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viernes, 27 de septiembre de 2019

Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz


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Escribe Lourdes Royano Gutiérrez, en su Marcelino Menéndez Pelayo frente a sor Juana Inés de la Cruz: «Una mujer adelantada a su tiempo, increíblemente inteligente, que ya desde niña compone loas, conoce el latín, lee todos los libros que están a su alcance y desde los trece años vive en la Corte del virrey marqués de Mancera, hasta los dieciséis años en que ingresa en un convento como religiosa hasta su muerte. Su personalidad es interesante, su obra lo suficientemente atractiva para la investigación histórica. Porque ser monja, escritora de encargo, poetisa, investigadora y defensora de la mujer puede parecernos interesante o incluso común; pero serlo en México, en el siglo XVII, es extraordinario. Y solo esa clara condición de saberla diferente en un mundo diseñado para la mujer desde la cuna, nos hace acercarnos con cierta expectativa a su obra. Cuando luego comprobamos que sus versos amorosos son de una calidad insuperable para cualquier poeta de su tiempo no podemos menos que reconocer las palabras justas de Menéndez Pelayo cuando afirma que sor Juana es superior a todos los poetas del reinado de Carlos II (…)

»A su afán de saber, hay que añadir la importancia y fama que logró en su momento histórico. Sor Juana vivió sumergida en la vida literaria, se escribe con profesores, poetas de México y España, teólogos... incluso llega más lejos y se opone rebatiéndolo a un sermón del padre jesuita Antonio de Vieyra, célebre por sus prédicas. Su Carta a sor Filotea de la Cruz obra muy estudiada por los investigadores, es un rico y brillante documento autobiográfico, de los más hermosos que existen en castellano, un género poco frecuente hasta el siglo XX. Incluso al lector de hoy le sorprende la propiedad de su lenguaje filosófico, la exactitud de las citas bíblicas y sobre todo la habilidad con que somete a crítica y va rebatiendo los argumentos de Vieyra, a los que encuentra siempre el punto débil que atacar y, al mismo tiempo, mostrar su agudeza. La respuesta a sor Filotea no es autobiografía propiamente dicha sino la narración de la evolución de sus conocimientos; si se prefiere la autobiografía de su saber: cómo aprendió, por qué pensó... Sus palabras al respecto son muy claras:

»El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena; que les pudiera decir con verdad: Vos me coegistis. Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones ―que he tenido muchas―, ni propias reflejas ―que he hecho no pocas―, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: Su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aun hay quien diga que daña. Tesis y vida se funden en una respuesta magistral. La tesis de la conveniencia y el derecho de la mujer al campo intelectual y su propia autobiografía mental: pide la igualdad de conocimientos con el hombre.»

viernes, 20 de septiembre de 2019

El voto femenino: debate en las Cortes de 1931

Clara Campoamor

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Desde principios del siglo XX las reclamaciones para el reconocimiento del derecho del voto femenino en España, existentes desde tiempo atrás, se hacen más frecuentes en la vida política: aumenta el asociacionismo de mujeres en todo el arco ideológico y en todos los campos sociales, así como su presencia activa en los medios de comunicación y en la vida de la cultura. En 1907 se produce el primer intento de modificar en este sentido la legislación electoral, aunque sin éxito alguno. Otras enmiendas y proyectos de ley se presentarán en 1908 (por parte de un senador conservador y, de forma independiente, por un grupo de diputados republicanos), y en 1919, por parte de un diputado conservador.

El primer reconocimiento legal del voto femenino tuvo lugar apenas iniciada la dictadura del general Primo de Rivera. En 1924 se aprobó el Estatuto municipal redactado principalmente por Calvo Sotelo, que reconocía el derecho a voto en las elecciones de Ayuntamientos a las españolas mayores de veintitrés años, no sujetas a la patria potestad, autoridad marital, ni tutela, que fuesen vecinas con casa abierta. Consecuencia de ello fue el nombramiento de las primeras mujeres concejales y, en 1927, el de de trece mujeres como miembros de la Asamblea Nacional reunida por el dictador. Entonces, en el Anteproyecto constitucional que se elaboró, se amplió el reconocimiento del voto femenino y se estableció el voto para todos los españoles mayores de 18 años, sin distinción de sexo. Ahora bien, estos cambios se produjeron en un régimen autoritario, en el que no se reconocían las libertades políticas básicas, y en el que no existían elecciones libres, y con su hundimiento quedaron truncados dichos cambios.

