viernes, 27 de diciembre de 2019

Joseph Douillet, Moscú sin velos. Nueve años trabajando en el país de los Soviets


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Presentamos un nuevo testimonio sobre la Rusia leninista, en esta ocasión desde una postura de radical rechazo. La redacta Joseph Douillet (1878-1954), que se presenta así: «yo, un belga, que ha vivido treinta y cinco años de su vida (1891 a 1926) en Rusia, que habla el ruso, que se ha creado allí un vasto campo de relaciones, afirmo conocer el país a fondo. Durante la revolución he desempeñado el cargo de Cónsul de Bélgica en Rusia. Después del advenimiento del Soviet, formé parte de la Comisión de Socorros, que dirigía el profesor Nansen, Alto Comisario de la Sociedad de las Naciones; fui más tarde apoderado en los territorios soviéticos del Sudeste; director adjunto de la Misión Pontificia en Rostov del Don y de otras varias instituciones internacionales. He aquí condiciones particularmente favorables para estudiar el funcionamiento del régimen soviético hasta en los menores detalles de la vida diaria y en los lugares mismos de su aplicación. Llegué a gozar de amplia libertad de movimientos, enteramente excepcional en la Rusia comunista. Agréguese a esto el gran caudal de relaciones que me fue dable adquirir en todos los campos sociales, mucho antes de la revolución, y se explicará el lector las razones por las cuales pude observar personalmente el cuadro de conjunto de la vida en Rusia bajo el régimen comunista, aun en sus detalles más íntimos y menos accesibles.»

Sin embargo, esta vida rusa en Rusia, con las anteriores salvaguardias internacionales, se verá truncada con el encarcelamiento de su hijo, y luego de él mismo (por motivos que no explicita), cuando el nuevo régimen soviético se encuentra definitivamente asentado. El resultado será el regreso a occidente y la publicación de esta obra, que gozará de una rápida y abundante difusión. Naturalmente, nos encontramos una vez más con una obra de combate, patentemente condenatoria de la realidad que describe, y con el propósito manifiesto de desenmascarar la propaganda comunista y el engaño a que se somete a los abundantes compañeros de viaje occidentales. Es un texto maniqueo, de condena absoluta y en bloque, tanto del régimen comunista como de todos sus autoridades y funcionarios. Es superficial en los detalles cuando no directamente fabulador, sobre todo cuando quiere realzar las acciones que desarrolla el autor en representación de organizaciones extranjeras, y sus ocasionales intervenciones casi providenciales. Y, sin embargo, es veraz en el fondo: muchas de sus observaciones coinciden en buena medida con las de otros viajeros más perspicaces y equilibrados (Pestaña, De los Ríos...) e incluso con las de militantes convencidos profundamente devotos de la Revolución (por ejemplo, Makarenko).

Las limitaciones del Moscú sin velos podrían haber provocado un rápido olvido, y merecer como mucho una mínima nota a pie de página en el estudio correspondiente. Pero una circunstancia casual lo evitará. El joven Georges Remi, Hergé, utilizará este libro como única fuente de su Tintín en el país de los soviets (1929), primera aventura de este personaje clave en la historia del cómic. Es una obra primeriza, y el mismo autor, en sus conversaciones con Sadoul, llega a considerarla «un pecado de juventud». Michael Farr, en su Tintín; el sueño y la realidad, señala: «El retrato que Hergé hace de la Rusia soviética es muy sombrío.» Pero después resalta coincidencias con «la narración que luego hará Malcolm Muggeridge, cuatro años más tarde, de un viaje por el norte del Cáucaso. “Es evidente que la población civil se muere de hambre. Aquí no hay pan desde hace tres meses”, escribió en marzo de 1933 para el Manchester Guardian. “Una parte de los alimentos que les han quitado ―y los campesinos lo saben muy bien― siguen exportándose al extranjero.” Las palabras de ambos periodistas, Tintín y Muggeridge, no son muy distintas: producen escalofríos. Muggeridge habla del “sentimiento de desesperación que reinaba”. “He visto”, escribió, “con mis propios ojos un grupo de veinte campesinos marcharse escoltados. Era un espectáculo tan habitual que ni siquiera suscitaba curiosidad.” Esta descripción hubiera podido figurar en la aventura en la que Tintín se había sumergido años antes.» O en la obra de Douillet, añadimos nosotros.


