Escribe Octavio Ruiz-Manjón en su Fernando de los Ríos. Un intelectual en el PSOE (2007): «En la primavera de 1920, Fernando de los Ríos había seguido desplegando una actividad muy grande en el debate parlamentario sobre los presupuestos del Estado, aunque el gran tema político pendiente seguía siendo el de la postura que habría de adoptar el Partido Socialista Obrero Español sobre una posible incorporación del partido a la Internacional Comunista, que se había creado en Moscú en marzo del año anterior. Después de los debates del mes de febrero en el seno del Comité Nacional, la cuestión había quedado pospuesta para el congreso de junio y, mientras tanto, Besteiro acudió a comienzos de marzo a una reunión de la Internacional Socialista en Berna, en la que quedaron patentes sus diferencias con elementos como Daniel Anguiano.
»El Congreso extraordinario del partido, para tratar del tema, se reunió a partir del 19 de junio y, en un clima agitado por la frecuencia de incidentes, Fernando de los Ríos consiguió hacer triunfar el dictamen que había redactado, en el que se abogaba por una incorporación condicionada a la Internacional comunista. Las renuncias de Besteiro y Largo Caballero le permitieron integrarse en la Comisión ejecutiva y el Congreso le encargó que fuese a Rusia, en compañía de Daniel Anguiano, para cumplimentar las condiciones del ingreso que hablaban de la autonomía del partido, del derecho de revisión de los acuerdos de la Internacional y de la política de unificación de las internacionales obreras. Era una misión que no le debió sorprender demasiado porque llevaba algún tiempo documentándose sobre el fenómeno soviético (…) En cualquier caso, las veintiún condiciones que, por aquellos mismos días, impuso un nuevo Congreso de la Internacional Comunista para la incorporación de nuevos miembros hacía muy problemático el buen resultado de la gestión de los delegados españoles.»
En septiembre de aquel año los dos comisionados españoles emprendieron su viaje hacia Rusia: París, Berlín, Tallin, Petrogrado, Moscú. En una carta a España, escribía desde Reval (el nombre tradicional germánico de Tallin): «Voy a entrar en Rusia y antes de hacerlo he leído las Consideraciones de Fichte sobre la Revolución francesa escritas cuando aún la Revolución se hallaba en los momentos de terror. ¿Acertaré a ser objetivo? ¿Veré el elemento eterno, si lo hay, que no puede menos de haberlo, dentro del fenómeno que voy a estudiar? Por lo menos yo dudo que se pueda venir con mayor vocación por la verdad.» (cit. por Ruiz-Manjón). En los algo menos de dos meses que permanecerá en Rusia, nuestro autor desplegará una considerable actividad que luego reflejará en la obra que presentamos: reuniones oficiales, visitas a instituciones, centros de trabajo, y centros de ocio, entrevistas con abundantes personalidades (Lenin ―libertad, ¿para qué?―, Trotsky, Bujarin, Zinoviev… pero también Kropotkin.)
La principal consecuencia del viaje fue que el partido socialista no entró en la Tercera Internacional, consumándose la división de los marxistas españoles con la fundación del Partido Comunista. Al año siguiente, Fernando de los Ríos publicará el libro que comunicamos. Su impresión de la Rusia soviética fue claramente negativa, aunque expresada con cierta mesura en un esfuerzo por no avivar las tensiones que se multiplicaban ante la cuestión entre marxistas y revolucionarios de todos los países. De ahí las alabanzas a los propósitos socializadores y el rechazo de los métodos empleados. Más claro había sido en la carta escrita a su mujer nada más salir de Rusia, al llegar de regreso a Tallín (también citada por el profesor Ruiz-Manjón): «Ya puedo escribirte libremente… fuera de las tenebrosidades de un mundo policíaco (…) Hoy vuelvo con una más acendrada visión de la libertad por lo mismo que he visto lo que es carecer de ella.»
Muchas gracias.
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