sábado, 12 de diciembre de 2020

UNA CARCASA Y UN RETO

 

Ever Meulen, fragmento

Google ha convertido CLÁSICOS DE HISTORIA en una carcasa vacía, al impedir desde hace casi dos meses el acceso a más de un millar de documentos de mi propiedad alojados en Drive. Ante mis repetidas reclamaciones ha dado la callada por respuesta, ya que sólo he recibido acuses de recibo automáticos: NUNCA se me ha facilitado NINGUNA información. Parece ser política de la empresa, ya que Dª Fuencisla Clemares, Directora General de Google España y Portugal, tampoco ha respondido por ahora a la carta personal que le dirigí. Todo ello me parece un desagradable despropósito.

Por otro lado, los siete años de existencia de CLÁSICOS DE HISTORIA me han resultado gratificantes. Han sido 359 obras clásicas de historia las que he recuperado, recopilado, editado, y en ocasiones traducido. Según el blogger, han sido vistas en 851.761 ocasiones distintas entradas (es cierto, una nonada en comparación con tanto exitoso youtubero e influencista); algo menos de la mitad en España, y el resto en otros países: Estados Unidos, México, Argentina y Alemania como más habituales. Algunas de mis ediciones de obras históricas son citadas en libros y artículos. Se han descargado de éste y de mis otros blogs un gran número de recursos educativos que es fácil encontrar reaprovechados en muchas y distintas páginas web, todo lo cual me llena de satisfacción…

Drive nos ha asistido amigablemente durante dos años, pero parece que ya no va a seguir haciéndolo (espero equivocarme). Y por ello, si queremos que CLÁSICOS DE HISTORIA continúe su andadura, es por lo que me permito solicitar su colaboración. Por supuesto, en absoluto crematística. Sí, en cambio, práctica y cooperativa: les invito a subir a la red algunos de los CLÁSICOS DE HISTORIA que ustedes se hayan descargado, e introducir en la correspondiente entrada del blog el enlace de descarga como COMENTARIO. Asimismo, pueden incluir peticiones de obras, en la confianza de que otros usuarios podrán proporcionarlas del modo indicado.

Puede ser un modo sencillo para, entre todos, recuperar los contenidos que justifican la existencia de CLÁSICOS DE HISTORIA.

sábado, 14 de noviembre de 2020

INFORME SOBRE LA SITUACIÓN

 

«―¡Que el jurado considere su veredicto! ―ordenó el Rey, por centésima vez aquel día.
―¡No! ¡No! ―protestó la Reina―. Primero la sentencia... El veredicto después.»

Parece que Google, que tan beneméritamente nos acoge, está de acuerdo con la Reina de Corazones.
El pasado 19 de octubre, a las 18:45, recibí un correo de Google con el siguiente mensaje:

Estimado usuario de Google:
Google ha recibido una notificación en la que se le informa de que, según lo estipulado en la ley estadounidense de protección de los derechos de autor (DMCA), algunos de tus materiales parecen infringir derechos de autor de terceros. 
En este caso, tras haber recibido una o más reclamaciones basadas en la DMCA, hemos inhabilitado el acceso a los materiales que presuntamente infringen derechos de autor. Google puede volver a admitir estos materiales tras la recepción de una contranotificación en virtud de los apartados 512(g)(2) y (3) de la DMCA. Para obtener más información sobre los requisitos de una contranotificación, consulta este enlace. 
Si continúas infringiendo nuestras políticas, podemos cancelar tu cuenta de Google, de modo que dejarías de tener acceso a su contenido.
Atentamente,
El equipo de Google
Las respuestas a este correo no se supervisan. Si tienes más preguntas o dudas acerca de Google, visita el Centro de Ayuda de Google.

A este correo le antecedió y siguieron cuatro correos, cada uno indicando un enlace de descarga diferente, aunque sin referencia alguna al documento aludido ni al blog que lo aloja, y mucho menos a la vaporosa entidad que reclama dudosos derechos de autor. Y, al mismo tiempo, la cuenta drive que acoge los documentos de Clásicos de Historia y de otros blogs educativos, quedó bloqueada, sin permitirme el acceso al millar de documentos de mi autoría, edición o traducción (y por tanto de mi propiedad intelectual), que yo consideré oportuno poner libremente a disposición de cualquier persona interesada.

Naturalmente, el mismo día presenté el correspondiente formulario solicitando más información y la restauración de mi cuenta. El acuse de recibo fue inmediato, del siguiente tenor:

Hola:
Gracias por ponerte en contacto con nosotros acerca de tu cuenta de Google inhabilitada. El equipo de Cuentas de Google revisará tu solicitud y se pondrá en contacto contigo para proporcionarte información lo antes posible. La mayoría de las solicitudes tardan 2 días laborables en revisarse, pero algunas pueden tardar más.
Gracias por tu paciencia.
El equipo de Cuentas de Google

Para facilitar la solución, una vez identificados eliminé los enlaces, y dejé como borrador todo el blog que los alojaba (Libros de Equipaje). Pero ante la ausencia de novedades, a partir del 29 de octubre reiteré mis mensajes a distintas direcciones de Google y envié los datos que me solicitaron, pero sin obtener resultado alguno (aunque sí recibí varias peticiones de encuestas sobre mi grado de satisfacción.)

