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lunes, 22 de julio de 2024

Marqués de Ayerbe, Memoria sobre la estancia de D. Fernando VII en Valençay y el principio de la Guerra de la Independencia

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En 1815 Benito Fernández Navarrete, rector de la Universidad de Zaragoza y hermano del eximio marino e historiador Juan Fernández Navarrete, pronuncia una Oración fúnebre en las solemnes exequias que, cinco años después de su muerte, se celebran en honor de «D. Pedro María Urries, Marques de Ayerve, de Lierta, de Rubi, Grande de España, Rico-Home por Naturaleza, Caballero Mesnadero del Reyno de Aragón, Senescal en el de Navarra, Gran Cruz de la Real y distinguida Orden de Carlos III, Gentil-Hombre de Cámara con exercicio. Mayordomo mayor de S. M. &c. asesinado por los enemigos del Rey y de la Pátria, en el desempeño de la mas útil é importante empresa que pudo concebirse para salvar el Estado, y para que mostrase los subidos quilates de su lealtad y patriotismo.» Formando parte de la Corte, en 1807 había tomado partido por la causa del príncipe heredero Fernando, contra la de los reyes y Godoy. Por lo que fue encausado y desterrado. Pero el éxito de ese primer golpe de estado contemporáneo que fue el motín de Aranjuez, le devolvió a su elevada posición junto al nuevo rey. Pero escuchemos al fúnebre orador:

«Pero su amor y lealtad van á ser expuestos á mayores y mas terribles pruebas. Un enemigo pérfido había ya ocupado las principales fortalezas de la Península, é introducido legiones numerosas y aguerridas hasta el corazón de nuestro Reyno. Este monstruo coronado, que Dios envió en el dia de su cólera para castigar á los Monarcas de Europa, adormecidos con el prestigio de una loca é impía filosofía, pensaba extender su colosal poder de uno á otro ángulo de la tierra, para degradar la especie humana y burlarse del Omnipotente, cuyos atributos usurpa sacrílego (…)

»La Casa de España á quien debía tan grandes, como no merecidos favores: la Corte de Madrid, que participando del contagio de temor y amilanamiento común á las demás de Europa, en fuerza de vergonzosas condescendencias habia puesto en manos de su fingido aliado sus tesoros, sus esquadras y la flor de sus Exércitos, esto no obstante se halla comprehendida en su proscripción irrevocable. Valiéndose de su política peculiar ha sembrado en aquella la división y la discordia; y á pretexto de esta y de su leonina alianza, finge tomar parte como pacificador y auxiliador, para cubrir con tan artificioso velo la negra usurpación que proyectaba. El Pueblo Español demasiado ilustrado trastorna sus maquiabélicos planes; mas mudando los medios, no desiste de su empresa, y en fuerza de mañosos y pérfidos manejos arrastra á sus dominios todos los individuos de la Real Familia.

»El Rey animado de un espíritu de paz, queriendo evitar los peligros y la efusión de la preciosísima sangre de sus amados vasallos; no abrigando por otra parte en su recto corazón sospechas sobre atentados tan inauditos como los que le preparaba el execrable Antioco de nuestro tiempo, dá la última prueba de su buena fé, poniéndose en sus manos: yá no hay remedio. El Tirano de la Europa, el Soberano mas inmoral que se ha sentado sobre Trono alguno, arranca de manos de Fernando el cetro que en ellas habian puesto la naturaleza y el voto de los pueblos (…) ¿Y qué partido tomará el Marques de Ayerve cargado de familia, viéndose precisado, si ha de seguir al Rey en su desgracia, á abandonar una Esposa amable, la educación de sus hijos y el cuidado de sus negocios domésticos? Yo bien sé que su amor y lealtad al Rey, aunque destronado, le hará ser consecuente en sus principios, y lo decidirá á acompañarlo hasta el ultimo trance de su vida (…)

