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lunes, 30 de agosto de 2021

Joseph-Anne-Marie de Moyriac de Mailla, Histoire generale de la Chine ou Annales de cet Empire traduites du Tong-Kien-Kang-Mou

Zhu xi

De Joseph-Anne-Marie de Moyriac de Mailla (1669-1748), matemático y lingüista, comunicamos en su día una selección de sus cartas desde Pekín, auténticos informes rigurosos que dirige a los superiores de la Compañía de Jesús para ponerles al tanto de los conflictos que periódicamente se producen y afectan a la marcha de la misión. Son consecuencia del choque cultural que supone la introducción y difusión del cristianismo y de otros valores occidentales en el seno de la milenaria civilización china. Pero el padre Mailla destaca sobre todo por su labor como historiador, al emprender la traducción de una de las obras cumbres de la historiografía china, de compleja elaboración. El erudito Sima Guang (1019-1086), en tiempos de la dinastía Song, compiló la historia de China desde el siglo V a. C. en su Zizhi Tongjian (Espejo completo en ayuda de la gobernanza), en 294 volúmenes. Un siglo después, los discípulos del confuciano Zhu Xi (1130-1200), basándose en las enseñanzas de su maestro elaboraron el Tongjian Gangmu (1172), extracto del anterior, y al mismo tiempo reinterpretación crítica. Con la dinastía Quing fue traducida al idioma manchú con el título Tung giyan g’ang mu, y fue esta versión la que usó el padre Mailla para su traducción al francés. Se publicará póstumamente en París entre 1777 y 1783, al cuidado del abate Grossier y de M. Le Roux des Hautesrayes, con el título Histoire générale de la Chine, ou Annales de cet Empire traduites du Tong-Kien-Kang-Mou, en trece volúmenes, los dos últimos a cargo de los editores. A partir de entonces constituirá la principal fuente para el conocimiento de la historia china en Occidente.

Tomo I (1777)
Discours préliminaire de M. l’Abbé Grosier
Observations de M. Deshautesrayes
Préface
Lettres du P. de Mailla a M. Freret en réponse a ses dissertations
Princes antérieurs a la premiere dynastie.
Premiere dynastie. Les Hia (2205 a. C.)
Seconde dynastie. Les Chang (1776 a. C.)
Troisième dynastie. Les Cheou (1122 a. C.)

Tomo II (1777)
Suite de IIIe dynastie, des Tcheou (966 a. C.)
Quatrième dynastie. Les Tsin (249 a. C.)
Cinquième dynastie. Les Han (206 a. C.)

Tomo III (1777)
Suite de la Ve dynastie, des Han (140 a. C.)

Tomo IV (1777)
Suite de la Ve dynastie, des Han (194 de C.)
Sixième dynastie. Les Heou-han, ou les Han postérieurs du San-koué (221)
Septieme dynastie. Les Tçin (264)

Tomo V (1778)
Huitième dynastie. Les Song (420)
Neuvième dynastie. Les Tsi (480)
Dixième dynastie. Les Leang (502)
Onzième dynastie. Les Tchin (557)
Douzième dynastie. Les Soui (590)

Tomo VI (1778)
Treizième Dynastie. Les Tang (619)

Tomo VII (1778)
Suite de la XIIIe dynastie. Les Tang (888)
Quatorzième dynastie. Les Heou-léang ou Léang postérieurs (907)
Quinzième dynastie. Les Heou-tang ou Tang postérieurs (923)
Seizième dynastie. Les Heou-tçin ou Tçin  postérieurs (937)
Dix-septième dynastie. Les Heou-han ou Han postérieurs (947)
Dix-huitième dynastie. Les Heou-tchéou ou Tchéou postérieurs (951)

Tomo VIII (1778)
Dix-neuvieme dynastie. Les Song (960)

Tomo IX (1779)
Extrait d’une lettre du P. Amiot à M. Bertin, ministre, datée de Pé-king le 19 Novembre 1777.
Suite de la XIXe dynastie, des Song (1210)
Vingtième dynastie. Les Mongous ou Yuen (1279)

Tomo X (1779)
Vingt-unième dynastie. Les Ming (1368)

Tomo XI (1780)
Vingt-deuxieme dynastie. Les Tsing (1649)

Tomo XII (1783)
Contenant la Table Alphabétique de cet Ouvrage, précédée des Nien-hao ou noms que les Empereurs ont donné aux années de leurs règnes; d’une Nomenclature Géographique; et de trois Mémoires ou Notices historiques sur la Cochinchine, sur le Tong-king, et sur les premières entreprises contre les Chinois. Par M. le Roux des Hautesrayes.