Una vez llegados a este punto, y tras casi un mes de tediosas gestiones infructuosas, considero oportuno dar a conocer esta situación a todos los usuarios de Clásicos de Historia. Ignoro si va a ser revertida por parte de Google. Pero confiando en una posible solución, y mientras ésta no llegue, les ruego encarecidamente que no soliciten acceso a cualquiera de los documentos del blog: yo tampoco puedo acceder y no puedo facilitárselo. No por ello dejo de agradecerles el interés que han mostrado y muestran por Clásicos de Historia, que he constatado una vez más por los centenares de correos que he recibido en este último mes solicitando aquellos.
No, no es ésta la solución.

viernes, 16 de octubre de 2020

Julián Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles


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Al comenzar sus memorias de la Guerra Civil tituladas Un adolescente en la retaguardia, Plácido M.ª Gil Imirizaldu reflexiona sobre la ingente bibliografía sobre aquella: «He leído varios (libros) sobre la contienda, de autores extranjeros y españoles, algunos de escritores universalmente reconocidos, indistintamente de un color u otro. En general, tan sólo me han complacido aquellos que, rojos o blancos, vivieron los tres años fatídicos o parte de ellos en las trincheras o en retaguardia. Tal vez los que no los vivieron tienen el mérito de la investigación, pero en general les ha sobrado pasión y faltado libertad. Y también vale este criterio al tratar la cuestión de la innegable persecución religiosa», que fue lo que determinó su devenir entre los 15 y los 17 años de edad, iniciado con el fusilamiento de toda la comunidad de monjes en que se formaba. Camarero en Barbastro y en Caspe, después refugiado en varias localidades de Lérida, describe gentes y sucesos de forma ecuánime, recalcando la entereza moral y el honradez de algunos republicanos, anarquistas o comunistas, en oposición al talante sanguinario, intolerante y destructivo de otros. Y deplora asimismo las matanzas que encuentra se han llevado a cabo en su Navarra natal, a la que logra regresar al final de la guerra: «Todas estas cosas me llenaban de angustia, pues veía que, si no tantas, también en los nacionales se cometieron atrocidades. La guerra fue fratricida. Mis monjes murieron únicamente por ser monjes, y son mártires. Pienso que los muertos de Lumbier (su pueblo) también están en el cielo, junto a tantos jóvenes que fueron a luchar y murieron, muchos de ellos movidos por un ideal cristiano.»

Pues bien, algo de esa honradez intelectual y moral es lo que vamos a encontrar en la aportación de esta semana, una narración de la guerra civil cuya redacción concluyó su autor poco antes de su malhadado fusilamiento. En una conferencia pronunciada en 1978, el reconocido historiador Gabriel Jackson afirmaba encomiásticamente (cito por la reseña del diario El País): «El libro de Zugazagoitia es un ejemplo magnífico de la historia vivida como participante. Era diputado de Cortes, director de El Socialista, ministro de Gobernación por algunos meses, amigo íntimo de Indalecio Prieto y de Juan Negrín. Periodista culto, con orgullo de su oficio, era capaz de evitar trampas, seguir la pista de evidencia incompleta, escribir con claridad. Distingue siempre entre su experiencia personal y los hechos “según informe”. Escribe sin rencor (¡en el año 1939!) y hace una autocrítica feroz de los errores y crímenes en zona republicana. Achaca la pérdida de la guerra a tres causas principales: ineficacia y falta de dirección fuerte antes del período Negrín; paseos e indisciplina en los primeros meses; intervención italo-germana en combinación con la política de “no-intervención”. Hay dibujos verbales vívidos de personas como Prieto, Miaja, Negrín, Azaña. Por desgracia, no existe ningún libro comparable por zona nacional.» La última afirmación parece algo discutible: tanto los excesos como el rechazo a ellos se documentan por igual en los dos bandos enfrentados.

Por otro lado, y naturalmente, esta valiosa obra es obra de parte (una parte opuesta a la del otro autor que hemos citado más arriba); el mismo Zugazagoitia reitera, una y otra vez, que se ve a sí mismo como “periodista gubernamental” (por encima de diputado y ministro), con todo lo que lleva consigo de propagandista y de debelador de enemigos y rivales (especialmente del propio bando...) Pero el tomar partido no le impide esforzarse en la búsqueda de un cierto distanciamiento y la persecución de una limitada pero presente ecuanimidad.

Ricardo Baroja, 1937

viernes, 9 de octubre de 2020

Revolución y represión en Casas Viejas. Debate en las Cortes


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Escribe el decisivo anarquista Juan García Oliver en sus tardías memorias tituladas El eco de los pasos: «La táctica de la “gimnasia revolucionaria” alcanzó un punto álgido en enero de 1933. La Federación nacional de Ferroviarios de la CNT acordó lanzarse a la huelga nacional en demanda de reivindicaciones ampliamente debatidas. Y señaló como fecha para iniciar la huelga el 8 de enero. Por conducto de su delegado en el Comité nacional de la CNT, pidió que las secciones de Defensa Confederal de todo el país la sostuviesen enérgicamente, para crear una situación de alarma en torno a su conflicto, pues en manera alguna querían perderlo (…) Sin pérdida de tiempo se pasaron las consignas a los cuadros de Defensa. La consigna fue “preparados para intervenir con todos los efectivos de combate”, lo que significaba un estrecho contacto de los cuadros con sus responsables, con todos los elementos disponibles en armas y explosivos. El plan fue meticulosamente estudiado por los que integrábamos el Comité regional de Defensa de Cataluña, asignándose a cada uno de nosotros un cometido insurreccional. El plan, además de acciones frontales en cada barriada, incluía la voladura de los edificios de Capitanía General, Gobernación y Jefatura Superior de Policía, trabajo encomendado a la sección de Alcantarillas (…)

