lunes, 13 de enero de 2025

La falsa vida del falsario Saavedra (relatos y refutaciones)

Rafael, El cardenal (1510)

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Alonso Pérez de Saavedra ha pasado a la (pequeña) historia con el apelativo de el falso nuncio de Portugal. Desde mediados del siglo XVI se difundió por España la noticia de que este excelente pendolista cordobés, derivado en falsificador y estafador enriquecido, se hizo pasar por nuncio del papa en Portugal, fue recibido con toda pompa por su rey, y con los abundantes documentos fabricados por él mismo, logró establecer la Inquisición en Portugal, al modo de Castilla, para perseguir a judíos y judeoconversos. Pero, descubierto tras seis meses de representar tan espléndido papel y vuelto a España, fue procesado y condenado a galeras.

La breve relación supuestamente redactada por el mismo Saavedra, de la que se aseguraba que su original autógrafo estaba en El Escorial, circuló en abundantes copias manuscritas. Y su fama se agrandó con la representación de una comedia que popularizó (como las series actuales) el relato. El historiador Gonzalo de Illescas (1521-1574) y el cortesano y curioso escritor Luis Zapata de Chaves (1526-1595) aseguraron haberlo conocido, cuando ya estaba amarrado al duro banco. Hay referencias al caso en el anónimo Viaje de Turquía (anterior a 1557), en el historiador Jerónimo Román (1536-1597) y otros muchos autores. En fin, Luis de Páramo tradujo al latín la relación de Saavedra en 1598. Posteriormente, algunos autores portugueses, con largos periodos de residencia en Castilla tras la incorporación de Portugal a la Monarquía de Felipe II, también darán crédito al caso: Vicente da Costa Mattos en 1623, y el historiador Manuel de Faria e Sousa (1590-1649).

Pero será otro portugués, el estudioso de la Inquisición Antonio de Sousa (1580-1632) el primero que realice una pormenorizada investigación y concluya en 1628 que «De todo lo dicho hasta aquí, y de las Bulas Apostólicas, cuyos ejemplares se guardan en los Reales Archivos y en los Secretos de la Santa Inquisición, y también de los Libros de las Inquisiciones particulares de este Reino, se colige claramente que es falso... que Saavedra instituyó en Portugal el Santo Tribunal de la Inquisición, o que a lo menos fue causa de su institución (…) A esto se agrega que este hecho no se halla en memoria alguna de este Reino, ni por escritura ni por tradición de hombres, cuando hemos conocido muchos de aquel tiempo, los cuales nunca hablaron cosa alguna de este asunto; ni el hecho es de tal naturaleza que fácilmente se olvidase.» Y moteja a Saavedra de «ladrón, falsario, embustero e infame.»

Y sin embargo, la falsa historia seguirá corriendo… y creciendo. A la escueta Relación original se le van agregando circunstancias, anécdotas, opiniones, en la línea de la novela picaresca, hasta cuajar en una nueva y más extensa Vida del falso nuncio de Portugal. Pero en 1734 el muy admirado e influyente ilustrado Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) publica en el sexto tomo de su Theatro Crítico Universal una descalificación total de lo que considera una mera fábula. Lo cual no impide que de nuevo se reedite como verdad histórica en Madrid en 1739 y 1788, por parte de Bernardino Antonio Ochoa de Arteaga y Juan Bernardino Roxo respectivamente. Ambos publican la nueva versión extendida, y no se privan de criticar acerbamente a Feijoo por su refutación de Saavedra. En cambio Josef Marcos Hernández defenderá a Feijoo en su traducción (1789) de la obra de Antonio de Sousa antes mencionada.

Aun podemos citar un último creyente en la historia del falso nuncio, aunque sea ponderándola y aminorándola: en 1817 el ilustrado, secretario de la Inquisición, emigrado y liberal Juan Antonio Llorente (1756-1823), publica su Histoire critique de l’Inquisition d’Espagne, de gran difusión y pronto retraducida al castellano. Sin embargo, la fábula del falso nuncio ya ha perdido todo su brillo. Cuando Alexandre Herculano, el importante historiador decimonónico portugués, publica en 1864 su amplia Historia da origem e estabelecimento da Inquisição em Portugal, en tres tomos, omite naturalmente cualquier referencia al falsario Saavedra.

¿Qué nos queda de contrastado y cierto de todo lo anterior? Quizás quien mejor lo concluye es Feijoo: «Lo único, pues, que puedo admitir como verdadero en esta historia, es aquello poco que se requiere para que la mentira fuese hija de algo. Creíble es que Saavedra se fingiese Legado Pontificio, e hiciese el papel de tal en algunas aldeas o lugares cortos de Castilla y Portugal, donde sin mucha dificultad podría hacer valer el embuste, y utilizarse mucho en él, ya pidiendo dineros prestados, ya beneficiando dispensaciones; y que después sobre el pie de esta verdad añadiese en su relación circunstancias fabulosas, que engrandeciesen la historia hasta el grado de hazaña heroica en la línea de la trampa.»