»Pero todavía manifestará su lealtad mayor brillo en las difíciles circunstancias y delicada situación, á que se verá reducido en el cautiverio de Valencey. No contento el tirano con la seguridad de su presa, no perdona medio de quantos le dicta su inmoralidad para degradar el carácter de unos Jóvenes, á quienes juzgaba menos arraigados en las virtudes y en la Religión que él desconoce. Ayerve que prevee los lazos que se les arman, no omite diligencia alguna para evitarlos; y tan celoso de la vida de sus Amos, como de la conservación de su inocencia y buena fama, encuentra recursos para impedir los funestos efectos de las tramas urdidas con tan siniestros fines. Su corazón se llena de consuelo, quando alivia las penas del Monarca con las reflexiones y oportunos oficios que le proporcionan sus desvelos.

»Mas las tribulaciones crecen, y el Rey expuesto á carecer de lo mas preciso para su subsistencia (pues aun esto se le negaba) se vé en la necesidad de comisionar parte de su familia, para agenciar el cumplimiento de lo tratado acerca de sus alimentos. En tan critica sazón queda por su Mayordomo mayor el Marques de Ayerve (…) ¡Qué de sentimientos y de angustias tubo que tolerar en aquellos siete meses, al ver la mezquindad y grosería con que se iba estrechando la suerte de los Príncipes! ¡Qué de precauciones y medidas les propuso, y qué de elogios les mereció, hasta ver á su propio Rey tomar la defensa de su conducta acriminada por uno de los satélites del Tirano, que día y noche los acechaba! Ni las reclamaciones del Ministerio de Policía, ni sus temibles amenazas sirven para arredrarlo de quanto executa en beneficio de su Soberano.

»Mas aun restan nuevos disgustos que sufrir, y nuevas amarguras que apurar (… y) entre lágrimas y muestras las más tiernas de sentimiento, es separado Ayerve de la compañía de un Soberano, á quien amaba de corazón, y á quien pensaba acompañar mientras viviese. Ni la memoria, ni las pruebas de amor y gratitud que debe al Rey nuestro Señor después de su partida, ni la proporción de reunirse á su familia, pueden aliviar su dolor en tan cruel separación; y así devorado por el deseo de contribuir á su libertad, después de despreciar generosamente las fementidas promesas y ventajosos partidos que se le proponen por el Usurpador, huye con peligro de su vida para presentarse al Gobierno legítimo, y acordar con él su atrevido plan de libertar al Rey de su cautiverio (…)

»A pesar de ver inundada la Península de tropas del Usurpador; sin embargo de constarle, que todos los rincones de la España ocupados por el enemigo, se hallaban sembrados de espías ó emisarios de una sombría y abominable Policía, á cuyos inhumanos manejos se había confiado la extensión y seguridad del Imperio del Tirano; sin temer ni sus fuerzas ni sus ardides, resuelve aventurarse á tantos y tan complicados peligros por la salvación de su Rey y de su Patria. ¡Qué espectáculo, Señores! Un Grande, á quien sobraban conveniencias, á quien llamaba, con los mas poderosos estímulos, la compañía de una Esposa y de una familia llena de atractivos; que podía sin mengua de su opinión y lealtad disfrutar de algún descanso, con mejora de la suerte de sus amadas prendas; insensible á ellos lo desprecia todo, y se arriesga disfrazado á viajar sin comodidad, acompañado solo del malogrado joven Wanestron, hallando un tropiezo á cada paso y un peligro cada momento, por procurar la libertad á su Rey, y el reposo á su afligida Patria (…)

»Pero quán vanos son los juicios de los hombres, y quán quebradizos sus proyectados planes! No te será dado, Ilustre Ayerve, librar á tu Rey de su cautiverio: destinado estabas para acompañarlo en sus tribulaciones sin participar de sus felicidades. ¡Y quien sabe si éstas se hubieran trastornado! El Marques con su digno compañero atraviesa Provincias, vence peligros; y quando parecía aproximarse el cumplimiento de sus deseos, una mano pérfida ataja sus pasos, y priva á la España de las mas lisongeras esperanzas. ¡Campos de Lerin, si durante la pasada lucha habéis sido por dos veces teátro del honor, donde ha brillado con gloria el valor de los Españoles, también sois manchados con la inocente sangre de dos fieles servidores del Rey y de la Patria!»