»Cuando, por conveniencias del Comité de Huelga de los ferroviarios, nos llegó la comunicación de suspender las acciones, consideramos, a propuesta mía, que no había lugar a ello, por considerar que nuestras fuerzas de choque se creaban por y para la revolución, pero no para maniobras de tipo sindical. Si se incurría en maniobreos, pronto desaparecería el espíritu revolucionario de los que al entrar a formar parte de los cuadros de Defensa lo hacían convencidos de que no serían utilizados por conveniencias ridículas. Y el 8 de enero se libró una de las batallas más serias entre los libertarios y el Estado español. Fue la lucha que más impacto tuvo en el aparato gubernamental y la que determinó que los partidos republicanos y el Partido Socialista perdiesen su influencia sobre la mayoría popular de los españoles.

»En Barcelona y en Cataluña, la conmoción fue enorme al enterarse la gente de las terribles palizas que nos propinaron los guardias de asalto en la Jefatura Superior de Policía, tanto a mí ―pero a mí con predilección― como a mis compañeros (…) que caímos presos en una muy bien preparada trampa que nos tendió la Guardia Civil. Pero lo que nos hicieron a nosotros en los pasillos de la Jefatura de Policía los guardias de asalto, que se dedicaron a machacar nuestras cabezas y costillas con las culatas de los mosquetones, fue pálida orgía comparado con la brutalidad con que los guardias de asalto llevaron el ataque contra el pueblecito de Casas Viejas, donde acribillaron a tiros y quemaron dentro de su casa al compañero Seis Dedos y a su familia.»

La sublevación anarquista de enero de 1933 fracasó, como lo había hecho la anterior en un año y las posteriores (antes de la guerra civil…). Pero fueron los acontecimientos de Casas Viejas, citados al paso por García Oliver, los que dieron lugar a considerables consecuencias políticas en la Segunda República. El gobierno Azaña, formado por republicanos de izquierdas y socialistas, reaccionó con dureza ante la insurrección, y los guardias de Asalto enviados a aquella pequeña localidad gaditana, donde ya se habían producido varias víctimas entre las escasas fuerzas de orden público, llevaron a cabo una durísima represión, con el incendio provocado de la casa en que se habían refugiado y seguían la lucha algunos anarquistas, y posteriormente el fusilamiento de doce vecinos escogidos poco menos que al azar.

Ahora bien lo que magnificó el sangriento episodio fue el esfuerzo por parte de las autoridades para, primero, ocultar el acontecimiento; después para maquillar las severas órdenes impartidas; y finalmente para rechazar cualquier vinculación que se les pudiera encontrar. Esta estrategia resultó inviable por la actuación de la prensa y de los diputados de oposición (básicamente los republicanos situados a izquierda y derecha de la coalición) desde que se reabrieron las sesiones en las Cortes el 1 de febrero. Los debates fueron elevando su tono conforme aumentó la información sobre lo realmente ocurrido, y sobre la responsabilidad del gobierno con las medidas adoptadas. Sin embargo, la coalición gobernante se mantuvo cohesionada y derrotó a la oposición en todas las votaciones que se hicieron a este efecto. Pero su triunfo fue aparente: su descrédito no hizo más que aumentar en los meses consecutivos, con severas derrotas en las elecciones municipales parciales, en la de miembros para el Tribunal de Garantía Constitucionales, y finalmente en las legislativas.


viernes, 2 de octubre de 2020

Pío Baroja, Raza y racismo. Artículos en Ahora (1933-35)


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La xenofobia, la reacción que va de la desconfianza al odio ante los grupos extraños, es antigua en la humanidad; la descubrimos en todas las civilizaciones y en todas las épocas. La diferencia respecto al otro puede radicar en el lenguaje, en la religión, en los rasgos, en las costumbres… Y por tanto se persigue la asimilación, la conversión al grupo propio, a veces de forma humanitaria y benévola, con más frecuencia impositiva y violenta. Y el resultado es el antiquísimo dominio y explotación de unos grupos sobre otros.

Ahora bien, una serie de factores de la modernidad como el imperialismo, el capitalismo y el cientificismo, van a contribuir a transformar este fenómeno en el racismo contemporáneo, que quiere dotarse de una justificación ideológica novedosa, revestida de apariencia científica y visos de certeza indudable. En línea con otros reduccionismos de nuestro tiempo (la nación, la clase, el género), supone en síntesis afirmar que cada raza, el grupo biológico de que se forma parte, posee características físicas, intelectuales y de conducta propias y diferenciadas, que determinan la vida del individuo. Y el corolario inevitable: si las razas son diversas entre sí, las habrá mejores y peores, superiores e inferiores, desde la suma perfección hasta rozar lo subhumano.

A finales del siglo XIX, la sociedad occidental se encontraba cada vez más influida, aunque en distintos grados, por esta ideología del racismo. La percibimos en todas las clases sociales, tanto entre los sectores populares y las élites (incluyendo naturalmente a los intelectuales); en los nacionalismos con frecuencia enfrentados entre sí; en los políticos liberales, tanto entre los conservadores como entre los progresistas; en los reaccionarios y en los revolucionarios… En el primer tercio del siglo XX, la mentalidad racista se hace cada vez más común, difundida por novelistas, políticos, artistas, científicos y periodistas. Y también por los nuevos mass media: cine, radio, cómic… Naturalmente también hubo voces críticas (y desde las más variadas ideologías), pero predominó la aceptación del racismo como un hecho indudable y avanzado.

