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viernes, 13 de diciembre de 2019

León Trotsky, Terrorismo y comunismo (Anti-Kautsky)


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En distintas entradas de Clásicos de Historia hemos comunicado varios textos encomiásticos sobre la revolución leninista, comenzando por los canónicos de Lenin y de Stalin, y prosiguiendo por el ditirámbico de John Reed. Pero también varias críticas, planteadas desde el anarquismo (Ángel Pestaña) o desde el socialismo marxista (Karl Kautsky, Fernando de los Ríos). De ellas la que tuvo mayor repercusión fue la de Kautsky, que dio lugar a una airada contestación por parte de León Trotsky en la obra que comunicamos hoy, escrita con el propósito «de descubrir las calumnias de Kautsky en las cuestiones económicas, haciendo resaltar su analogía con sus calumnias en materia política. Al empezar este trabajo —hace ya casi un año— podíamos refutar las afirmaciones de Kautsky sobre la incapacidad de los obreros rusos de imponerse una disciplina de trabajo y sufrir económicamente, señalando la alta disciplina y el heroísmo de estos obreros en los frentes de la guerra civil. Esta experiencia era suficiente para desmentir las calumnias burguesas.»

El tono y el contenido de esta obra no tiene nada de sorprendente. Estamos ante un clásico ejercicio de propaganda, en el que se denigra hasta la abyección las afirmaciones y sobre todo las intenciones del enemigo político, y se alaban hasta el sonrojo ajeno las propias. Es llamativo, sin embargo, la actualidad de que goza este debate, entre las minoritarias corrientes de la izquierda radical de hoy, quizás por sus deseos de revertir el hundimiento de toda una cosmovisión hace tres décadas. Reivindicando unos argumentos que versan sobre una realidad ya entonces inexistente, parece perseguir un convencimiento del que aparentemente se carece, pero que se quiere alcanzar en este diverso presente. En el fondo, un argumento de autoridad; entramos así en el terreno de la apologética (cuando no de la teleología). Así, Miguel Mitxitorena, en su artículo de la interesante revista digital Izquierda Revolucionaria:

«Kautsky, después de la revolución rusa de 1905, detuvo su evolución hacia el radicalismo y cuando más se necesitaba la teoría para analizar los problemas relativos a la acción de las masas, retrocedió, perdió la confianza de antes y los rasgos de pedantería escolástica que se notaban en su manera de pensar, pasaron a ocupar en él el primer plano. Después de la Revolución de Octubre de 1917, Kautsky escribe un folleto titulado La dictadura del proletariado en el que ataca a los bolcheviques (… y después otro titulado) Terrorismo y comunismo: una contribución a la historia natural de la revolución. Pero, como Trotsky explica, detrás de la fachada académico-escolástica se esconde un libelo que se hace eco de todas las mentiras y maquinaciones de la burguesía. Trotsky contesta punto por punto todas las acusaciones. Rebate el escolasticismo de Kautsky explicando cómo la correlación de fuerzas, la democracia, la violencia, no son imperativos categóricos kantianos, sino que son ideas que se concretan en un momento dado y en un lugar también concreto.»

Más adelante Mitxitorena muestra su acuerdo con Trotsky en la justificación de la represión, las medidas coercitivas, «el trabajo obligatorio, los sábados comunistas, incluso la militarización del trabajo y la utilización de parte del ejército, (son) necesarios en un momento dado si queremos salvar la revolución.» Y concluye: «Terrorismo y comunismo de Trotsky no sólo tiene un interés histórico. Es un libro plenamente actual. Hay procesos revolucionarios (por ejemplo en Latinoamérica), con sus avances y retrocesos, que van a tener que enfrentarse a situaciones (toma del poder, mantener el poder), no iguales, pero sí similares a las que afrontaron los bolcheviques. Por eso estudiar la experiencia de la revolución rusa y cómo ellos resolvían los problemas que iban surgiendo en el proceso de construcción del socialismo, es un deber de todo revolucionario. En este libro se condensa esa experiencia, se responde a las críticas de los adversarios de la revolución, los de antes y los de ahora.» En suma, Trotsky y Mitxitorena coinciden en algo muy antiguo: Si estoy convencido de que mis propósitos son buenos para todos, tengo derecho a imponerlos a todos.

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