viernes, 20 de diciembre de 2019

Valentín Almirall, El catalanismo; motivos que lo legitiman, sus fundamentos científicos y sus soluciones prácticas


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Del prólogo a la traducción española (1902): «A muchos se hará extraño que, después de algunos años de apartamiento completo de la vida pública, y teniendo o poco menos puesto ya el pie en el estribo, salgamos ahora con una edición, en castellano por añadidura, de nuestras obras y escritos políticos y literarios, que quizá aparecerán trasnochados y pasados de moda y aún ridículos a los ojos de esta generación de catalanistas que a fuerza de exageraciones patrioteras ha llegado a descubrir que, como los antiguos griegos, pero sin tener los fundamentos que estos tenían, ha de declarar bárbaros a los no catalanes, y aun a los que no piensan, hablan ni rezan como ellos, aunque hayan nacido en Cataluña. Precisamente volvemos a publicarlos, y lo hemos puesto en la lengua más general de la nación de que formamos parte, para que sean más los que nos comprendan y evitar así que jamás se pueda por nadie con aquellos confundírsenos.

»Fuimos los primeros, o de los primeros a lo menos, en pregonar y propagar las excelencias del regionalismo en general y las ventajas que del mismo podría reportar nuestra patria catalana, y no han pasado todavía treinta años que hemos de hacer constar que nada tenemos de común con el catalanismo o regionalismo al uso, que pretende sintetizar sus deseos y aspiraciones en un canto de odio y fanatismo, resucitado o medio resucitado de un período anormal y funesto de la historia de nuestras disensiones (…) En hora buena que los separatistas por odio y malquerencia sigan los procedimientos que crean que mejor les llevan a su objetivo, pero no finjan, ni mientan, ni pretendan engañarnos. El odio y el fanatismo sólo pueden dar frutos de destrucción y tiranía; jamás de unión ni concordia. Pretender buscar la armonía entre las regiones españolas que han de vivir unidas, por el camino de los insultos o al menos de los recelos, nos hace el efecto de dos que están prometidos para el matrimonio y emplean el tiempo que duran sus relaciones preparatorias, en insultarse y rebajarse el uno al otro en competencia (...)

»Tal ha sido siempre nuestra convicción que hemos defendido y propagado desde hace treinta años. Nada tendría de extraño que durante tan larga fecha, alguna vez nos hubiésemos dejado arrastrar por alguna preocupación momentánea y de detalle, pero en el fondo siempre nuestra propaganda ha tendido a nuestro ideal. Jamás hemos entonado ni entonaremos Los Segadors, ni usaremos el insulto ni el desprecio para los hijos de ninguna de las regiones de España. Respecto al uso hablado y escrito de nuestra lengua catalana, hemos siempre sostenido el mismo criterio y mantenido el mismo punto de vista. Por dignidad, por justicia, pedimos dentro de nuestra región y para los poderes o autoridades que la representan y dirijan, la cooficialidad o la igualdad de derechos entre aquella y la general de España, sin oponernos, sino al contrario, que en aquellas otras regiones que tengan lenguaje especial se adopte idéntico criterio. Nunca hemos aspirado a imponerla, no ya a ninguna parte de España, pero ni aun a nuestra misma región: nos basta con poder hablarla y escribirla oficialmente y con que en ella deban entendernos y puedan en ella hacerse entender los que ocupan puestos oficiales (...) Pues que nuestro país posee dos lenguas, y una de estas es de las que más extendidas están en el mundo civilizado, ya que todas las personas regularmente ilustradas hablan las dos y aun las más incultas mejor o peor las entienden, locos seríamos si no procuráramos conservar tal ventaja, siguiendo y mejorando su cultivo.

»No tememos ni nos importan un comino las excomuniones que nos valdrá esta franca exposición de nuestro criterio. Es el que hemos sostenido siempre, y sin renegar de él jamás y no ocultándolo nunca; durante nuestra vida activa se nos ha elevado a todos los sitios de honor del regionalismo catalanista, desde las presidencias del primer Congrés Catalanista, del Centre Catalá y de los Jochs Florals de Barcelona, hasta la dirección del primer Diari Catalá y la presidencia del Ateneo Barcelonés. Las excomuniones que contra nosotros se lancen probarán que lo que ha variado no somos nosotros, sino los que han querido hacer del catalanismo un arma de reacción contra toda idea moderna y expansiva, así en el terreno político como en el social y en el religioso, absorbiendo a casi todo el carlismo de Cataluña, pero separándolo del de las otras regiones y dejándolo así aislado y por lo mismo impotente para algaradas y levantamientos serios armados, con lo cual han hecho un gran bien al país.»