En 1931 se produjo la proclamación de la República, con un propósito expreso de democratización de la vida política española. Sin embargo, el gobierno provisional no mantuvo los avances establecidos por la dictadura respecto al voto femenino. La vieja Ley electoral liberal fue modificada, pero sólo concedió a las mujeres el sufragio pasivo, es decir el derecho a presentar su candidatura y ser votadas, y no el sufragio activo, es decir el derecho al voto. Para cambiar la situación hubo de esperarse a la elaboración de la nueva Constitución. Los debates a que dio lugar, tanto en la Comisión correspondiente como en el Pleno de las Cortes, fueron extensos y acalorados, fruto de la división de opiniones en el seno de la mayoritaria conjunción republicano-socialista, dominante entonces, e incluso en el seno de cada uno de los partidos que la componían. El voto femenino fue rechazado sobre todo por sectores radicales y radical-socialistas por motivos de oportunidad: se temía que las mujeres apoyaran en buena medida a las derechas no republicanas.

Este debate se desarrolló en varias sesiones, principalmente en septiembre de 1931, y concluyó con la definitiva aprobación del voto femenino en iguales condiciones que los varones. Aunque intervinieron una treintena de diputados, la voz principal a la que puede atribuirse el resultado fue la de la republicana radical Clara Campoamor, que tuvo que combatir la oposición de miembros de su propio partido, de los radicales-socialistas (entre los que estaba Victoria Kent), y de otros grupos republicanos. Presentamos un completo extracto de las sesiones celebradas entre los días 1 de septiembre y 1 de octubre de 1931, tomadas del Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la República Española.

Parte de los miembros de la Comisión Constitucional en las Cortes de 1931

viernes, 13 de septiembre de 2019

Hartmann Schedel, Crónicas de Nuremberg


Tomo I  |  PDF  |  EPUB  |  MOBI  |
Tomo II  |  PDF  |  EPUB  |  MOBI  |
Tomo III  |  PDF  |  EPUB  |  MOBI  |

Hartmann Schedel (1440-1514) fue un humanista, médico e historiador alemán, impulsor y autor de uno de los incunables más bellos, el Liber chronicarum, más conocido como las Crónicas de Nuremberg. Lo editó doblemente en latín y en alemán en 1493, e incluye casi dos millares de grabados en madera (un buen número de ellos repetidos), obra de Michael Wolgemuth y Wilhelm Pleydenwurff. La voluminosa obra contiene una completa historia del mundo, según la concepción tradicional cristiana que se inicia con san Agustín y que amalgama la historia bíblica con las concepciones historigráficas clásicas, como vemos en las Historias contra los paganos del Paulo Orosio. El decurso del tiempo se divide en seis edades, a la que algunos añadirán una séptima y concluyente, el fin de los tiempos. La presente obra narra las cuatro primeras edades a partir del Antiguo Testamento, pero se centra sobre todo en la quinta (desde la deportación de Babilonia) y la sexta (desde el nacimiento de Cristo), lo que le permite explayarse con la historia griega, romana y la que por ese tiempo va a proponerse denominar medieval. Al final se incluye una somera geografía del mundo. Pero la razón por la que presentamos en Clásicos de Historia esta obra es la riqueza informativa de sus grabados. Rosario Quirós los presenta así en el excelente blog La Cámara del Arte.

«Las más de 1.800 ilustraciones, realizadas en los talleres de Wolgemuth, en el que aprendía el joven Durero, y Pleydenwurff, son imágenes de muy variada temática: religiosa, mitológica, histórica y geográfica, ofreciendo además un amplio repertorio de vistas de ciudades. Estas vistas son lo más característico del Liber Chronicarum y de ellas una tercera parte son reconocibles por su topografía y edificios principales, reproduciendo fortificaciones, puentes, palacios e iglesias con rasgos de los estilos arquitectónicos locales. Mención especial merece la vista de Nuremberg, ciudad del editor, a doble página completa, con indudable carácter propagandístico. La obra contiene, además, dos mapamundis: el primero, basado en la configuración de Ptolomeo; el segundo, un mapa de Europa Central y Oriental, y además el primero que aparece en un libro impreso. Las ilustraciones realizadas con grabados a página completa son auténticas obras maestras dentro de la técnica. Ejemplo de ello es la primera ilustración que aparece, dando comienzo a la primera parte, un retrato de Dios entronizado en el momento de la creación del mundo. Toda esta parte está repleta de grandes ilustraciones con escenas del Génesis, incluyendo la creación de Adán, el Pecado original y el Arca de Noé. Por lo general, estas xilografías de mayor tamaño se utilizan para representar los eventos más importantes, recurso también empleado en las laboriosas ilustraciones referentes al Apocalipsis, muy detalladas y cargadas de un expresionismo propiamente centroeuropeo.