Un ejemplo de todo ello ello está en nuestra aportación de esta semana: diez artículos publicados por Pío Baroja (1872-1956) en el prestigioso diario de Madrid Ahora durante la Segunda República. En ocasiones superficial, en otras contradictorio, a veces acumulando citas y autores un poco a la brava, nos muestran el éxito del racismo a la hora de calar en los planteamientos de autores que se quieren ante todo críticos e independientes. Andrés Trapiello en su conocido Las armas y las letras sintetiza así la postura de Baroja: «Las ideas políticas de Baroja, de corte nietzscheano y anarquista, darwinista fanático y con ribetes racistas, parecen siempre contrastadas por su visión personal de la realidad. “Yo siempre he sido un liberal radical ―nos decía en una declaración del año 17―, individualista y anarquista. Primero, enemigo de la Iglesia; después, del Estado; mientras estos dos poderes estén en lucha, partidario del Estado contra la Iglesia; el día en que el Estado prepondere, enemigo del Estado.” Eran los tiempos en que cifraba la Utopía en un país sin curas, sin moscas y sin carabineros.»


viernes, 25 de septiembre de 2020

Diego de Ocaña, Ilustraciones de la Relación de su viaje por América del Sur

Otro monje jerónimo
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Para presentar la aportación de esta semana, entresacamos algunos párrafos del artículo de Viviana Gallardo Porras titulado Imágenes etnográficas: representación y discurso del “indio” en Chile en la obra de fray Diego de Ocaña (Diálogo Andino, n.º 50, 2016). «Fray Diego de Ocaña salió en 1599 del convento de Guadalupe en Extremadura hacia América, iniciando un recorrido por estas tierras que se prolongó hasta 1605. Su traslado a América obedeció a una misión de evangelización: construir o iniciar en este continente el culto a la virgen de Guadalupe. Ocaña vino con el encargo de recabar limosnas entre los devotos de la virgen y de asegurar que estas limosnas llegasen a la península. Su viaje pasó por el istmo de Panamá y por el Virreinato del Perú, el cual recorrió desde Payta hasta la isla de Chiloé, desde la Patagonia hasta Paraguay y desde Tucumán hasta el altiplano boliviano. El Viaje de Ocaña tuvo un sentido misional. De su recorrido es producto una interesante relación de viaje, en ella el fraile despliega sus dotes de literato, historiador, pintor y cronista.»

«El viaje por territorio chileno comenzó en Coquimbo hacia el 1600. El contexto histórico reciente y de grandes repercusiones en la gobernación, sin duda fue Curalaba (alzamiento indígena de 1598 en el cual el propio gobernador Martín García Oñez de Loyola perdió la vida). El historiador Álvaro Jara señala que, con posterioridad a Curalaba, en España, se temió seriamente por la pérdida de Chile: todo el mundo construido por los españoles comenzaba a caer, demolido precisamente por aquellos indios que eran el estrato inferior e indispensable de la construcción. El poder español desde el Bío Bío al sur se desmoronó, quedando en ruinas ciudades y fuertes, los cuales fueron arrasados por los indígenas. Las ciudades y lavaderos del sur se perdieron, la actividad aurífera fue aniquilada, tierras, ganados y casas fueron destruidos, el territorio se redujo, la frontera se estableció en el río Bío Bío, el esfuerzo fundacional decayó, el territorio chileno se encontraba alzado y se consolidó como tierra de guerra.»

«En ese contexto y como producto de su itinerario, Diego de Ocaña redactó un preciado documento, una relación del viaje a tierras americanas que consta de 360 folios (…) Notoria e interesante en esta obra es la inserción de ilustraciones y dibujos realizados a pluma y coloreados a mano. Las explicaciones de los dibujos se insertan en forma independiente al resto del relato (...) Son representaciones de indígenas e hispanos y algunos animales característicos de la tierra. Cada una de estas imágenes tiene inserto un escrito, como diría Barthes, un mensaje lingüístico que permite identificar lo retratado, constituyendo una descripción denotada de la imagen. El conocimiento estético y científico de la naturaleza y habitantes de estos territorios se deriva de la observación directa y atenta de Ocaña, quien testimonia: por ser esto lo mejor de todo Perú y tierra firme iré por el camino con el papel en la mano marcando y pintando toda la tierra

Respecto al modo de representar a los indígenas, Viviana Gallardo concluye: «existe en la obra de Ocaña una construcción identitaria sobre el indio que se basó en dos oposiciones binarias tanto internas (dentro del propio grupo indígena) como externas (en relación al grupo español). Por un lado, Ocaña aprecia diferencias al interior del mundo indígena y construye la alteridad teniendo como referente la guerra. Así, distingue entre los indios de los llanos, descritos textualmente como flojos y reticentes al trabajo, y los indios de tierra de guerra, los cuales los considera valientes y hábiles. La representación de los indios de los llanos y de los indios de tierra de guerra que se despliega iconográficamente también manifiesta esa diferencia.