Tomo XIII (1785)
Volume de supplément, redigé par M. l’Abbé Grosier, contenant:
     1.° La description topographique des quinze provinces qui forment cet Empire, celle de la Tartarie, des Isles, et autres pays tributaires qui en dépendent; le nombre et la situation de ses villes, l’état de sa population, les productions de son sol, et les principaux dètails de son Histoire Naturelle.
     2.° Un précis des conoissances le plus rècemment parvenues en Europe sur le Gouvernement, la religion, les moeurs et les usages, les arts et les sciences des chinois. 



lunes, 23 de agosto de 2021

Fernando de Alva Ixtililxochitl, De la venida de los españoles y principio de la ley evangélica

Retrato de desconocido, por Velázquez

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Asevera el autor: «Mi intención no es sino hacer historia de los señores de esta tierra, especialmente de D. Fernando Ixtlilxochitl, y de sus hermanos, y deudos, porque están muy sepultados sus heroicos hechos, y no hay quien se acuerde de ellos, y de la ayuda que dieron a los españoles.» Javier Ysern de la Calle en su Manuscritos americanos de la Biblioteca Histórica: Relaciones Históricas de Fernando de Alva Ixtlilxochitl ("Pecia Complutense". 2014. Año 11. Num. 20. pp. 16-31) escribe: «Gracias al Códice Chimalpopoca, un manuscrito que perteneció a Alva Ixtlilxochitl, conocemos gran parte de su genealogía. Fernando era hijo de una mestiza y un español. La sangre indígena le venía de su abuela materna, doña Cristina Francisca Verdugo Quetzalmalitzin-Huetzin, hija y heredera del cacique de San Juan de Teotihuacán y mestiza como él. Siguiendo la rama materna, su bisabuela, Ana Cortés Ixtlilxóchitl, era nieta de dos importantes gobernadores: por parte paterna de Nezahualcoyotl, señor de Tetzcoco a finales del siglo XV, y por parte materna, de Cuitlahuac, penúltimo tlatoani de Tenochtitlan, hermano y sucesor del mismísimo Motecuhzoma II. Por este parentesco con las clases gobernantes, Ixtlilxochitl ha sido ubicado habitualmente dentro de la “nobleza”.

»Como mestizo, su educación estuvo a medio camino entre la cultura europea, las creencias cristianas y las tradiciones indígenas. Así mismo, aprendió castellano y la lengua náhuatl mientras estudiaba en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, cuyos alumnos sirvieron tiempo después como intérpretes en las audiencias o gobernadores indígenas. De hecho, en 1612, a los 34 años de edad, Alva fue nombrado por mandato del virrey juez gobernador de la ciudad de Texcoco. A lo largo de los años, se le sumaron a ésta otras localidades de las que también fue nombrado juez gobernador. Poco más conocemos de su vida. Sabemos que en 1624 tuvo un hijo ilegítimo con la mujer que después sería su esposa y madre de dos hijos más. También que en 1640 ejercerá como intérprete del Juzgado de Indios. A partir de ese momento, parece haberse esfumado. Tan sólo sabemos por su partida de entierro que don Fernando de Alva Ixtlilxochitl murió en Ciudad de México el 26 de octubre de 1650.»

