, en el tomo primero de sus Historiadores primitivos de Indias (BAE, Madrid 1852) escribe así sobre Francisco López de Gómara (1511-1566): «Ignoramos absolutamente las circunstancias de los padres de Gómara, así como su infancia, y sólo sabemos que su familia era distinguida, y que fue enviado a la universidad de Alcalá, célebre entonces y de importancia por el impulso que había dado en ella a los estudios el gran cardenal Jiménez de Cisneros, celoso promotor de aquellas enseñanzas: es probable que a su salida de la universidad, donde afirman desempeñó con brillantez la cátedra de retórica, se ordenase de sacerdote, y que entonces, y con este sagrado carácter, pasase a Roma, en donde, según dice él mismo en los capítulos 3º y 10º de su Historia general de las Indias, trató con intimidad a Saxon Gramático, famoso historiador de Alemania, y al arzobispo de Upsala, Olao Magno, que ilustró las antigüedades y la historia de los pueblos septentrionales, y el cual refería en sus conversaciones a Gómara muchas cosas de aquella tierra y navegación.
»A su vuelta de Roma es cuando debió entrar al servicio de Hernán Cortés, ya marqués del Valle, como capellán de su casa y familia, es decir hacia los años de 1540 en que aquel ilustre guerrero se restituyó a la metrópoli: y no parece errada la conjetura de Roberston, que presume comenzase entonces a escribir su Historia de las Indias por complacer a su patrono y favorecedor: para este trabajo se valió de las noticias comunicadas por el mismo Hernán Cortés y por otros conquistadores, de los cuales cita en el capítulo 72 de su Crónica de la conquista de Nueva-España, a Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría; y no le serían de menos auxilio los datos que debieran suministrarle personas eminentes y peritas en las cosas del Nuevo-Mundo, entre ellas Pero Ruiz de Villegas y el famoso navegante Sebastián Gaboto, jueces de la comisión de demarcación de los límites que para distribuir los descubrimientos entre España y Portugal se estableció por consejo del papa Alejandro VI; a quienes asegura alcanzó en vida. Sea como fuere, lo cierto es que, consagrado a esta tarea, la dio término y publicó el año de 1552 en Zaragoza, dedicando la primera parte o Historia de las Indias al emperador, y la segunda o Crónica de la conquista de Nueva-España a don Martín Cortés, hijo y heredero del conquistador. El libro de Gómara fue acogido con aplauso, y lo prueban bien las reimpresiones hechas el año siguiente de 1553 en Medina del Campo, y las de 1554, una en Zaragoza y otra en Amberes; tampoco dejó de tener aprecio en el extranjero, donde se buscaban con afán noticias de la América, y principalmente por conducto de los españoles, como primeros descubridores della. Por esto sin duda se tradujo la obra de Gómara al italiano, al francés y parte de ella al latín.
»En medio de las satisfacciones que naturalmente causaría a Gómara el éxito brillante de su trabajo, tuvo el disgusto de que lo que a todos agradaba no agradase al gobierno; y se sabe que, por una cédula del príncipe don Felipe, expedida en Valladolid a 17 de Noviembre de 1553, y refrendada del secretario Sámano, se mandó recoger y llevar al Consejo cuantos ejemplares se hallasen de su libro, imponiendo la pena de doscientos mil maravedís de multa a quien en adelante lo imprimiese o vendiese. Pregonada esta providencia, se notificó al año siguiente a once libreros de Sevilla, y se procedió a recoger algunos ejemplares. Antonio de Leon Pinelo, que menciona este hecho en su Biblioteca oriental, occidental y náutica, la califica de historia libre; y dice que esta circunstancia produjo la cédula del Consejo de Indias que hemos citado. Dejamos a Gómara ocupado en su tarea en casa de Fernando Cortés, a quien acompañó a la expedicion de Argel, pues en el capítulo en que trata de ella dice terminantemente: “yo, que estaba allí”; y es de creer que permanecería en ella hasta la muerte de este insigne conquistador, ocurrida en Castilleja de la Cuesta, pueblo a las inmediaciones de Sevilla, el 2 de Diciembre de 1547 (...)
»El libro de Gómara sobre América, que en un principio disfrutó tan aventajado concepto, decayó luego con la publicación de otros, y especialmente con la de la Verdadera historia de la conquista de Nueva-España, por Bernal Díaz del Castillo, que fue uno de los individuos que tomaron parte activa en aquella expedición memorable, y que como testigo de vista acometió la empresa de corregir las inexactitudes y errores de Gómara: su libro no está escrito más que para este fin; y así, ataca continuamente al primer historiador con un encono y una violencia que degeneran a veces en injusticia; de aquí la notable diferencia entre los dos escritores: Gómara se propuso enaltecer a Cortés, atribuyéndole casi exclusivamente la gloria de la conquista, y Bernal Díaz trató de probar que la gloria era de todos, porque el consejo, las resoluciones y la ejecución eran comunes a todos ellos. Tan distante de la verdad y la justicia consideramos al uno como al otro: los distinguidos capitanes y valientes soldados que acompañaban a Cortés contribuyeron indudablemente con su heroica constancia y aliento al triunfo, y el genio superior de su capitán supo aprovechar estos elementos y los que le proporcionó su sagaz política para llevar a cabo uno de los hechos más sorprendentes y singulares que menciona la historia. Ni Cortés por sí solo y sin sus compañeros hubiera ganado el imperio mexicano, ni ellos, por animosos y resueltos que fuesen, hubieran conseguido el mismo resultado sin tener al frente un hombre tan extraordinario y privilegiado.