»Por otra parte y como tercera constatación, se advierte que el autor homologa al indio de tierra de guerra con el colonizador español. Ambos se enfrentaron de igual a igual en la gran rebelión general indígena de fines del siglo XVI en el reino de Chile, consolidando este territorio como tierra de guerra. Por último, se distingue en este texto que la guerra y las aptitudes para esta son estimadas y sobrevaloradas. En la representación textual esta queda de manifiesto. Los indios de guerra, por ejemplo, tienen buenas costumbres porque de ordinario se ocupan en el ejercicio de guerra, además de ser indios de mucha razón; (ya que) sustentan la guerra para no servir a los españoles… Así mismo, iconográficamente la representación del indio emula al del hispano, a la del civilizado.»


viernes, 18 de septiembre de 2020

Carlos de Sigüenza y Góngora, Infortunios de Alonso Ramírez


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Alonso Ramírez, natural de San Juan de Puerto Rico, capturado por piratas ingleses en las islas Filipinas, sufrió aventuras y penalidades prolongadas hasta su regreso al Nuevo Mundo tras dar la vuelta al mundo. Una vez establecido en la Nueva España, narrará pormenorizadamente (aunque no falten sugestivas lagunas) su vida a Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), el más afamado científico y literato del virreinato, que la transcribirá y publicará en 1690. El dieciochesco José Mariano Beristáin y Souza, en su capital Biblioteca Hispano-Americana Septentrional, nos presenta así al destacado autor-relator de las prodigiosas desventuras del aventurado puertorriqueño:

«SIGÜENZA Y GÓNGORA (D. Carlos) uno de los más completos literatos de la Nueva España: poeta, filósofo, matemático, historiador, anticuario y crítico. Nació en la ciudad de México el año 1645, habiendo tenido por padre a D. Carlos Sigüenza, maestro del príncipe don Baltasar. En 17 de octubre de 1660 tomó la sotana de jesuita y en 15 de agosto de 1662 hizo los primeros votos en el colegio de Tepozotlan; especie que se le ocultó al señor Eguiara, pero que consta del libro original de profesiones que tengo en mi poder. A poco tiempo dejó este Instituto, a que siempre conservó particular devoción, pero volvió a abrazarlo al tiempo de su muerte, acaecida en 22 de agosto de 1700, habiéndole hecho magníficos funerales los PP. jesuitas del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de México. Sacerdote secular y profundamente instruido en las ciencias sagradas, hizo al mismo tiempo tantos progresos en las matemáticas de que fue catedrático en la Universidad de su patria, que conocidos en la corte de Luis el Grande de Francia, mereció de aquel príncipe, protector de las ciencias y de los sabios, que le convidase a París y le ofreciese pensiones y honores, que el modestísimo español mexicano renunció, prefiriendo el título de cosmógrafo regio con que le distinguió el Sr. D. Carlos II.

»Peritísimo en la lengua, historia y antigüedades de los indios, y habiendo acopiado un considerable número de escritos simbólicos y mapas, ya por la herencia que le dejó el erudito indio D. Juan de Alva, descendiente de los reyes de Tezcuco, y ya por su diligencia e insaciable curiosidad en esta materia, no sólo emprendió una historia completa antigua del imperio de los chichimecas, desde su entrada en la América Septentrional, sino que aplicando sus conocimientos astronómicos a los monumentos de los indios, arregló a las épocas de la historia europea las de la historia de los mexicanos. Sin embargo de tales estudios, sirvió diez y ocho años el empleo de capellán del hospital del Amor de Dios, y el de limosnero del venerable arzobispo D. Francisco de Aguiar y Seijas; de los que le arrancó para una expedición pública, literaria y muy interesante, al virrey D. Gaspar de Sandoval, conde de Galve el año 1693. Tal fue la de acompañar al general de la Armada D. Andrés de Pez a las exploraciones y descripción del seno mexicano, que desempeñó nuestro Sigüenza, como largamente refiere el historiador de la Florida D. Gabriel de Cárdenas, y yo compendiaré todavía.

»Regresando a México, sin dejar la pluma de la mano, se empleó en los últimos años de su vida en ejercicios de piedad cristiana, y falleció, jesuita como se ha dicho, a los 55 de su edad. Hicieron mención honorífica de nuestro autor el viajero italiano Gemeli Carreri en su obra intitulada Giro del mundo parte 6, libro I, donde no sólo le alaba por su erudición, sino por la liberalidad con que le comunicó cuanto allí escribe de los antiguos monumentos de los mexicanos; el caballero Boturini en su Idea de una nueva Historia de la América Septentrional y en su Museo; D. Salvador Mañer en su Anfiteatro crítico, numerando entre los matemáticos españoles a nuestro Sigüenza; León Pinelo en su Biblioteca Occidental: D. Nicolás Antonio en la Hispana, aunque muy escaso de noticias de los escritos de nuestro autor; el Ilmo. Castorena en el tomo III de las Poesías de la Monja de México; el P. Florencia en su Historia de Guadalupe; Fr. Isidro Félix Espinosa en su Crónica de los colegios de Propaganda Fide; Cabrera en su Escudo de Armas de México; Cárdenas en su Historia de la Florida; el editor de la obra del Origen de los Indios, y otros.

»A que debe agregarse aquí el elogio que le hizo Sor Juana Inés de la Cruz en el siguiente soneto, que no se halla impreso hasta ahora, y alude a la descripción del Arco Triunfal, que hizo Sigüenza para el recibimiento del virrey de México, marqués de la Laguna; y que envió a la censura de la poetisa.