* * *

Presentamos en esta entrega Clásicos de Historia dos de las variadas versiones de la historia del falso nuncio: una breve y más antigua, y otra extensa y más moderna. Pero lo que verdaderamente nos ha interesado es cómo recibieron y trasmitieron la noticia diversos historiadores y polígrafos varios; la facilidad con que aceptaron como verdadera una narración tan peregrina, y tan ausente de cualquier documentación y pruebas; la indiferencia o rechazo ante los alegatos críticos de algunos autores como Sousa y Feijoo… Podemos preguntarnos por las razones que tuvieron para ello. En realidad parecen ser muy variadas: el gusto creciente por lo sorprendente y maravilloso; la justificación de la conducta criminal de Saavedra porque condujo a un fin considerado positivo, como fue el establecimiento de la Inquisición; y al contrario, en fechas posteriores, porque demostraría la falsía y malevolencia de esa institución…

La perduración de mitos y leyendas durante mucho tiempo, por más que se haya probado una y otra vez su falsedad, es algo frecuente: la idea de que los antiguos pensaban que la tierra era plana; los terrores del año 1000; el convencimiento de la ignorancia, barbarie y superstición generalizada en la Edad Media cristiana y, por contra, el refinamiento y feliz convivencia pacífica en el Al Ándalus medieval; la creencia en la existencia de razas y de sus distintas capacidades física, intelectuales o morales… Y actualmente se siguen acuñando y promoviendo nuevos mitos y leyendas sobre el constante y permanente cambio climático, sobre unas consideraciones de los géneros dignas de los gnósticos neoplatónicos...

En cualquier caso, en nuestro bulo o fake de esta semana parece dominar la percepción del protagonista como un embaucador de personalidad atractiva, capaz de seducir y engañar a altos personajes y a la gente del común, con unas dotes excelsas como falsificador, pero que además es generoso y amigo de hacer el bien a los que le rodean: esa viuda con la que inicia su carrera criminal, esa preocupación por sus sirvientes. Sólo consigue rentas y dinero de los ricos y poderosos, a los que se supone que no les hace un auténtico perjuicio... Es el característico maleante bueno de la literatura y la tradición. En el fondo, disfrutaremos de un trasunto suyo en los protagonistas de la oscarizada película El golpe, de George Roy Hill; a ellos tampoco les vemos estafar a gente humilde y del común que, previsible, razonablemente, serían sus principales clientes

* * *

Para saber más disponemos del artículo que me ha guiado oportunamente en la recolección de todos estos textos: Jesús-Antonio Cid, La Relación de la vida del falso nuncio de Portugal, en sus reescrituras, y los orígenes de la ficción autobiográfica en España. Revista Criticón, núm. 76, 1999. Pág. 53-98.

Una de las abundantes copias manuscritas.

lunes, 30 de diciembre de 2024

Eusebio Jerónimo de Estridón, Varones ilustres

Crónica de Nuremberg

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Eusebius Sophronius Hieronymus Stridonensis (340-420), conocido generalmente como san Jerónimo, influyó poderosamente en la síntesis cultural de la Antigüedad tardía: su traducción latina de la Biblia, la Vulgata, sus obras polémicas, sus epístolas, su Crónica universal, que amplió la de Eusebio de Cesarea, y estableció la cronología que conjunta la helenística y romana con la judía y bíblica, y que perdurará en la historiografía posterior… Por otra parte, nacido entre el oriente y occidente del Imperio, Jerónimo recorrerá buena parte de éste, y su fama será, ya en vida, considerable. Los dos destacados historiadores hispanos del siglo V, Paulo Orosio e Idacio, lo han tratado (aunque este último de muy joven), y lo mencionan con entusiasmo en sus respectivas obras. Ernst Bickel, en su Historia de la literatura romana, nos lo presenta así:

«Jerónimo murió de edad avanzada, a los 80 años, aproximadamente, el 30 de septiembre del año 420 en el monasterio de Belén. Nacido en Estridón de Dalmacia, procedía de un país que en los siglos III y IV dio al mundo romano muchos buenos soldados, varios emperadores y un gran literato. Los componentes de la formación intelectual de Jerónimo fueron un sólido aprendizaje gramatical en su primera juventud en Roma junto al famoso comentarista de Terencio, Elio Donato; luego, en la adolescencia, el aprendizaje del griego unido al estudio teológico con el primer exégeta de la época, Apolinar de Laodicea, y finalmente el completo dominio del hebreo con un sabio escriturista judío converso o caldeo, durante su vida eremítica en el desierto de Calcis, desde el 375 al 378. Además, amplió Jerónimo su horizonte literario con ocasión del concilio de Constantinopla, en el año 381, en virtud del trato familiar con Gregorio de Nacianzo, que poseía una completa formación retórica griega y conocimientos bibliográficos.