»Pero es preciso confesar que en el fondo no le falta razón a Bemal Díaz, particularmente en punto a las noticias y relaciones de que se valió Gómara para formas su libro, porque indudablemente fueron poco fieles. La misma acusación le hizo el inca Garcilaso de la Vega, que refiriendo en el capítulo 40 del libro 5º de sus Comentarios reales, parte II, el lance que se cuenta de Carbajal, cuando dijo a Diego Centeno, que le fue a visitar estando en capilla, que no le conocía, porque nunca le había visto sino por la espalda, añade que esta especie es un cuento infundado y ajeno de la dignidad de Diego Centeno, y hasta de la noble franqueza militar de Carbajal; dice luego ser extraño que Gómara diese crédito a esa vulgaridad; y lamentándose de su falta de tino en punto a noticias, menciona el caso que le sucedió en Valladolid con las siguientes palabras: “Es así que un soldado de los más principales y famosos del Perú, que vino a España poco después que salió la historia de Gómara, topándose con él en Valladolid, entre otras palabras que hablaron sobre el caso, le dijo que ¿por qué había escrito y hecho imprimir una mentira tan manifiesta, no habiendo pasado tal? A las cuales respondió Gómara que no era suya la culpa, sino de los que daban las relaciones nacidas de sus pasiones. El soldado le dijo que para eso era la discreción del historiador, para no tomar relación de los tales, ni escrebir mucho sin mirar mucho, para no disfamar con sus escritos a los que merecen toda honra y loor. Con esto se apartó Gómara muy confuso y pesante de haber escrito lo que levantaron a Carbajal, en decir que no conocía a Diego Centeno.”
»Estos errores materiales, y la circunstancia de haber caído en el desagrado del Consejo de Indias, condenaron la obra de Gómara a una especie de olvido injusto, y la prohibición duró hasta el año de 1727, en que sin duda las diligencias del erudito don Andrés Gonzalez Barcia lograron levantar aquel entredicho, para poder darla lugar en su Colección de historiadores primitivos de las Indias Occidentales.
»Se ignora la fecha de la muerte de Gómara y todo lo relativo a los últimos años de su vida; y hasta careceríamos de la noticia de su estancia en Valladolid hacia 1556 ó 57, sino por las palabras del inca Garcilaso que hemos citado anteriormente. Según don Nicolás Antonio, escribió, además de su Historia general de las Indias y la Crónica de la conquista de Nueva-España, una Historia de Horruc y Haradin Barbaroja, reyes de Argel, que dedicó a don Pedro de Osorio, marqués de Astorga. En la biblioteca del célebre conde de Villaumbrosa existía también un códice manuscrito de nuestro autor, intitulado: Los anales del emperador Carlos V; y finalmente, él mismo declara en el capítulo 40 de su Conquista de Nueva-España, al referir la guerra de las naves de Cortés, que Horruc Barbaroja hizo la misma hazaña, pues mandó incendiar siete galeotas y fustas para tomar a Bujía, y que contaba este hecho de guerra con todos sus pormenores, en un libro que había escrito, llamado Batallas de mar de nuestros tiempos. La persona que nombra puede hacer presumir que don Nicolás Antonio padeció algún error al citar la historia de los Barbarrojas, de Gómara, y que este libro era el de las batallas de mar.
»Lo que nadie puede quitar a Gómara es la gloria de haber ilustrado una época importante de nuestra historia nacional de un modo agradable y ameno: su estilo es fluido, natural, elegante y lleno de atractivo, y su lectura descubre los no comunes conocimientos del autor en astronomía, geografía y navegación. Estas calidades bien pueden compensar alguna falta de exactitud en los hechos, sobre todo cuando se refieren bajo la fe de otras personas, pues Gómara, según las mejores noticias, nunca pasó el Atlántico, y no sabemos en qué autoridad le hizo residir cuatro años en América monsieur Bocous, autor de su artículo en la Biografía universal de Michand.
»La obra de Gómara se publicó, según hemos dicho, por primera vez en 1552: edición que hemos tenido presente, hecha en Zaragoza; repitióse en 1553 en Medina del Campo, por Guillermo de Millis, y en 1554 en Zaragoza, por Pedro Bernuz y Agustín Millán; en Amberes la imprimieron el mismo año Martín Nucio y Juan Steelsio. Agustín Gravaliz, natural de San Sebastián, la tradujo al italiano y la imprimió en Venecia en 1560 y 1565; y Lucio Mauro hizo una nueva versión a la misma lengua, que dio a luz en Roma en 1556. Además se hizo un extracto de su obra, con el título de Descripción y traza de todas las Indias, que se imprimió en Amberes en 1553. Martín Fumée, señor de Genille, la tradujo al francés y la imprimió en París en 1578, reproduciéndose luego en 1584, 87, 97 y 1605. Esta multiplicidad de ediciones en la lengua nativa y en las dos principales de la Europa en aquel tiempo, es un testimonio irrecusable del mérito de Gómara y del interés conque el mundo civilizado miraba las empresas de los españoles en América; todavía la volvió a imprimir, aunque con grandes supresiones, don Andrés González de Barcia, y tenemos entendido, si bien no hemos conseguido verla, que se publicó años pasados una nueva edición en Caracas.»
Mapa en la edición de Amberes 1554 |
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