Fernando de Alva fue un abundante autor, especialmente de tema histórico: Sumaria relación de todas las cosas que han sucedido en la Nueva España, y de muchas cosas que los tultecas alcanzaron y supieron…; Relación sucinta en forma de memorial de la historia de la Nueva España y sus señoríos hasta el ingreso de los españoles; Compendio histórico del reino de Texcoco; Sumaria relación de la historia general de esta Nueva España; Historia de la Nación Chichimeca. Con respecto al Compendio histórico del reino de Texcoco, Edmundo O’Gorman, uno de los mayores expertos en nuestro autor, afirma que no es «primariamente una “obra histórica”, sino un documento destinado a la autoridad real y el objetivo de las diligencias fue preconstruir una prueba jurídica para apoyar una decisión favorable al otorgamiento de algún premio o merced en recompensa de aquellos servicios y reconocimiento de señorío indígena.» Y es que Fernando de Alva se lamenta: «En resolución, fue grandísimo y excesivo el gasto que tuvo Ixtlilxochitl en estas conquistas o conversión de esta tierra, como se ha visto, que no fue pequeño servicio a Dios, y a su majestad. El rey de Tezcoco quedó sin capa y sin premio, y el día de hoy se ven sus descendientes sin ningún abrigo, sólo el de Dios, y la clemencia de Felipe III nuestro señor.»

El bautizo de Ixtlilxochitl, por José Vivar y Valderrama (siglo XVIII)

lunes, 16 de agosto de 2021

José Joaquín Fernández de Lizardi, El grito de libertad en el pueblo de Dolores

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Felipe Reyes Palacios, en su Fernández de Lizardi y la comedia lacrimosa, analiza la opinión ilustrada sobre el teatro del gran publicista mexicano y primer novelista hispanoamericano con su divertido Periquillo Sarmiento. Pone de relieve la similitud de su planteamiento a este respecto con el de Jovellanos, y su rechazo hacia los indecentes mamarrachos, de gran éxito popular tanto en la vieja como en la Nueva España. Así, «ya en la época de la república, recuerda con indignación la manera cómo el pueblo novohispano se entusiasmaba viendo las comedias con que se celebraba, el 13 de agosto, la caída de México-Tenochtitlan: “Ocho o quince días se representaba sin cesar la comedia de la Conquista de México. La gente se atropellaba para verla, y al desenrollarse en el vuelo el muchacho que hacía a Santiago, el mismo pueblo ignorante y fanático se moría de gusto y celebraba a palmotazos la odiosa representación de la sangrienta conquista de sus padres, de ellos y de sus hijos venideros, y cuando el Santiago gritaba: A ellos, a ellos, Cortés valeroso, entonces este sencillo pueblo reventaba en aplausos de sus tiranos.”»

Y seguidamente se refiere así a la breve pieza teatral que hoy comunicamos: «Para celebrar entonces la nueva independencia escribe, según dice él mismo, “una cosa como comedia, bien cortita, en dos actos”, titulada El grito de libertad en el pueblo de Dolores, con el objeto de que se representara el 16 de septiembre [su aniversario]. Pero lejos de utilizar los recursos espectaculares propios de este género, como “el vuelo del muchacho que hacía a Santiago”, Lizardi trata de dignificar su asunto combinando las parrafadas patrióticas, en el primer acto, con un número literario-musical a cargo de un coro y, en el segundo, con escenas sentimentales que exaltan las virtudes caritativas del cura Hidalgo con su feligresía.» Y el resultado es la sacralización decisiva del personaje, su conversión en un ser providencial, que levanta a criollos e indios para luchar contra los españoles y por una Libertad con mayúsculas. Y como Moisés del nuevo Méjico, no le será dado alcanzar la tierra prometida… Éste es el Hidalgo que nos presenta Fernández de Lizardi.