»Finalmente, a la edad de cerca de 40 años pasó un mes en Alejandría, en donde pervivía la tradición de la escuela catequística del gran Orígenes, con el entonces jefe de la escuela, el ciego Dídimo. Jerónimo, después de su bautizo en Roma y antes de la consagración sacerdotal, que tuvo lugar en Antioquía, se entregó al disfrute del mundo viajando por la Galia e Italia, hasta que casi a la edad de 30 años fue ganado por el ansia de la época, la ascesis. Después entró en estrecha relación con el papa Dámaso. Éste fue el acicate de su ambición y también de su esperanza puesta en una gran carrera eclesiástica. Después de la muerte del papa en el año 384, dejó Roma juntamente con mujeres de noble linaje encaminadas por la vía ascética, para fundar en Belén un monasterio de hombres y otro de mujeres. Aquí se dedicó a lo largo de toda su vida a sus planes literarios, la traducción de la Biblia, su comentario, la redacción de escritos polémicos y a un extenso intercambio epistolar.»

Pero la obra que presentamos se encuentra a caballo de lo histórico y lo filológico: es una colección de breves reseñas biográficas sobre ciento treinta y cinco autores que publicaron libros con una mayor o menor relación con el cristianismo. Se inicia con apóstoles y evangelistas, y lógicamente predominan los escritores ortodoxos, aunque también se incluyen heterodoxos, paganos y judíos, como Tertuliano, Séneca y Flavio Josefo, a los que alaba en lo que considera oportuno. Se propone, pues, mostrar la valía de la literatura cristiana, independientemente de la lengua en que se haya escrito. Con esta obra, Jerónimo continúa la tradición de los repertorios biográficos, quizás iniciados por Cornelio Nepote en el siglo I antes de Cristo, y continuados por Plutarco, Suetonio, el desconocido autor de la obra que se atribuyó a Sexto Aurelio Víctor, y, en fin, el también anónimo autor que se ocultó bajo un puñado de autores inexistentes de la Historia Augusta.

Jerónimo sostiene, en fin, que la nueva Roma cristiana enlaza también en lo literario con la Roma pagana, y presenta ya abundantes frutos que pueden compararse favorablemente con los tradicionales. Y así, «que Celso, Porfirio y Juliano, que están rabiosos contra Cristo y sus seguidores, y piensan que la Iglesia no ha tenido filósofos ni oradores ni hombres de ciencia, aprendan cuántos y qué clase de hombres la fundaron, construyeron y adornaron, y dejen de acusar a nuestra fe de tan rústica simplicidad, y reconozcan más bien su propia ignorancia.»

Ms. 2313, Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca, s. XV

martes, 24 de diciembre de 2024

Feliz Navidad

Antonio Bisquert, Anunciación a los pastores. Mediados del siglo XVII. Museo diocesano Teruel


ALBADA AL NACIMIENTO

Media noche era por filos,
las doce dava el reloch,
quando ha nagido en Belén
vn mozardet como vn sol.

Nació de vna hermosa Niña,
virgen adú que parió,
y diz que dexó lo cielo
por este mundo traydor.

Buena gana na tenido
pues no len agradejón
aquellas por qui lo fizo
y bien craro lo veyó.

En fin, nació en vn pesebre,
como Llucas lo dizió,
no se enulle si le dizen
que en las pallas lo trobón.

Dízenlo Pasqual y Bato,
Bras y Chil y Mingarrón
y lo mayoral Turibio
que ellos primero lo bión.

Buena será la parbada
que aquege Grano escondió,
que en denpues de bien molido,
fará vn rico pan de flor.

Contaron que vnos moçardos
con vna anchélica voz,
groria y paz iban cantando,
dándole al mundo alegrón.

Llevarónle os pastores
de crabito y naterón
dos mil milenta de aquellas
de que el Niño se folgó.

Dixon que en trapos su madre,
contenta lo embollicó
y que estava hermosa y linda,
como vn alma que es de Dios.

Entre vn buey y entre vna azenbla
con muyto goyo nació;
aunque de ver tal socesso
diz que Ababuc se espantó.

El santo viello Chusepe
contento estava, por Dios,
adú que antes estió triste,
porque no trobó mesón.

Endepués no sintió cosa,
que su Fillo lo ordenó,
que sin ser bispe ni Papa
ye muy grande ordenador.

Lo sabroso y lindo Niño,
aunque plora ya ridió;
plora quando no lo quieren
y ride a quien le quirió.

Listos andan los ancheles,
del cielo al suelo vajón
cantando: «groria en los cielos
y paz en la tierra a toz».

La comarca de Belén
buena fiesta se gozó,
mas ella fue una coytada,
que guardarla no sabió.

Toz la claman buena noche,
dirálo la colación
y lo tizón de Nadal
que ye nombrado tizón.

Diránlo los villancicos
y diránlo los cantors,
dirélo yo que me enfuelgo
de repiquetiar a voz.

Ya que sabéz do está el Niño,
procurar veyerlo toz,
que aquel que no lo veyere
mal la cuenta le salió.

A su madre y a Chusepe,
pus lo merecen los dos,
darezle la norabuena
deste fillo que tenión.

Todos el pie le besemos,
que es nuestro Dios y Señor,
pidiendo faga pesebre
del christiano coraçón.