                                                        »Dulce, canoro Cisne Mexicano,
                                                   Cuya voz, si el Estigio lago oyera
                                                   Segunda vez a Euridice te diera
                                                   Y segunda el Delfín le fuera humano:
                                                        A quien si el Teseo muro, si el Tebano
                                                   El Ser en dulces cláusulas debiera,
                                                   Ni a aquel el griego incendio consumiera,
                                                   Ni a este postrara Alejandrina mano:
                                                        No al Sacro Numen con mi voz ofendo,
                                                   Ni al que pulsa divino plector de oro
                                                   Agreste vena concordar pretendo;
                                                        Pues por no profanar tanto decoro,
                                                   Mi entendimiento admira lo que entiendo,
                                                   Y mi fe reverencia lo que ignoro.»

Y concluye con la extensa relación y comentario de sus obras, publicadas o manuscritas, de la que entresacamos algunas: Primavera indiana, Las glorias de Querétaro, Teatro de virtudes políticas que constituyen un buen príncipe, Triunfo Parténico, Paraíso Occidental, Manifiesto filosófico contra los cometas, Libra astronómica, El Belorofonte Matemático contra la quimera astrológica de D. Martín de la Torre, Relación histórica de los sucesos de la Armada de Barlovento a fines de 1690 y fines de 1691, Trofeo de la justicia española contra la perfidia francesa, Los infortunios de Alonso Ramírez, Mercurio volante, El oriental planeta evangélico, Descripción del seno de Santa María de Galve, alias Panzacola, de la Movila y del Río Misisipí, La piedad heroica de D. Femando Cortés, Tratado sobre los eclipses de sol, Ciclografia Mexicana, Historia del imperio de los Chichimecas, Genealogía de los reyes mexicanos, Elogio fúnebre de la célebre poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz...


viernes, 11 de septiembre de 2020

Rafael María de Labra, La emancipación de los esclavos en los Estados Unidos


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La gloriosa revolución de 1868 supuso un fuerte impulso a las políticas que perseguían erradicar definitivamente la esclavitud en las colonias antillanas españolas, aunque como en tantas otras cuestiones el Sexenio democrático actuó lenta, confusa y a veces contradictoriamente. Uno de los intelectuales y políticos que más trabajó en este sentido fue Rafael María de Labra (1840-1918), jurista, rector de la Institución Libre de Enseñanza, y máximo animador de la Sociedad Abolicionista Española, que toma un gran desarrollo en estos años, con ciclos de conferencias, manifestaciones y representaciones teatrales, además de las numerosas intervenciones parlamentarias de destacados miembros. La obra que hoy comunicamos persigue contribuir a este esfuerzo de propaganda mediante el ejemplo norteamericano: en Estados Unidos la esclavitud ha desaparecido como consecuencia de la secesión de los estados del sur y la consiguiente guerra civil. No ha existido indemnización alguna para los propietarios de esclavos (con algunas excepciones extremadamente minoritarias), y sin embargo las consecuencias sociales, económicas y culturales han sido positivas.

Y es éste el que ejemplo que quiere hacer valer ante la situación de Cuba y Puerto Rico, para la que Labra plantea la eliminación inmediata. En otra obra de los mismos años, La abolición de la esclavitud en el orden económico, señala su doble convencimiento de que «yo creo, primero, que la abolición favorece a la larga los mismos intereses que inmediatamente aparecen lastimados y que la abolición inmediata es la que menos daña a esos intereses; y segundo, que para el éxito de la abolición se requiere imprescindiblemente la cooperación sincera, honrada y hasta entusiasta, de los mismos poseedores de esclavos y el propósito del Gobierno de mirar a estos con la consideración debida a una desgracia y sin prevención hostil de ninguna suerte.» Pero la oposición es considerable, y con abundantes recursos.  Rafael María de Labra los analiza más adelante:

«Los argumentos que con más éxito se emplean contra la abolición de la esclavitud (dado que ya no produzca efecto en una sociedad democrática el respeto a derechos creados... sobre el hombre, reducido contra su voluntad al estado de bestia), son estos: El primero, que la abolición inmediata, por su violencia y su precipitación, entraña perturbaciones sin cuento en la vida tranquila y ordenada de las sociedades; y con este motivo se habla de la ferocidad de la raza negra, de sus instintos de holganza y barbarie, del peligro que corre la raza caucásica, entregada a los delirios y furores de esas bestias sueltas de los ingenios; de la triste suerte que se depara aun a los mismos negros que salen de la esclavitud del barracón para entrar en la servidumbre, quizá más horrible, de la vagancia, la miseria y el crimen; y en fin, de los desastres de la gran República Norteamericana después de 1865, y de la catástrofe de Santo Domingo a principios del siglo.

»El segundo, que la abolición repentina de la esclavitud, desquiciando todo el orden económico, privando de brazos a los ingenios y los industriales, abriendo de par en par las puertas de la ociosidad a los negros, hasta ayer mismo acostumbrados a la disciplina del trabajo, sólo puede producir la ruina de la producción colonial, y los fatales efectos que se han palpado, y aun hoy mismo se palpan, así en las colonias francesas e inglesas de América, como en las vastas provincias del Sur de los Estados Unidos.» Pues bien, contra estas percepciones que considera radicalmente falsas (y «de intención dañada», añade), se dirige La emancipación de los esclavos en los Estados Unidos: el proceso no se ha podido realizar en circunstancias más negativas, el curso de una durísima guerra civil, y sin embargo las consecuencias han sido todo lo contrario de lo que los agoreros esclavistas sostenían.