Y en nota, ya sin trenos funerarios, narra la muerte del marqués: «En la mañana del Lunes 1.° de Octubre de 1810 salieron el Marques y su compañero el Capitán Wanestron de la Villa de Mendavia, y fueron detenidos por dos Soldados montados que preguntaron á donde iban, y pidieron los pasaportes, que no tubieron reparo en mostrarles; y satisfechos al parecer los dexaron continuar su camino: habiendo andado como un quarto de legua, advirtieron que dichos Soldados, corriendo con sus caballos, volvían para ellos, y llegando á donde estaban los detubieron; y á pretexto de que necesitaban llevarlos á presencia de su Comandante que dixeron se hallaba en Calahorra, los introduxeron en un Corral, en el que les robaron el dinero que llevaban en los bolsillos; luego saliendo de él los hicieron atravesar la Sierra del Pinar basta otro Corral llamado de Cabrera, término y jurisdicción de la Villa de Lerin; en donde después de asesinarlos á sablazos, envolvieron sus cadáveres en un monton de estiercol, de donde fueron extraídos el día 24 del mismo Octubre por la Justicia de Lerin, ignorando la calidad de las Personas, y dándoles sepultura en la inmediación del mismo.»

Presentamos las breves memorias que redactó el marqués de Ayerbe sobre estos acontecimientos durante el último año de su vida. Conservadas por su familia, las ordenó y publicó en 1893 Juan Jordán de Urriés y Ruiz de Arana, bisnieto del autor y heredero del título.

lunes, 8 de julio de 2024

Jerónimo Münzer, Viaje por España y Portugal en los años 1494 y 1495

De la Crónica de Nuremberg

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M.ª Carmen Lacarra Ducay escribe en su aportación al volumen colectivo Con otros ojos. El arte aragonés visto por los viajeros (Zaragoza 2023):

«Son escasas la noticias que se tienen de este viajero que en los años de 1494 y 1495 hizo un largo viaje, que luego publicó con el título de Itinerarium sive peregrinatio per Hispaniam, Franciam et Alemaniam, cuya parte correspondiente a nuestro país publicó el señor L. Pfandl en la Revue Hispanique, con el título de Itinerarium hispanicum, en 1920 (t. XLVIII). El manuscrito se conserva en la Biblioteca de Munich (Codex Latinus Monacensis 431, fols. 96-103), perteneciente a la biblioteca de Hartmann Schedel, famoso humanista de la ciudad alemana de Nuremberg. El hispanista italiano Arturo Farinelli (1867-1948) que había consultado el manuscrito de Münzer en la Biblioteca de Munich, recomendaba vivamente su publicación, afirmando: “Es este, según mi humilde parecer, el más interesante viaje por España de la Edad Media… Su peregrinaje por España y Portugal está diligente y ampliamente descrita en buen latín y es solo comparable al viaje famoso de Andrés Navagero, gentilhombre veneciano.”

»De su autor, que firmaba sus escritos como Hierónimus Monetarius, únicamente se sabe que habría nacido probablemente en Feldkirch (Austria), población que se encuentra en el límite occidental de la región del Tirol, en una fecha imprecisa que, no obstante, suele situarse en torno a 1460. Se supone que pertenecía a una familia acaudalada, y que en 1479, a los 18 o 20 años, recibió el grado de doctor en Medicina por la Universidad italiana de Pavía, ciudad en donde había cursado sus estudios. En 1480 trasladó su residencia a Nuremberg, donde ejerció durante algún tiempo su profesión de médico, y contrajo matrimonio, alcanzando cierta notoriedad por sus conocimientos de cosmografía y astronomía, hasta que en 1484, al declararse una epidemia de peste en la ciudad, hubo de trasladarse a Italia, donde permaneció diez años, visitando las ciudades de Roma, Nápoles y Milán (...)