Ana Abarca de Bolea, Abadesa del Monasterio de Santa María de Casbas
Vigilia y Octavario de San Juan Baptista, Zaragoza 1679.

Manuel Alvar, Estudios sobre el "Octavario" de doña Ana Abarca de Bolea.
Archivo de Filología Aragonesa, serie A, II, Zaragoza 1945.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Luis Suárez, Grandes interpretaciones de la Historia

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El pasado 15 de diciembre falleció el destacado medievalista don Luis Suárez (1924-2024). Como sentido homenaje comunicamos una de sus obras más divulgadas, aunque ya descatalogada, por lo que debemos agradecer a la editorial EUNSA las facilidades concedidas.

El profesor Julio Valdeón Baruque, que siempre se consideró discípulo suyo, iniciaba así su semblanza en la revista Jerónimo Zurita (73/1998): «Se puede afirmar, con toda rotundidad, que Luis Suárez Fernández es uno de los medievalistas españoles más importantes que ha salido de la universidad española de la segunda mitad del siglo XX. Pero yo añadiría que es, asimismo, un medievalista de proyección universal. Hago esta afirmación, básicamente, apoyándome no sólo en el hecho de que el historiador citado tenga un conocimiento amplio y profundo de la historia medieval del Occidente de Europa, como lo ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones, sino también en su excepcional capacidad para saber conectar la peculiar historia bajomedieval de la Corona de Castilla, de la que es uno de sus más brillantes y consumados especialistas, con la evolución histórica general del mundo europeo. En definitiva, Luis Suárez es, sin la menor duda, un especialista, pero en el mejor sentido que puede darse a esta palabra, es decir aquel que nunca pierde de vista el horizonte general en el que es preciso situar la parcela específica de su investigación. Nada, por lo tanto, del bárbaro especialista de que hablara en su día Ortega y Gasset, figura, por desgracia, muy abundante en nuestros días en el ámbito de la investigación histórica de las universidades españolas.»

Y más adelante: «Ahora bien, la actividad investigadora no ha anulado al Luis Suárez profesor. Es más, su labor docente ha brillado durante toda su vida académica a una altura difícilmente igualable. La exposición histórica en Luis Suárez no se reduce al relato de acontecimientos político-militares en los que estén envueltos grandes personajes, como hacía la vieja tradición historicista, pero tampoco se limita a analizar aspectos demográficos o económicos desconectados de la vividura humana. La explicación histórica del profesor Suárez aglutina las diversas perspectivas de la investigación histórica, ofreciendo un ejemplo, muchas veces propuesto pero pocas cumplido, de historia total. En ningún momento podré olvidar las clases magistrales que yo recibí de él en la Universidad de Valladolid, lo mismo si explicaba el funcionamiento de la democracia en la Atenas de Pericles que si analizaba la compleja situación social y política de la Italia bajomedieval. Entiendo, por lo tanto, dados estos supuestos, el éxito que siempre ha acompañado al profesor Suárez en su calidad de conferenciante.»

También se refiere a sus publicaciones relacionadas con la teoría de la historia (como la que comunicamos), con la Antigüedad, con el mundo judío, con el cine, y con la España contemporánea. «La conclusión a la que llegamos es que nos encontramos ante una figura excepcional de la intelectualidad española del siglo XX.»

* * *

En la obra que comunicamos, publicada por primera vez en 1968 y ejemplo consumado de alta divulgación, Luis Suárez nos proporciona una auténtica historia de la historia. El profesor José Orlandis, en el prólogo, señala que «el lector se siente invitado a emprender una apasionante aventura intelectual. A medida que avanza en la lectura de estas páginas, descubrirá cuáles fueron los principales modos de entender la Historia que han existido desde la aparición sobre la tierra de culturas humanas capaces de crear una ciencia histórica. Desfilarán ante él, como jalones de un largo camino, las grandes interpretaciones que han tratado de descifrar cuál ha sido el sentido de la sucesión de las edades, desde la Antigüedad clásica hasta los modernos diagnósticos de Spengler y Toynbee.»

Luis Suárez concluía así apuntando a los límites de las tan diversas y contradictorias cosmovisiones históricas (como quizás podríamos denominarlas): «La influencia que estos grandes juicios acerca de la Historia han tenido sobre nuestra sociedad occidental queda fuera de toda duda. Con su análisis hemos tratado de demostrar dos cosas: que todos tienen pretensiones de explicación total, y que ninguno lo consigue. Marxismo, positivismo y racismo fueron, en el siglo XX, conformadores de grandes sistemas políticos y sociales; el último de ellos sirvió para alimentar la hoguera de la segunda guerra mundial, y aunque aparentemente haya desaparecido, se nos antoja a veces que vive soterrado, esperando nuevas circunstancias favorables (…)

»Muchas afirmaciones que se hicieron, con aire dogmático, en los últimos siglos, han sido ya destruidas por el progreso mismo del saber científico. Nada nos garantiza que muchas otras de las que actualmente se presentan con la misma pretensión no hayan de seguir el mismo camino. Al revisar a fondo las grandes doctrinas que sirvieron de plataforma a las interpretaciones de la Historia tendremos que sacrificar algunas ilustres figuras. Pero nadie se engañe: si el providencialismo ingenuo de Bossuet, que tanto regocijaba a Voltaire, ha de ser sustituido, también la Filosofía de la Historia volteriana, ilustrada, instructiva, amable incluso para las damas de buena sociedad, se encuentra en el museo de las curiosidades antiguas. La primera confesión que el historiador, en cuanto científico, debe hacer, se refiere a la provisionalidad de sus conclusiones.»

