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sábado, 12 de marzo de 2016

Luis Gonçalves da Câmara, Autobiografía de Ignacio de Loyola

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Presentamos un buen ejemplo de historia oral del siglo XVI. El autor recoge directamente del personaje la narración de su vida, con el propósito de documentarla fielmente para la institución a la que ambos pertenecen. Transcribirá casi toda ella en castellano, excepto una parte que lo hace en italiano, en función del amanuense de que puede disponer. Y las copias circularán manuscritas rápidamente, dando lugar a una auténtica memoria histórica. Aunque comúnmente es denominada Autobiografía (y en algunas ediciones se ha sustituido la tercera persona por la primera), parece conveniente no obviar la presencia constante en el texto del memorialista Gonçalves, que aun respetando la esencia de lo comunicado, naturalmente lo filtra desde su propia percepción de Ignacio de Loyola. La conservación y transmisión del texto, además, dentro de la propia orden (no se editará hasta 1904), no excluye la posibilidad de otros filtros menores.

J. Ignacio Tellechea Idígoras, en su Ignacio de Loyola. Solo y a pie, abunda así en este aspecto: «Increíble, por no decir sospechosamente, no se conservan los papeles originales de Câmara, aunque sí muchas copias y la versión latina muy temprana del texto destinado a manos de la ya internacional Compañía. ¿Cómo explicar la desaparición de semejante reliquia, tan codiciada y tan laboriosamente alcanzada? En el texto actual se liquidan en dos líneas las travesuras de mancebo, tan clara, distinta y circunstancialmente contadas por Ignacio. Nos consta que las refirió. ¿Las puso por escrito Câmara? ¿Fue respetuoso con la sinceridad del hombre o le venció el respeto al santo? En cualquier caso es lamentablemente sobrio en el inicio del relato que actualmente poseemos, cuya primera copia es la llamada de Nadal, hombre excesivamente empeñado en teologizar sobre los episodios edificantes de Loyola y en convertirlos en espejo de la Compañía recién nacida. Con ello perdemos contacto con el hombre Ignacio, más proclive a contar sus flaquezas que sus carismas.»

En cualquier caso, nos encontramos con una voz viva y directa que nos llega desde el abigarrado mundo del humanismo y reformismo renacentista.

Luis Gonçalves da Câmara nació hacia el año 1519 en la isla portuguesa de Madeira, de la que era gobernador su padre. Estudió en París, donde obtuvo el grado de Maestro en Artes, y entró en contacto con los compañeros de Ignacio de Loyola. Más tarde regresa a Portugal, donde estudia Teología en Coimbra, e ingresa en la Compañía de Jesús. Su vida transcurrirá desde entonces en su país, salvo breves estancias en Valencia, Tetuán, entre 1553 y 1555 en Roma (cuando redactará el texto que presentamos), y otra vez en 1558-59. Su regreso definitivo a Portugal se produjo al serle encargada la educación del niño rey Sebastián, lo que sumerge en la brillante corte lisboeta y en el ámbito de los conflictos entre la abuela y el tío del monarca, los dos sucesivos regentes. Gonçalves morirá en 1575; su antiguo discípulo el joven rey Sebastián (cuenta apenas 20 años), expresará la pena por su muerte, ignorando que apenas le sobrevivirá otros tres...



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