»Contiene cientos de retratos acompañados de breves reseñas biográficas, estos se ubican a los lados izquierdo y derecho intercalando el texto e incluyen a personajes históricos en ocasiones acompañados de su genealogía, que desde una perspectiva textual eran muy difíciles de descifrar, motivo por el que los ilustradores emplearon varios diseños para explicar claramente las relaciones familiares altamente complejas descritas en el texto. Además de dioses y reyes, también nos encontramos retratados a filósofos, como Sócrates, Platón o Aristóteles, dramaturgos como Sófocles, y Cleopatra, faraona ptolemaica, entre otros eruditos medievales. Es interesante notar que todos ellos visten con ropajes de época contemporánea a la creación del libro, del mismo modo en que se hacía en las pinturas de la época. Junto a los relatos de la vida y sufrimientos de múltiples mártires y santos reconocidos, a modo de hagiografía, aparecen su retratos o representación de sus martirios, a veces mostrándonos escenas con cierto nivel de acción, como la Judith que porta la cabeza de Holofernes, a quien acababa de decapitar, o las crudas escenas del martirio de San Bartolomé. Las razas imaginarias también tienen su lugar, son fantasiosas criaturas de origen mitológico y medieval, seres marginados, que viven en los extremos más externos del mundo, lugares inhabitables que no aparecen en los mapas.»

Incendio de la Biblioteca de Alejandría por las tropas de Julio César

viernes, 6 de septiembre de 2019

Conrad Cichorius, Los relieves de la Columna Trajana. Láminas

Trajano
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La llamada Columna Trajana de Roma fue construida en piedra y mármol por Apolodoro de Damasco en 113. Estaba situada en el foro de Trajano, en un patio limitado por las Bibliotecas griega y latina, frente al templo dedicado a este emperador. Mide 39,81 m. de alto por 3,83 m. de diámetro. El alto podio cúbico sobre el que se levanta, decorado con relieves de trofeos militares, acoge una cella que contuvo las cenizas del emperador. Desde allí, una escalera de caracol de 185 escalones conduce a lo más alto de la columna. La basa es un gran toro esculpido como corona de laurel, y el fuste culmina en un gran capitel dórico que sostenía una estatua en bronce del emperador (sustituida siglos después por un San Pedro).

Pero lo que nos interesa es el fuste. Está cubierto por un friso helicoidal de más de 200 metros lineales por un metro de alto, y narra dos campañas dirigidas contra los dacios (región del Danubio) por el propio emperador entre los años 101 y 106. Es una narración continuada: los episodios se suceden uno tras otro pero no se confunden, aunque no hay un marco de separación entre ellas. Destaca el realismo y detallismo de sus 2.500 figuras (los setenta retratos de Trajano con diferentes indumentarias, los soldados romanos, los bárbaros) y de sus escenarios naturales y arquitectónicos.

Asistimos a escenas muy variadas: marchas de los romanos y de los bárbaros, fortificaciones, combates, arengas, construcción de puentes o fortificaciones, etc., desde los aspectos más crudos (un legionario avanza atenazando con los dientes los cabellos de un enemigo al que acaba de decapitar), hasta los más benévolos (el emperador acoge generosamente a los enemigos derrotados). En cualquier caso, el elemento que unifica toda la acción es Trajano, que acude en los momentos difíciles, toma las decisiones, e interviene en la batalla como un simple soldado. La glorificación del emperador queda realzada, además, con la presencia de elementos simbólicos y míticos (augurios, genios) que, por contraste, hacen más real la narración.

El historiador alemán Conrad Cichorius (1863-1932) publicó en 1896 un completo estudio sobre los relieves de la Columna Trajana, del que proceden las láminas que aquí reproducimos.