Pierre Mignard, Clío, musa de la Historia (1689)

lunes, 9 de diciembre de 2024

Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España

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La Historia general de las cosas de Nueva España puede considerarse como una enciclopedia de las sociedades originarias del Altiplano mejicano: el medio natural, su religión y ritos, el calendario y la astrología, su retórica y moral, su historia y política, sus oficios, sus conocimientos médicos, la conquista de México... Fue un complejo proyecto de investigación que se ocupó, avant la lettre, de lo que mucho después se denominará antropología cultural. Su autor fue el franciscano Bernardino de Sahagún (1499-1590), que llegó a la Nueva España en 1529, muy poco después de su conquista por Hernán Cortés. Fue misionero, profesor en el Colegio de Santa Cruz de Tlateloco (que puede considerarse embrión de la futura universidad de México), lingüista consumado y prolífico escritor.

Se propuso varios objetivos al iniciar la obra que nos ocupa. En primer lugar religiosos: para logran la conversión de los indios, es preciso conocer a fondo el conjunto de creencias que se quieren erradicar. «El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo (sin) que primero conozca de qué humor, o de qué causa proceda la enfermedad; de manera que el buen médico conviene sea docto en el conocimiento de las medicinas y en el de las enfermedades, para aplicar conveniblemente a cada enfermedad la medicina contraria, (y porque) los predicadores y confesores médicos son de las ánimas, para curar las enfermedades espirituales conviene (que) tengan experiencia de las medicinas y de las enfermedades espirituales.»

El segundo propósito es lingüístico: la obra se redacta inicialmente en náhuatl, y sólo posteriormente se romancea (y frecuentemente se resume). Así, en el Códice de Florencia, que conserva la que podríamos considerar versión definitiva, en cada página el texto se distribuye en dos columnas, en náhuatl y en castellano. Y las ilustraciones se incluyen en la segunda, testimoniando su carácter de apoyo. «Es esta obra como una red barredera para sacar a luz todos los vocablos de esta lengua con sus propias y metafóricas significaciones, y todas sus maneras de hablar, y las más de sus antiguallas buenas y malas; es para redimir mil canas, porque con harto menos trabajo de lo que aquí me cuesta, podrán los que quisieren saber en poco tiempo muchas de sus antiguallas y todo el lenguaje de esta gente mexicana.»

Pero podemos añadir una tercera intención, la de dar a conocer las muchas cosas admirables de las culturas originarias de estas tierras, del mismo modo que la Europa renacentista enloquece con las de los romanos paganos. «Aprovechará mucho toda esta obra para conocer el quilate de esta gente mexicana, el cual aun no se ha conocido... Esto a la letra ha acontecido a estos indios con los españoles: fueron tan atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les quedó de lo que eran antes. Así están tenidos por bárbaros y por gente de bajísimo quilate (siendo que) en las cosas de policía echan el pie delante a muchas otras naciones que tienen gran presunción de políticos, sacando fuera algunas tiranías que su manera de regir contenía.»

Bernardino de Sahagún se admira de la antigüedad y esplendor de sus construcciones, de su cultura, pues «fueron perfectos filósofos y astrólogos y muy diestros en todas las artes mecánicas», y «de lo que fueron los tiempos pasados, vemos por experiencia ahora que son hábiles para todas las artes mecánicas, y las ejercitan; son también hábiles para aprender todas las artes liberales, y la santa Teología, como por experiencia se ha visto en aquellos que han sido enseñados en estas ciencias; por que de lo que son en las cosas de guerra, experiencia se tiene de ellos, así en la conquista de esta tierra como de otras particulares conquistas, que después acá se han hecho, cuán fuertes son en sufrir trabajos de hambre y sed, frío y sueño, cuán ligeros y dispuestos para acometer cualesquiera trances peligrosos.»

La confección de la obra fue laboriosa y compleja, como se recoge en el prólogo del segundo libro: primeramente «hice en lengua castellana una minuta o memoria de todas las materias de que había de tratar... Lo cual se puso de prima tijera en el pueblo de Tepepulco, que es de la provincia de Acolhuacan o Tezcuco, (e) hízose de esta manera. En el dicho pueblo hice juntar todos los principales con el señor del pueblo... hombre anciano, de gran marco y habilidad, muy experimentado en todas las cosas curiales, bélicas y políticas y aun idolátricas. Habiéndolos juntado propúseles lo que pretendía hacer y les pedí me diesen personas hábiles y experimentadas, con quien pudiese platicar y me supiesen dar razón de lo que les preguntase. Ellos... señaláronme hasta diez o doce principales ancianos, y dijéronme que con aquellos podía comunicar y que ellos me darían razón de todo lo que les preguntase. Estaban también allí hasta cuatro latinos, a los cuales yo pocos años antes había enseñado la Gramática en el Colegio de Santa Cruz en el Tlatelolco. Con estos principales y gramáticos, también principales, platiqué muchos días, cerca de dos años, siguiendo la orden de la minuta que yo tenía hecha. Todas las cosas que conferimos me las dieron por pinturas, que aquella era la escritura que ellos antiguamente usaban, y los gramáticos las declararon en su lengua, escribiendo la declaración al pie de la pintura. Tengo aun ahora estos originales...