Y sin embargo... Buena parte de los planteamientos, análisis y objetivos contenidos en la obra que comunicamos, contradicen las anteriores aseveraciones del autor, y parecen conducir en su lógico desarrollo a los planteamientos, análisis y objetivos de los sectores independentistas hoy dominantes en el catalanismo.

viernes, 13 de diciembre de 2019

León Trotsky, Terrorismo y comunismo (Anti-Kautsky)


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En distintas entradas de Clásicos de Historia hemos comunicado varios textos encomiásticos sobre la revolución leninista, comenzando por los canónicos de Lenin y de Stalin, y prosiguiendo por el ditirámbico de John Reed. Pero también varias críticas, planteadas desde el anarquismo (Ángel Pestaña) o desde el socialismo marxista (Karl Kautsky, Fernando de los Ríos). De ellas la que tuvo mayor repercusión fue la de Kautsky, que dio lugar a una airada contestación por parte de León Trotsky en la obra que comunicamos hoy, escrita con el propósito «de descubrir las calumnias de Kautsky en las cuestiones económicas, haciendo resaltar su analogía con sus calumnias en materia política. Al empezar este trabajo —hace ya casi un año— podíamos refutar las afirmaciones de Kautsky sobre la incapacidad de los obreros rusos de imponerse una disciplina de trabajo y sufrir económicamente, señalando la alta disciplina y el heroísmo de estos obreros en los frentes de la guerra civil. Esta experiencia era suficiente para desmentir las calumnias burguesas.»

El tono y el contenido de esta obra no tiene nada de sorprendente. Estamos ante un clásico ejercicio de propaganda, en el que se denigra hasta la abyección las afirmaciones y sobre todo las intenciones del enemigo político, y se alaban hasta el sonrojo ajeno las propias. Es llamativo, sin embargo, la actualidad de que goza este debate, entre las minoritarias corrientes de la izquierda radical de hoy, quizás por sus deseos de revertir el hundimiento de toda una cosmovisión hace tres décadas. Reivindicando unos argumentos que versan sobre una realidad ya entonces inexistente, parece perseguir un convencimiento del que aparentemente se carece, pero que se quiere alcanzar en este diverso presente. En el fondo, un argumento de autoridad; entramos así en el terreno de la apologética (cuando no de la teleología). Así, Miguel Mitxitorena, en su artículo de la interesante revista digital Izquierda Revolucionaria:

«Kautsky, después de la revolución rusa de 1905, detuvo su evolución hacia el radicalismo y cuando más se necesitaba la teoría para analizar los problemas relativos a la acción de las masas, retrocedió, perdió la confianza de antes y los rasgos de pedantería escolástica que se notaban en su manera de pensar, pasaron a ocupar en él el primer plano. Después de la Revolución de Octubre de 1917, Kautsky escribe un folleto titulado La dictadura del proletariado en el que ataca a los bolcheviques (… y después otro titulado) Terrorismo y comunismo: una contribución a la historia natural de la revolución. Pero, como Trotsky explica, detrás de la fachada académico-escolástica se esconde un libelo que se hace eco de todas las mentiras y maquinaciones de la burguesía. Trotsky contesta punto por punto todas las acusaciones. Rebate el escolasticismo de Kautsky explicando cómo la correlación de fuerzas, la democracia, la violencia, no son imperativos categóricos kantianos, sino que son ideas que se concretan en un momento dado y en un lugar también concreto.»

Más adelante Mitxitorena muestra su acuerdo con Trotsky en la justificación de la represión, las medidas coercitivas, «el trabajo obligatorio, los sábados comunistas, incluso la militarización del trabajo y la utilización de parte del ejército, (son) necesarios en un momento dado si queremos salvar la revolución.» Y concluye: «Terrorismo y comunismo de Trotsky no sólo tiene un interés histórico. Es un libro plenamente actual. Hay procesos revolucionarios (por ejemplo en Latinoamérica), con sus avances y retrocesos, que van a tener que enfrentarse a situaciones (toma del poder, mantener el poder), no iguales, pero sí similares a las que afrontaron los bolcheviques. Por eso estudiar la experiencia de la revolución rusa y cómo ellos resolvían los problemas que iban surgiendo en el proceso de construcción del socialismo, es un deber de todo revolucionario. En este libro se condensa esa experiencia, se responde a las críticas de los adversarios de la revolución, los de antes y los de ahora.» En suma, Trotsky y Mitxitorena coinciden en algo muy antiguo: Si estoy convencido de que mis propósitos son buenos para todos, tengo derecho a imponerlos a todos.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Fernando de los Ríos, Mi viaje a la Rusia sovietista