Manifestación antiesclavista en Madrid, 1873.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Manuel de Odriozola, Relación de las excursiones de los piratas que infestaron la Mar del Sur en la época del coloniaje


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Hemos comunicado anteriormente textos diversos sobre la piratería mediterránea, como la Crónica de los Barbarrojas, de Francisco López de Gómara, o las andanzas corsarias de Alonso de Contreras. Ahora vamos a comenzar a ocuparnos de la americana. Jesús Varela Marcos, en su Las guerras y su reflejos en América: el área atlántica (en el primer tomo de la obra colectiva América en el siglo XVII) presenta el fenómeno así: «En torno a corsarios y piratas, filibusteros y bucaneros existe una leyenda dorada que nos presenta a estos personajes como hombres audaces que arrastraban penalidades sin límite en su lucha contra el dominio opresivo español; es parte de la leyenda rosa. La negra, la descrita por los afectados, quienes desde un principio la aumentaron cuando aun no era peligrosa con el fin de obtener de la Corte española medros personales o bien una situación de favor para los colonos allí asentados, tampoco refleja toda la verdad, que se halla lejos de la ilusionada audacia de la primera, y de los informes y relatos sangrantes que al difundirse se convertían en mitos temidos, de la segunda. Lo cierto es que la palabra pirata se empleaba sin suficiente precisión en lo que a designar un tipo de personas que por estos años de comienzos del siglo XVII aparecen por el oriente de Venezuela. El término pirata designa al ladrón que anda robando por el mar. El origen de esta actividad humana es muy remoto (…) en América la piratería va a conseguir su época dorada, su siglo de oro, en el siglo XVII. Pero es necesario distinguir las clases de piratería que allí aparecen, a qué responde su formación y por qué en un determinado momento.»

La primera es la piratería comercial, predominante en el siglo XVI, en la que contrabandistas ingleses, franceses y holandeses, con patentes de corso de sus autoridades, persiguen obtener materias primas a cambio de productos manufacturados. Pero al mismo tiempo «se estaba incubando el germen de la auténtica piratería, cuya fase inicial corresponde a las tres primeras del siglo (XVII), y que podemos denominar como etapa bucanera, prólogo de la del gran auge filibustero (…) El origen del fenómeno bucanero hemos de verlo en los pequeños grupos de desertores, franceses e ingleses principalmente, que se habían ido asentando poco a poco en la isla de San Cristóbal. Estos europeos actuaban como intermediarios entre los indígena caribes y los barcos corsarios, a los que proporcionaban carne seca (bucana) que habían aprendido a conservar de los nativos; también les abastecían de fruta y agua, y así los barcos podían continuar sus viajes con facilidad.» Pero en 1629 una expedición de la Armada Real les expulsó de las Antillas menores, y provocó la ocupación de la región noroeste de la isla Española, despoblada a la sazón pero en la que subsistía el ganado abandonado por los españoles, y hecho cimarrón. Y de allí se trasladaron a la conocida isla de la Tortuga.

«La Cofradía de Hermanos de la Costa se puede considerar como la primera célula de la sociedad filibustera. Es la organización de marginados donde ni las nacionalidades ni actos anteriores cuentan, y su objetivo común es conseguir plenamente la libertad que les había sido condicionada en la sociedad establecida. Una vez conseguido este fin pretenden mostrárselo al mundo e imponérselo, en muchas ocasiones convertido en libertinaje. Es, pues, esta etapa de las décadas del 20 y el 30 que se desarrolla en la isla de la Tortuga la que marca el definitivo paso del bucanero ensangrentado y perseguido en las costas de la Española, al del filibustero como ser que goza de una libertad, dentro de una sociedad propia, y con posibilidades de defensa.» En esta situación, la ocupación inglesa de Jamaica en 1656 (en la que está presente nuestro conocido Thomas Gage) «la convirtió en puerto franco para todos los filibusteros, piratas, salteadores renegados y desertores que quisieran acceder a ella con la sola cláusula de disponer de dinero para gastarlo en la isla. A tal efecto se instalaron almacenes de vituallas, armas, pólvora y todo género de manufacturas traídas de Inglaterra. Incluso el puerto actuaba de compraventa. En sus muelles se podía adquirir desde un recambio de vergas, velas, palos, hasta todo un barco completo; así como quien lo desease podía vender aquellos navíos, fruto de sus correrías, que no le sirviesen. De esta forma Jamaica va a actuar como un banco de mercancías o de una agencia indirecta del robo contra la Corona española.»

En esta entrega comunicamos el interesante documento que uno de los fundadores de la independencia del Perú, Manuel de Odriozola Herrera (1804-1889) editó sin indicación de sus fuentes en 1864, en el segundo tomo de su Colección de documentos literarios del Perú, no menos rica e interesante que los doce tomos de Documentos históricos del Perú en las épocas del coloniaje después de la conquista y de la independencia hasta la presente. A ambas habremos de volver más adelante.