»(Más tarde) llevando todas mis escrituras, fui a morar a Santiago del Tlaltelolco, donde juntando (a) los principales les propuse el negocio de mis escrituras y les demandé me señalasen algunos principales hábiles, con quien examinase y platicase las escrituras que de Tepepulco traía escritas. El gobernador con los alcaldes me señalaron hasta ocho o diez principales, escogidos entre todos, muy hábiles en su lengua y en las cosas de sus antiguallas, con los cuales y con cuatro o cinco colegiales todos trilingües, por espacio de un año y algo más, encerrados en el Colegio, se enmendó, declaró y añadió todo lo que de Tepepulco truje escrito, y todo se tornó a escribir de nuevo.»

Pasado un tiempo «vine a morar a San Francisco de México con todas mis escrituras, donde por espacio de tres años pasé y repasé a mis solas estas mis escrituras, y las torné a enmendar y las dividí por libros, en doce libros, y cada libro por capítulos y algunos libros por capítulos y párrafos... De manera que el primer cedazo por donde mis obras cirnieron fueron los de Tepepulco; el segundo, los de Tlatelolco; el tercero los de México, y en todos estos escrutinios hubo gramáticos colegiales.»

Tras algunos años en que se paralizó la labor por falta de fondos o de interés, «el Padre Comisario General Fray Rodrigo de Sequera vino a estas partes y los vio, y se contentó mucho de ellos, y mandó al autor que los tradujese en romance y proveyó de todo lo necesario para que se escribiesen de nuevo, la lengua mexicana en una columna y el romance en la otra, para los enviar a España, porque los procuró el ilustrísimo señor don Juan de Ovando, Presidente del Consejo de Indias, porque tenía noticia de estos libros por razón del sumario que el dicho Padre Fray Miguel Navarro había llevado a España.»

Esta copia se ilustra de nuevo profusamente, basándose en los pictogramas y dibujos realizados  en las fases de recogida de datos; posiblemente sea el actualmente llamado Códice Florentino. En su día comunicamos Las ilustraciones del Códice Florentino, de la Historia general de las cosas de Nueva España, más de ochocientas, que complementan página a página la obra.

Libro octavo

lunes, 25 de noviembre de 2024

Pedro Mártir de Angleria, Décadas del Nuevo Mundo

Retrato de un humanista, atribuido a Scorel

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Hace un tiempo comunicamos las Cartas del Nuevo Mundo de Pedro Mártir de Angleria (1457-1526), con las que transmitía brevemente a sus corresponsales las noticias que le llegaban de las entonces denominadas Indias. El humanista milanés afincado en España se encontraba en la mejor posición para recabar la más exhaustiva información: en la corte desde la guerra de Granada, desempeñará importantes cargos y embajadas, será nombrado cronista real de Castilla, y miembro del Supremo Consejo de Indias desde 1524, cuando lo crea Carlos I.

Hoy presentamos su obra mayor a este respecto, las Décadas del Nuevo Mundo, redactadas en latín desde 1493 hasta el mismo año de su muerte, en la traducción venerable que realizó Joaquín Torres Asensio con ocasión del cuarto centenario del descubrimiento. Si para la presentación de las Cartas recurrimos al maestro Menéndez Pelayo, vamos a reproducir ahora algunos párrafos del artículo que con el título Pedro Mártir de Angleria, contino real y cronista de Castilla. La invención de las nuevas Indias le dedicó el profesor José A. Armillas Vicente en 2013:

«De Orbe Novo Decades, redactada en latín, está constituida por ocho décadas, divididas en diez libros que están dedicados a diferentes personas, en las que se recogen cuantas informaciones llegaron a la Corte acerca de la invención de las nuevas Indias, proporcionadas por los propios protagonistas, partiendo del propio Colón y sus familiares, difundiendo interesantes informaciones acerca de los naturales, costumbres y referencias de índole etnológica y antropológica, alcanzando hasta la conquista cortesiana del imperio Mechica y la circunvalación del orbe por Juan Sebastián Elcano.