Aunque desde los inicios de la independencia se descubren visiones más críticas (por ejemplo, la conservadora de nuestro conocido Lucas Alamán), Hidalgo permanecerá incólume en el altar de la patria largo tiempo. En 1941, el norteamericano Lesley B. Simpson, en su Many México’s, señalaba: «Hablar sobre Miguel Hidalgo resulta muy espinoso. El patriotismo mexicano ha hecho de él el Padre de la Independencia y el símbolo de la revuelta contra todos los males del antiguo régimen, el látigo de los tiranos, el amigo de los oprimidos, el hombre de México. Todo movimiento colectivo ha de tener sus símbolos y mitos. En los Estados Unidos hemos deformado a tal punto la imagen de nuestros grandes hombres que ni sus mismas madres los reconocerían. En estos últimos años, México ha deificado la figura de Hidalgo en los textos escolares y en las pinturas murales, en grado tal que ha perdido toda semejanza con el confuso y entusiasta sanguinario que aparece en los documentos de su época. El mejor partido es reconocer a dos Hidalgos: la figura simbólica y el hombre. De los dos el hombre es infinitamente el más interesante.»

El grito de Dolores. Óleo sobre lienzo. Siglo XIX.

lunes, 9 de agosto de 2021

Alonso de Ercilla, La Araucana

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«Si pensara que el trabajo que he puesto en la obra me había de quitar tan poco el miedo de publicarla sé cierto de mí que no tuviera ánimo para llevarla al cabo. Pero considerando ser la historia verdadera y de cosas de guerra, a las cuales hay tantos aficionados, me he resuelto en imprimirla, ayudando a ello las importunaciones de muchos testigos que en lo más dello se hallaron, y el agravio que algunos españoles recibirían quedando sus hazañas en perpetuo silencio, faltando quien las escriba, no por ser ellas pequeñas, pero porque la tierra es tan remota y apartada y la postrera que los españoles han pisado por la parte del Pirú, que no se puede tener della casi noticia, y por el mal aparejo y poco tiempo que para escribir hay con la ocupación de la guerra, que no da lugar a ello; y así, el que pude hurtar, le gasté en este libro, el cual, porque fuese más cierto y verdadero, se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y sitios, escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos tan pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo juntarlos; y por esto y por la humildad con que va la obra, como criada en tan pobres pañales, acompañándola el celo y la intención con que se hizo, espero que será parte para poder sufrir quien la leyere las faltas que lleva.

»Y si a alguno le pareciere que me muestro algo inclinado a la parte de los araucanos, tratando sus cosas y valentías más extendidamente de lo que para bárbaros se requiere, si queremos mirar su crianza, costumbres, modos de guerra y ejercicio della, veremos que muchos no les han hecho ventaja, y que son pocos los que con tan gran constancia y firmeza han defendido su tierra contra tan fieros enemigos como son los españoles. Y, cierto, es cosa de admiración que no poseyendo los araucanos más de veinte leguas de término, sin tener en todo él pueblo formado, ni muro, ni casa fuerte para su reparo, ni armas, a lo menos defensivas, que la prolija guerra y los españoles las han gastado y consumido, y en tierra no áspera, rodeada de tres pueblos españoles y dos plazas fuertes en medio della, con puro valor y porfiada determinación hayan redimido y sustentado su libertad, derramando en sacrificio della tanta sangre así suya como de españoles, que con verdad se puede decir haber pocos lugares que no estén della teñidos y poblados de huesos, no faltando a los muertos quien les suceda en llevar su opinión adelante; pues los hijos, ganosos de la venganza de sus muertos padres, con la natural rabia que los mueve y el valor que dellos heredaron, acelerando el curso de los años, antes de tiempo tomando las armas se ofrecen al rigor de la guerra, y es tanta la falta de gente por la mucha que ha muerto en esta demanda, que para hacer más cuerpo y henchir los escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra, y peleando algunas veces como varones, se entregan con grande ánimo a la muerte.

»Todo esto he querido traer para prueba y en abono del valor destas gentes, digno de mayor loor del que yo le podré dar con mis versos. Y pues, como dije arriba, hay agora en España cantidad de personas que se hallaron en muchas cosas de las que aquí escribo, a ellos remito la defensa de mi obra en esta parte, y a los que la leyeren se la encomiendo.»

lunes, 2 de agosto de 2021

Jaime Balmes, De Cataluña (y la modernidad)