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Escribe Octavio Ruiz-Manjón en su Fernando de los Ríos. Un intelectual en el PSOE (2007): «En la primavera de 1920, Fernando de los Ríos había seguido desplegando una actividad muy grande en el debate parlamentario sobre los presupuestos del Estado, aunque el gran tema político pendiente seguía siendo el de la postura que habría de adoptar el Partido Socialista Obrero Español sobre una posible incorporación del partido a la Internacional Comunista, que se había creado en Moscú en marzo del año anterior. Después de los debates del mes de febrero en el seno del Comité Nacional, la cuestión había quedado pospuesta para el congreso de junio y, mientras tanto, Besteiro acudió a comienzos de marzo a una reunión de la Internacional Socialista en Berna, en la que quedaron patentes sus diferencias con elementos como Daniel Anguiano.

»El Congreso extraordinario del partido, para tratar del tema, se reunió a partir del 19 de junio y, en un clima agitado por la frecuencia de incidentes, Fernando de los Ríos consiguió hacer triunfar el dictamen que había redactado, en el que se abogaba por una incorporación condicionada a la Internacional comunista. Las renuncias de Besteiro y Largo Caballero le permitieron integrarse en la Comisión ejecutiva y el Congreso le encargó que fuese a Rusia, en compañía de Daniel Anguiano, para cumplimentar las condiciones del ingreso que hablaban de la autonomía del partido, del derecho de revisión de los acuerdos de la Internacional y de la política de unificación de las internacionales obreras. Era una misión que no le debió sorprender demasiado porque llevaba algún tiempo documentándose sobre el fenómeno soviético (…) En cualquier caso, las veintiún condiciones que, por aquellos mismos días, impuso un nuevo Congreso de la Internacional Comunista para la incorporación de nuevos miembros hacía muy problemático el buen resultado de la gestión de los delegados españoles.»

En septiembre de aquel año los dos comisionados españoles emprendieron su viaje hacia Rusia: París, Berlín, Tallin, Petrogrado, Moscú. En una carta a España, escribía desde Reval (el nombre tradicional germánico de Tallin): «Voy a entrar en Rusia y antes de hacerlo he leído las Consideraciones de Fichte sobre la Revolución francesa escritas cuando aún la Revolución se hallaba en los momentos de terror. ¿Acertaré a ser objetivo? ¿Veré el elemento eterno, si lo hay, que no puede menos de haberlo, dentro del fenómeno que voy a estudiar? Por lo menos yo dudo que se pueda venir con mayor vocación por la verdad.» (cit. por Ruiz-Manjón). En los algo menos de dos meses que permanecerá en Rusia, nuestro autor desplegará una considerable actividad que luego reflejará en la obra que presentamos: reuniones oficiales, visitas a instituciones, centros de trabajo, y centros de ocio, entrevistas con abundantes personalidades (Lenin ―libertad, ¿para qué?―, Trotsky, Bujarin, Zinoviev… pero también Kropotkin.)

La principal consecuencia del viaje fue que el partido socialista no entró en la Tercera Internacional, consumándose la división de los marxistas españoles con la fundación del Partido Comunista. Al año siguiente, Fernando de los Ríos publicará el libro que comunicamos. Su impresión de la Rusia soviética fue claramente negativa, aunque expresada con cierta mesura en un esfuerzo por no avivar las tensiones que se multiplicaban ante la cuestión entre marxistas y revolucionarios de todos los países. De ahí las alabanzas a los propósitos socializadores y el rechazo de los métodos empleados. Más claro había sido en la carta escrita a su mujer nada más salir de Rusia, al llegar de regreso a Tallín (también citada por el profesor Ruiz-Manjón): «Ya puedo escribirte libremente… fuera de las tenebrosidades de un mundo policíaco (…) Hoy vuelvo con una más acendrada visión de la libertad por lo mismo que he visto lo que es carecer de ella.»