»Comenzó la redacción —según afirmación propia— el 13 de noviembre 1493, imprimiéndose la primera Década en 1511, desinteresándose de la publicación al conocer el constante plagio de que era objeto su obra. Pedro Mártir de Anglería había comenzado a elaborar sus Décadas poco tiempo después del primer viaje colombino, circulando su obra manuscrita que se vería reproducida, en traducciones e impresiones foráneas a nombre de otros autores. Pedro Mártir protestó, además, en varias ocasiones contra las copias que circulaban —ajenas a mi voluntad— en ciertos pasajes de su obra… Lo cierto es que la obra no se imprimió completa hasta 1530, con carácter póstumo, merced al empeño puesto por Antonio de Nebrija, que tampoco llegó a ver la edición.»

Y más adelante: «Representa una constante el natural entusiasmo con que Mártir recoge las noticias que le llegan de las Indias y que mantendría intacto durante los treinta años largos que separan el inicio de la conclusión de las Décadas. En los comienzos abunda en expresiones optimizadoras haciendo suyas las informaciones que le han transmitido los protagonistas de las empresas (...) Pero aquel entusiasmo primigenio no empañará el juicio de cuanto no encaje en la comprensión de su contenido conforme va avanzando en la redacción de las Décadas y tal entusiasmo se va matizando. Con frecuencia adopta una actitud acrítica cuando alguna información no le convence, acudiendo a la frase “así me lo cuentan, así te lo cuento”, pero no responde a una constante por cuanto abundan sus propias opiniones adornando las informaciones colombinas.»

La lectura de las Décadas resulta muy atractiva, además de por la viveza casi periodística de su estilo, por la riqueza de datos que aporta, ya que su autor interroga a todos los conquistadores, administradores y clérigos que acuden constantemente a la Corte, y la abundantísima documentación que generan las Indias pasa habitualmente por sus manos. Naturalmente la visión que le transmiten sus informadores tiende a ser justificativa de sus acciones, pero llama la atención lo poco que se preocupan de disimular la abrumadora sed de oro que les posee. Pedro Mártir de Angleria mantiene su independencia de criterio, como podemos apreciar en estos párrafos que seleccionamos como ejemplo:

Sobre el exterminio de los isleños: «Resta decir algo acerca de la Española, madre de las otras islas. Se ha rehecho su Senado añadiendo cinco jueces que den leyes a todas aquellas regiones. Pero pronto cesarán de recoger oro en ella, aunque está llena de él, porque faltará quien lo excave; se han reducido a exiguo número los infelices indígenas de quien se han servido para explotar el oro. Desde el principio les consumieron duras guerras, y el hambre mató muchos más el año que arrancaron la raíz de yuca con que hacían el pan de los nobles, y se abstuvieron de sembrar el maíz que es el pan del pueblo; y a los demás las enfermedades de viruelas, hasta ahora desconocidas entre ellos, que en el año pasado, 1518, se cebaron en ellos como en rebaños apestados con hálito contagioso; también, para no mentir, la codicia de oro, que en excavarlo, acribarlo y escogerlo, después que habían hecho la siembra los ocupaban con demasiada falta de humanidad, cuando ellos estaban acostumbrados a ociosos juegos y danzas, a pescar y a cazar.» (Década cuarta, libro X)

Sobre el divorcio entre las leyes que se aprueban y su aplicación práctica: «Pero me parece que a las quejas y llantos de los infelices inocentes se ha levantado alguna deidad a vengar tanto estrago y el haber perturbado la tranquilidad de tantas naciones, visto que, por más que digan que los mueve el deseo de extender la religión, luego se entregan a la ambición, la avaricia y la violencia. Pues han muerto, o a manos de los mismos oprimidos, o heridos con saetas envenenadas, o sumergidos en el mar, o afligidos con varias enfermedades, todos los que fueron los primeros agresores, yendo por otro camino del que les había sido mandado por los Reyes.

»Las disposiciones de las leyes que se les dieron, siendo testigo yo que diariamente las estudié con los demás colegas, están formadas con tanta justicia y equidad, que más santas no puede haberlas; porque está decretado desde hace muchos años que se conduzcan con aquellas nuevas naciones nacidas con el esplendor de la edad, con benignidad, compasión y suavidad, y que los caciques asignados con sus súbditos a cualquiera que sea, sean tratados a modo de súbditos y miembros tributarios del Estado, y no como esclavos; que sean bien alimentados, dándoles la debida ración de carne y pan para soportar el trabajo; que se les dé todo lo necesario, y, como a jornaleros, el premio de cavar durante el día en vestidos o adornos a propósito; que no falten habitaciones en que descansen de noche; que no se les despierte antes de salir el sol, y que den de mano antes de la tarde; que en ciertas temporadas del año, dejándoles libres de las minas, se dediquen a sembrar la raíz de yuca y el trigo maíz; que en los días de fiesta descansen de todo trabajo, asistan a los templos, y después de Misa les permitan entretenerse en sus acostumbrados juegos y danzas, y en armonía con esto las demás cosas dispuestas, con razones de prudencia y humanidad, por varones jurisconsultos y religiosos.

