Desconocido. Daguerrotipo norteamericano |
Jesse Ames Spencer (1816-1898) fue un clérigo episcopaliano natural de Nueva York, al que ciertos problemas de salud le apartaron todavía joven de un ejercicio convencional de su ministerio parroquial. Por ello, y tras un viaje por Europa, Egipto y Palestina (sobre el que publicó más tarde el correspondiente libro), se centró en tareas docentes y literarias en las que acabaría destacando. A lo largo de su vida publicó numerosas obras, sobre todo de temática clásica (editó numerosos textos), religiosa, e histórica. Sin embargo, le fue bastante difícil en un principio su dedicación en exclusiva a tareas intelectuales.
Gregory M. Pfitzer, en su Jesse Spencer as Historian, señala cómo «resultó complicado dar con un trabajo intelectual serio que le proporcionara un salario digno. En 1854 entró en un período que él mismo describe como días oscuros durante el cual se vio obligado a escribir anuncios para artículos tales como betún para el calzado, imperdibles o cerveza de jengibre. Aunque desanimado por este infra dignitate, dependía, no obstante, de su escasa remuneración. Y añadió: En aquella situación, me vi necesariamente obligado a dirigir mi atención hacia otros terrenos... Junto con varias ocupaciones literarias diversas, comencé, en 1854-1855, la preparación de una obra extensa y laboriosa, a saber, la Historia de los Estados Unidos, desde el período más antiguo hasta el presente, que se publicará por entregas, con finos grabados en acero…
»Spencer creía que los historiadores norteamericanos tenían la obligación de adoptar un enfoque activo hacia el pasado. Consideró que debía recordar a los lectores la responsabilidad que conllevaba vivir su destino como norteamericanos en la década de 1850. Creía que la Providencia había trazado un rumbo especial para los norteamericanos, pero disponer de dicho plan no significaba tenerlo seguro. Los norteamericanos no podían sencillamente quedarse sentados, pasivos, como si una ignotas fuerzas controlaran su futuro; debían actuar basándose en sus convicciones morales para que no se desviarse del camino correcto. Por tanto, los historiadores no sólo habían de preservar la memoria del pasado; tenían que utilizar el pasado para mover a los ciudadanos a actuar en el presente y en el futuro.»
Esta Historia de los Estados Unidos es, naturalmente, obra de su tiempo: se centra fundamentalmente en los asuntos políticos y bélicos, tanto en su pasado colonial como en su vida independiente. Abundan las referencias a leyes y reglamentos, a disputas jurídicas, a reivindicaciones y derechos, operaciones militares y matanzas varias. Sin embargo no faltan algunos interesantes episodios en los que se incrementa lo puramente narrativo. Por ejemplo, la historias de Pocahontas, las brujas de Salem, el complot negro de Nueva York…
El autor se limita a afirmar en el arranque de la obra que «el único gran objetivo que me he propuesto ha sido presentar una narración veraz, imparcial y accesible sobre el origen, crecimiento y progreso de esta poderosa República que ahora ya se extiende de océano a océano, y que avanza, año tras año, a pasos agigantados, hacia un mayor poder e influencia entre la familia de naciones.» Pero naturalmente, es una obra cumplida, inadvertidamente nacionalista, cuyo planteamiento deriva evidentemente del Destino manifiesto del pueblo norteamericano, que justifica tanto la expulsión de los habitantes que quieren seguir siendo súbditos del rey de Inglaterra, las matanzas y deportaciones de la población india, el sistema esclavista y la discriminación de la población libre de color, las enormes ganancias territoriales por acuerdos políticos que dejan de lado a sus habitantes (Luisiana, Oregón) o directamente por la fuerza (Florida, Tejas, Nuevo Méjico, California).
Publicada esta Historia con anterioridad al estallido de la guerra civil, recoge perfectamente el conflicto latente entre el Norte y el Sur, y no sólo a causa de la esclavitud. Lógicamente, las ediciones posteriores de esta obra la amplían con la presidencia de Abraham Lincoln, la guerra, la abolición de la esclavitud y la presidencia de Johson. En cambio, la traducción española de 1873 agrega un interesante texto del ilustre periodista y editor Horace Greeley, que dirigió el New York Tribune, y que publicó asimismo The American conflict: a history of the Great rebellion in the United States of America, en dos volúmenes. Esperamos incluirlo en algún momento en Clásicos de Historia.