viernes, 18 de octubre de 2019

Theodor Herzl, El Estado Judío


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Escribe Luis Suárez en su espléndida obra Los judíos (2003): «La consecuencia más importante de este amplio movimiento antisemita fue, probablemente, el despertar de una conciencia nacional judía. En la segunda mitad del siglo XIX surgen, entre los propios hebreos, algunos grandes pensadores que se ocupan de dilucidar qué es ser judío, y establecen dos principios: los judíos, donde quiera que estén, forman una nación que se basa en la posesión de un pasado común y en la esperanza de conseguir la restauración; la política al servicio de dicha nación tiene que ser hecha por los propios judíos, y sólo por ellos. Esto no implicaba renunciar a las ayudas que pudieran venir de fuera. Dicho planteamiento tenía además la ventaja de hallarse al hilo de la evolución general que se producía en Europa, donde se estaban desarrollando los nacionalismos y donde la herencia de la Ilustración podía darse por concluida (…)

»En 1882 un grupo de estudiantes fundó en Viena la sociedad llamada Kadima. Su objetivo no estaba muy claro: se trataba de defender la cultura y cuanto el judaísmo, amenazado por ese rebrotar de los odios, significaba. Fue entonces cuando, en aquella ciudad, Nathan Birenbaum, que había creado el diario Selbstemanzipation utilizó por primera vez el término Sionismo para designar el proyecto de retorno a Tierra Santa. Surgieron adeptos, todavía en número no muy grande ni tampoco con ideas demasiado claras. En la primera reunión que los sionistas celebraron en París en 1894 no lograron establecer una organización estable. Pero entonces se sumó al movimiento el doctor en leyes por la Universidad de Viena Theodor Herzl (1860-1904), que había renunciado a la abogacía para ser periodista y se hallaba en París en calidad de corresponsal del Neue Freie Presse de su país natal, en el momento en que se celebraba el proceso contra Dreyfus. Se sintió conmovido en su dignidad de hombre y de judío al comprender la injusticia que se estaba cometiendo y ver cómo se desataban los odios contra los judíos. La emancipación no era la verdadera solución para el problema.

»En mayo de 1895 explicó al barón Hirsch cuál era su programa: había que evacuar a todos los judíos de Europa y devolverlos a la Patria original a fin de que crearan allí el Hogar judío. Sólo de este modo conseguirían ser los judíos como los demás hombres. Inició una campaña de prensa en enero de 1895 y en el mes siguiente publicó el libro que sería clave en el Sionismo: El Estado judío; intento de una solución moderna de la cuestión judía. Herzl sostenía que, mientras continuara la situación en que se desenvolvían los judíos, el antisemitismo nunca llegaría a desaparecer; una nación dentro de otra suscita el odio. Por eso la solución no podía llegar por otros medio que el de obtener un territorio en cualquier parte del mundo donde Israel pudiera reconstruir Sion. No se refería expresamente a Palestina, pero era evidente que ésta ocupaba el primer lugar en la lista. El libro fue acogido con entusiasmo por los sionistas (...)

»Se trataba de una idea estrictamente política, que tropezaba con la resistencia de muchos rabinos y dirigentes religiosos. Fue, sin embargo, aceptada por una asamblea de sionistas alemanes y austríacos celebrada en Viena en marzo de 1897. Decidió fundar un periódico, Die Welt, a fin de disponer de una adecuada plataforma para la difusión y explicación de su doctrina. Se iniciaba una dolorosa andadura de medio siglo, un tiempo que parece corto, pero que se tornó en difícil a causa de los terribles sucesos que durante él tendrían lugar. Algunos de los niños nacidos entonces alcanzarían a ver el nacimiento del Estado de Israel.»

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