»¿Pero qué sucede? Idos a mundos tan apartados, tan extraños, tan lejanos, por las corrientes de un océano que se parece al giratorio curso de los cielos, distantes de las autoridades, arrastrados de la ciega codicia del oro, los que de aquí se van mansos como corderos, llegados allá se convierten en rapaces lobos. Los que se olvidan de los mandatos del Rey, se les reprende, se les multa, se les castiga a muchos; pero cuanto más diligentemente se cortan las cabezas de la hidra, tantas más vemos pulular. Aténgome al proverbio aquel: en lo que muchos pecan impune queda.» (Década séptima, libro IV)

Sobre la rivalidad y constantes luchas sangrientas entre los conquistadores: «Cuánto tira cada uno de por sí en esta fascinadora materia de la ambición, en la cual ninguno sufre apaciblemente el mando de otro, bastante se ha visto en lo que precede, donde se trató de las enemistades entre Santiago Velázquez, vicegobernador de Fernandina, que es Cuba, y Hernán Cortés; y luego entre el mismo Cortés y Pánfilo de Narváez, y con Grijalba, de quien tomó nombre el río en la provincia de Yucatán; y luego de la rebelión de Cristóbal de Olid, que se apartó de Cortés, y después de las (diferencias) entre Pedro Arias, Gobernador del creído continente, y Gil González, y últimamente de la codicia general de buscar un estrecho del mar septentrional al del Sur; pues de todas partes acuden los capitanes que hay por aquellas tierras en nombre del Rey.» (Década octava, libro II)

Rechácese, pues, la leyenda negra, pero con idéntica rotundidad hágase lo mismo con la leyenda rosa.

Copia parcial de Johann Georg Kohl (1840) del mapamundi de Diego Ribero, 1529

lunes, 11 de noviembre de 2024

Carlos Pereyra, Tejas: la primera desmembración de Méjico

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Los mexicas, mucho después llamados aztecas, derrotaron a otros pueblos en el Altiplano, crearon su poderoso estado y desarrollaron su espléndida civilización… y sus sacrificios humanos. Los españoles, con la ayuda de los pueblos sojuzgados por los anteriores, derrotaron a los mexica y establecieron la Nueva España, y crearon una nueva y espléndida civilización mestiza... con una ávida sed de oro y un coste incalculable para las sociedades anteriores. Los criollos, aprovechando las posibilidades que les deparaban las circunstancias políticas, expulsaron a los españoles y modelaron el nuevo Méjico independiente, con su personalidad propia… y con una persistente inestabilidad y luchas intestinas que frenaron su considerable desarrollo anterior. Y finalmente los norteamericanos se infiltraron abundantemente en el norte de Méjico, y tras breve guerra lo conquistaron e incorporaron a su país, a su cultura y a su idioma… ignorantes de los cambios que el futuro les depararía.

En Clásicos de Historia nos hemos ocupado ya de este último suceso: el francés Alexis de Tocqueville predijo los acontecimientos posteriores; el mejicano progresista Lorenzo Zavala se ocupó de la atracción de inmigrantes anglosajones para poblar Tejas, antes de tomar partido por la secesión; su rival político Lucas Alamán analizó la guerra desde el punto de vista conservador y unitarista; el neoyorquino Jesse Ames Spencer nos proporcionó en su Historia la visión canónica de la guerra, desde el punto de vista norteamericano, repleta de orgullo patrio y destino manifiesto; en cambio, su paisano William Jay condenará la conquista del territorio mejicano, y la considerará una mera argucia en pro de los intereses de los estados esclavistas...

A todo ello añadimos hoy la breve obra del hispanófilo mejicano Carlos Pereyra (1871-1942), enfocada a a la confrontación con el planteamiento y narración dominante sobre el conflicto, la de los Estados Unidos. «Mientras seamos incapaces de llevar a cada aldea una antorcha, como decía el gran romántico, la verdad histórica se quedará en los archivos y triunfarán las falsedades, porque los Estados Unidos tienen una fuerza que realiza prodigios: su oro, y otra fuerza de igual potencia: su hipocresía. Lo más odioso en ellos no es el poder militar. Y no es eso lo odioso, porque la violencia reviste siempre un aspecto de belleza heroica. Lo infame es la sonrisa fraternal que asoma a sus labios cuando han golpeado con la bota; la santurronería cuando roban; la expresión evangélica cuando corrompen. De ahí la necesidad de un libro, o más bien, de muchos libros, no de uno, que inviten al quitamiento de caretas y provoquen debates.»

Pereyra publica su estudio en 1917 y considera urgente su difusión: «Si se quiere comprender toda la importancia americana de la cuestión de Tejas, basta reflexionar un poco y ver que Tejas es sólo un episodio, y que Jackson, el héroe de la cuestión de Tejas, es sólo uno de tantos personajes que en una larga serie de acontecimientos y en una larga lista de hombres, realizan el destino manifiesto, es decir, un hecho que se está desarrollando a nuestra vista. Después de Tejas, vienen California y Nuevo Méjico; a continuación, Cuba y Puerto Rico; en tercer lugar, Panamá. Y Nicaragua no será la última. La acompaña Santo Domingo. Y otras repúblicas la seguirán. Hay tela para mucha historia.»

En su día comunicamos de este autor La obra de España en América.

Hermann Lungkwitz, San Antonio de Bexar, 1857