Dimitri Volkogónov, en su El verdadero Lenin (traducción española de 1996, prologada por Manuel Vázquez Montalbán) escribía: «… nuestra visión de Lenin ha cambiado no sólo porque hemos descubierto que hay más que las historias que nos contaron durante décadas. Comenzamos a dudar de su infalibilidad sobre todo por que la causa que impulsó y que costó las vidas de millones de seres humanos ha sufrido una derrota histórica de la mayor envergadura. No resulta fácil escribir esto. Como antiguo estalinista que ha hecho la penosa transición al rechazo total del totalitarismo bolchevique, confieso que en mi cabeza el leninismo fue el último bastión que hube de echar por tierra. Viendo cada vez más archivos, cada vez más secretos, como también las grandes colecciones occidentales de la Universidad de Harvard y la Hoover Institution en California, el perfil de Lenin se modificó ante mis ojos: gradualmente el lugar del creador y profeta fue siendo ocupado por el del jacobino ruso. Me di cuenta de que nadie conoció a Lenin; siempre lo tuvimos ante nosotros pero con la mascarilla mortuoria del dios terreno que nunca fue.»
Y más adelante: «Lenin nunca ocultó su convicción de que sólo se podría construir el nuevo mundo con ayuda de la violencia física. En marzo de 1922 escribió a Kámenev: Es el mayor error pensar que la NEP acabará con el terror. Volveremos al terror y al terror económico. Y en efecto, hubo terror de todo tipo. Tras muchas décadas nosotros, los rusos, lo condenamos rehusando ―por vergüenza― responder a la pregunta de quién lo había comenzado y quién lo había convertido en un objeto sagrado del método revolucionario. No dudo de que Lenin quisiese la felicidad del pueblo en esta tierra o, por lo menos, de aquellos a quienes llamaba el proletariado. Pero consideraba normal que dicha felicidad se construyese sobre la sangre, la coerción y la negación de la libertad.»
En esta entrega de Clásicos de Historia nos centramos en un puñado de textos de este auténtico padre del siglo XX (en su vertiente totalitaria). Corresponden al momento clave, cuando advierte la posibilidad de llevar a cabo la revolución social, anunciada y perseguida sin tregua por tantos revolucionarios de todos los países desde tanto tiempo atrás. Desde su ya prolongado exilio helvético, reconoce y aprovecha las circunstancias ―la guerra primero, la revolución de febrero después―, apresura y negocia su regreso a Rusia —el vagón sellado―, y se enfrenta al conjunto mayoritario de las fuerzas políticas existentes: demócratas, eseristas y mencheviques… ―y a buena parte de los dirigentes bolcheviques, que desconfían del golpe que Lenin promueve, al que consideran de éxito dudoso, cuando no contraproducente―.
Incluimos, por tanto, una parte significativa de la producción escrita de nuestro autor, grafómano empedernido, entre los años 1914 y 1917. De ellas destacan las Cartas desde lejos, las Tesis de abril, El estado y la revolución, las Cartas al Comité Central de septiembre y octubre, y por último sus intervenciones en el II Congreso de los soviets de diputados y obreros, inicio de una dictadura que se prolongará más de setenta años...
¿Sería posible disponer también del prólogo de Manuel Vázquez Montalbán del que hace mención en su nota introductoria?
ResponderEliminarAtentamente.
Juan Ramón Medina
La obra tuvo bastantes difusión, y se encontrará con facilidad en bibliotecas públicas, librerías de viejo e internet. Sus datos: Dmitri Volkogónov: El verdadero Lenin. El padre legítimo del Gulag según los archivos secretos soviéticos. Traducido del francés por Andrea Morales Vidal. Con un prólogo de Manuel Vázquez Montalbán. Anaya&Mario Muchnik. Barcelona 1996. XVIII + 452 pág.
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