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Escriben José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos en el primer tomo de su La Iglesia en la España contemporánea (1999): «Con Donoso Cortés, Balmes es la cumbre de la filosofía española del siglo XIX y, a la vez, como agudo observador de su época, un polemizador y periodista incansable; de él es la idea de que hay que inundar el mundo con letra impresa, se entiende que católica; en la década escasa de su vida pública, tempranamente sesgada, desde las Consideraciones políticas sobre la situación de España (1840) hasta la aparición de la Filosofía elemental (1847), funda y redacta gruesos periódicos casi sin solución de continuidad: La civilización (1841-1843), La sociedad (1843-1844), El pensamiento de la nación (1844-1846), El conciliador (1845), escribe obras polémicas y apologéticas… y síntesis filosóficas de clara didáctica.» Desde un punto de partida muy diverso, José Álvarez Junco, en su Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (2001), señala: «Las historias suelen emparejar a Balmes con Donoso Cortés, como las dos grandes cabezas del pensamiento católico-conservador español de la primera mitad del XIX, dando a entender que su propuesta política es paralela. No es así, y las sustanciales diferencias que los separan se revelan nítidamente en relación con nuestro problema de la construcción de la identidad nacional. Balmes, en general, no es tan apocalíptico y extremado como Donoso, evita los grandiosos planteamientos histórico-teológicos de éste y no tiene tanta mentalidad de tragedia y de resistencia numantina frente a los males modernos, sino que tiende a plantearse problemas inmediatos y a buscarles soluciones razonables.»

Y desde esta percepción del autor podemos acercarnos a los diez artículos que dedicó a Cataluña y a Barcelona en su La Sociedad. Revista religiosa, filosófica, política y literaria, que publicó en 1843 y 1844, desde la etapa final de la regencia de Espartero hasta el arranque de la llamada década moderada. Resulta interesante confrontar la Cataluña que observa con la que percibirán años después los particularistas, regionalistas, catalanistas y, definitivamente, nacionalistas catalanes. En primer lugar, porque Balmes parte de un nacionalismo español evidente que no necesita recalcar: lo da por supuesto, y destaca en cambio el lucido papel que Cataluña, por su actual estado, está en situación de desempeñar en aquel: «Sin soñar en absurdos proyectos de independencia, injustos en sí mismos, irrealizables por la situación europea, insubsistentes por la propia razón e infructuosos además y dañosos en sus resultados; sin ocuparse en fomentar un provincialismo ciego que se olvide de que el Principado está unido al resto de la monarquía; sin perder de vista que los catalanes son también españoles, y que de la prosperidad o de las desgracias nacionales les ha de caber por necesidad muy notable parte (...); sin extraviarse Cataluña por ninguno de esos peligrosos caminos por los cuales sería muy posible que se procurase perderla en alguna de las complicadas crisis que según todas las apariencias estamos condenados a sufrir, puede alimentar y fomentar cierto provincialismo legítimo, prudente, juicioso, conciliable con los grandes intereses de la nación y a propósito para salvarla de los peligros que la amenazan, de la misma manera que la familia cuida de los intereses propios sin faltar a las leyes y sin perjudicar, antes favoreciendo, el bien del Estado.»

Y por tanto lo que interesa a Balmes es Cataluña y Barcelona en su situación concreta caracterizada por la creciente implantación de la industria moderna, todavía excepcional en España: las polémicas proteccionismo-librecambismo; la excesiva dependencia tecnológica de los países más adelantados, que a la vez compiten para hacerse con el mercado español; la necesidad de que el desarrollo industrial sea acompañado por el crecimiento de otros sectores, por ejemplo agrícolas, aprovechando los capitales acumulados para invertir en la construcción de canales, carreteras, etc.; y, sobre todo, el previsible crecimiento de la confrontación entre patronos y obreros. Y en este sentido, la necesidad y urgencia de arbitrar auténticas políticas sociales que impidan «que la clase pobre se sumerja en aquel estado de abatimiento, postración y miseria en que la contemplamos sumida en las naciones que se jactan de marchar a la cabeza de la civilización y particularmente en aquella que se aventaja a las demás en adelantos industriales.»

Lola Anglada, Vista de la Caja de Ahorros de Barcelona en 1844