»De regreso otra vez a Nuremberg, un nuevo brote de peste le obligó a abandonar por segunda vez la ciudad, en 1494, acompañado en esta ocasión por tres jóvenes amigos suyos, hijos de ricos comerciantes y mercaderes alemanes, que hablaban italiano y francés. Los cuatro juntos emprendieron viaje el día 2 de agosto de 1494 y, tras atravesar Alemania, Suiza y el sur de Francia, llegaron a Perpiñán el 17 de septiembre, y a lo largo de casi cinco meses, hasta el 8 de febrero de 1495, recorrieron los reinos de la península ibérica antes de volver a su patria (...)

»La finalidad del viaje bien pudiera haber sido la de tratar con el rey Juan II de Portugal una posible participación alemana en las empresas de Ultramar por encargo del emperador Maximiliano. Hay que recordar que Cristóbal Colón había llegado a Lisboa el 4 de marzo de 1493, tras su primer viaje, y hay que preguntarse si Münzer ya estaba al corriente del resultado del mismo. Jerónimo Münzer escribe el 14 de julio de 1493 una carta al rey Juan II de Portugal (1481-1495), sobrino del rey Enrique el Navegante, en la que propone al rey portugués una empresa marítima similar a la de Cristóbal Colón para ir en busca de las costas de Asia por el Atlántico, con el consentimiento, si no por indicación, del emperador Maximiliano de Austria (...)

»Esta circunstancia ha dado sobrados motivos para especular acerca del verdadero motivo del viaje de Jerónimo Munzer a la península ibérica, considerando, con buen sentido, que bien pudiera tratarse de un trabajo como embajador secretamente enviado por el emperador Maximilano con una doble misión: averiguar cuanto le fuera posible sobre los resultados de los primeros viajes colombinos y conocer las intenciones que al respecto se fraguaban en la Corte española y, al mismo tiempo, estudiar las posibilidades de un acuerdo de colaboración con Portugal en la empresa ultramarina.

»Existe la certidumbre de la extrema dureza de las condiciones del viaje, que fue realizado a caballo, alquilándose las monturas a los arrieros en los meses de invierno, haciendo doble jornada y cabalgando mañana y tarde. La llegada a una ciudad de los cuatro viajeros alemanes no significaba, como pudiera creerse, dedicarse al descanso sino, bien al contrario, recorrerla acompañados por atentos compatriotas o amables anfitriones que tratarían a los viajeros con especial deferencia. Jerónimo Münzer no conocía el español ni la Historia de España pero posiblemente lo hablaban alguno de los tres amigos que lo acompañaban. Él conocía bien el latín y el italiano, y en España se encontraría con numerosos mercaderes alemanes en su recorrido. En el texto se observan alusiones frecuentes al mundo conocido por su autor y por los probables destinatarios del texto, estableciendo repetidas comparaciones con las ciudades y ríos alemanes a la hora de describir los lugares que se visitan.

»Jerónimo Münzer es un viajero excepcional por muchos motivos y, especialmente, por su disposición a dejarse sorprender a cada instante, su deseo de alabar sin reticencias cuanto aparece ante sus ojos, ajeno a cualquier actitud de superioridad ante un país y unas costumbres que, necesariamente, habían de resultarle extraños. Se trata de un minucioso relato de un itinerario cuyo mayor interés reside en la multitud de preciosos detalles que proporciona acerca de la vida cotidiana en la España de finales del siglo XV, al margen de las razones que pudieran estar en su origen.

»Deben destacarse en él sus valiosas descripciones de las costumbres y situación de los moriscos del reino de Granada, cuando aún no se habían cumplido tres años de su reconquista por los Reyes Católicos (1492). La obra atesora otras muchas informaciones sobre los asuntos más dispares. Los comerciantes alemanes afincados en los lugares visitados por Jerónimo Münzer y sus acompañantes, las construcciones y los monumentos de las distintas ciudades que visitan, la variedad y riqueza de los productos agrícolas, los tesoros y riquezas que se guardaban en los templos, los gustos de la nobleza española, las curiosidades de la población morisca…»

Lorenz Fries, Tabula Nova Hispania, 1535