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sábado, 9 de enero de 2016

Luis Astrana Marín, Gobernará Lerroux

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Luis Astrana Marín (1889-1959) es periodista prolífico, estudioso de la literatura, traductor de varias lenguas, divulgador con éxito… Pero su monumental biografía de Cervantes, sus ácidas críticas a afamados plagiarios, su completa traducción de Shakespeare, no ocultan su interés por la política durante los años treinta. Se alineará con los radicales, el principal partido republicano y el único de esta orientación que dispone de una implantación respetable y que cuenta con auténticas bases sociales. Nigel Townson lo caracteriza así:

«En 1931, el Partido Radical, con diferencia el mayor de los partidos republicanos, fue una parte importante de los gobiernos republicano-socialistas; en 1932-33 se convirtió en la principal oposición a los gobiernos de izquierdas o republicano-socialistas; y de 1933 a 1935 pasó a ser la principal fuerza de gobierno. En un régimen que a menudo se ha considerado rehén de extremismos de izquierda y derecha, los radicales constituyeron una opción centrista de formidables proporciones.» (La república que no pudo ser. La política de centro en España (1931-1936), Madrid 2002, p. 15.)

La obra que presentamos es un excelente ejemplo del periodismo político de la época. Su carácter estrictamente militante y propagandístico ―utilitario por tanto― es patente. Recoge dieciséis artículos publicados en la prensa a lo largo de 1931, principalmente tras la aprobación de la nueva constitución y la consiguiente salida del gobierno de Lerroux, que quiere proponerse como alternativa al gobierno de los republicanos de izquierda coaligados con los socialistas, a los que acusa de traicionar los objetivos propuestos al traer la república.

Esta pureza radical le lleva a condenar por igual el monarquismo (y acusar de exmonárquicos a numerosos altos cargos de la nueva situación), al clero (y lamenta no haber llevado a cabo su depuración y expulsión de todas las órdenes religiosas durante la revolución), a la derecha republicana (y especialmente a Miguel Maura), al voto femenino (que abre las puertas a la reacción), a los socialistas (accidentalistas en cuanto a la República), a los nacionalistas catalanes (que «han creado una bandera... con una estrella solitaria, para indicar que son un algo independiente y aparte; han falsificado una lengua…); y, al mismo tiempo, admirar las realizaciones soviéticas en Rusia.

La solución que propone es por tanto la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones en las que está seguro de la victoria de Lerroux, una vez deshecha la conjunción republicano-socialista. Sin embargo el futuro será muy diferente: las elecciones se retrasarán, y cuando finalmente lleguen, ofrecerán un resultado muy diferente: Para abrir las puertas del poder, se verá obligado a pactar con la nueva derecha católica que, ideológicamente, no puede estar más distante de los radicales… Como resultado, partido y líder evolucionarán, y limarán sus aristas más punzantes, ganándose la enemiga de sus antiguos compañeros revolucionarios. El mismo autor de Gobernará Lerroux se transformará progresivamente, lo que le permitirá salir bien parado de una condena por pertenencia a la masonería, tras la guerra civil.

Un último detalle. El texto adolece de las condiciones en que se escribe, premura, oportunismo político, trazo grueso que caracteriza a toda propaganda… Y sin embargo, no deja de admirarse la pluma de Astrana Marín. En estos ocasionales artículos brillan continuas citas y referencias, bien traídas y sin ningún carácter de mero adorno presuntuoso: Cervantes, Shakespeare, Quevedo, Argensola; pero también Freud, Dillon… 


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