Viñeta de Bob de Moor

viernes, 28 de agosto de 2020

Thomas Gage, Relación de sus viajes en la Nueva España


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Thomas Gage (1603-1656) publica en 1648 The English-American his Travail by Sea and Land: or, A New Survey of the West-Indias, containing A Journall of Three thousand and Three hundred Miles within the main Land of America. Carmelo Sáenz de Santa María, en su El despliegue cultural en el siglo XVII (que forma parte de la obra colectiva América en el siglo XVII. Los problemas generales, Madrid 1990) escribe lo siguiente: «En 1625 llega a Guatemala el dominico inglés Thomas Gage, llamado en religión fray Tomás de Santa María, quien tras una breve estancia en Chiapas se instala en la capital del reino, donde le encargan una cátedra de filosofía en el colegio de Santo Tomás, que entonces inauguraba sus facultades académicas. Gage es cáustico al describir a los hidalgos chiapanecos, es más respetuoso cuando habla de los habitantes de Guatemala; pero en todo caso es un viajero que lo ve todo a través de sus hermanos de hábito, de los que por otra parte se va distanciando progresivamente. Antes de dar por terminada su estancia en el reino se procura un curato de indios, que le abren el panorama de la profunda transculturación desarrollada en las comunidades indígenas. En el plano cultural no habla demasiado bien de las normas académicas del colegio de Santo Tomás el que le hubiera sido encargada una cátedra de Artes; punto este no confirmado por otras fuentes. Es realista ―aunque exagerada― la descripción de un acto teológico en que se discutió la pía doctrina de la concepción inmaculada de María, que... enfrentaba radicalmente a los dominicos con el resto de las escuelas teológicas.

»Gage dio a la imprenta la relación de sus viajes y, naturalmente, no lo hizo ni en Guatemala ni en España, lo hizo en Londres; cuando había decidido no sólo abandonar el hábito religioso, sino también el catolicismo en una primera etapa, y el anglicanismo en una segunda y ya definitiva. Gage ―nos dice― no quedó satisfecho con la primera edición de sus obras; su lengua no sonaba a inglés, después de tantos años pasados en ambientes de habla hispana; hizo una segunda y poco tiempo después apareció la primera traducción francesa, de la que se hizo finalmente la traducción española actualmente en uso, de la que faltan no sólo pasajes controvertidos contra el catolicismo, sino multitud de frases hispanas literalmente transcritas en el original, que ha perdido toda su lozanía en esta doble traducción.»

El mismo autor, años antes, en su Los viajes de Gage en el siglo XVII hispanoamericano, nos proporcionaba información sobre la peripecia vital de Thomas Gage tras su regreso a Inglaterra: «El reinado de Carlos I ha entrado en crisis y justamente seis días después de que el rey levantase el estandarte de la acción militar contra el parlamento, Gage se decide a pronunciar en la antigua iglesia de San Pablo su sermón de retractación (…) Con esta acción rompe Gage con su pasado y especialmente con su familia: precisamente su hermano mayor era uno de los jefes de mayor prestigio militar en el ejército del rey: su muerte en campaña, poco después, fue una de las concausas del desastre monárquico. La retractación de Gage fue un poco prematura: poco tardó en darse cuenta de que no era la Iglesia de Inglaterra la que había de salir triunfante en aquella contienda; en fecha no precisada juzgó oportuno adherirse al movimiento puritano que —de todas maneras— casaba mejor con sus aires de reformador de costumbres, que se le acomodaban tan bien.

»Desde el puritanismo, bien establecido en la vicaría de la actual ciudad veraniega de Deal, considera llegado el momento de llevar adelante lo que entonces juzga su vocación celestial: redimir a América del yugo católico romano (…) Cromwell no despreció la insinuación: se conserva en la Colección de Papeles de Estado correspondiente a los años 1654-1655, el parecer que Gage redactó a petición del Protector (… que) mezclaba de manera algo incongruente las razones éticas con las estratégicas. En primer lugar va —decía— la gloria de Dios; siguen los pecados privados y públicos de los habitantes de aquellas tierras: pecados que han producido entre ellos el presentimiento —casi profético, eco de fray Bartolomé de las Casas— de que habrían de ser entregados en manos del extranjero. Si alguien puede presentar un título razonable para encargarse de esa misión depuradora, este era el pueblo inglés, tan injustamente tratado por los españoles en América, y tan purificado entonces por la revolución puritana.

»El informe baraja también los argumentos estratégicos y tácticos (...) Gage insiste en los condicionamientos humanos: América está casi despoblada de españoles; son todavía menos los procedentes de la península. Entre peninsulares, criollos, negros, indios, mulatos y mestizos existen tales divisiones que no se podría esperar resistencia ninguna a invasores bien organizados y penetrados de la justicia de la causa (…) Cromwell estableció sobre tan fantástico plan su western design, organizó la Armada —lejano eco de aquella que fue apodada la Invencible—, la puso bajo la dirección de Guillermo Penn y del general Venable, y como asesor político-religioso, nuestro Gage; se conserva la orden por la que la fragata Fagons pasó a recogerle a su vicaría de Deal. La expedición fracasó; flaco consuelo pareció entonces la conquista de Jamaica. Allí murió nuestro Gage a comienzos de 1556; en Deal dejaba viuda y dos hijas.»

Grabado de la edición alemana de Leizig, 1693.

viernes, 21 de agosto de 2020

Tomás de la Peña, Juan Crespí y Francisco Palou, Exploración de las costas de la Alta California (1774-1779)


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El sevillano Antonio María Bucareli y Urzúa estuvo al frente del virreinato de la Nueva España entre 1771 y 1779. Luis Navarro García, en La Nueva España en los tiempos de Carlos III y Carlos IV escribe: «Bucarelli se había esforzado por consolidar los primeros establecimientos españoles de la Alta California, es decir los presidios de San Diego y Monterrey, con el puñado de misiones que empezaba a sembrar fray Junípero Serra. Con este objeto apoyó el virrey los dos viajes realizados por el capitán del presidio de Tubac, don Juan Bautista de Anza, para abrir el camino por tierra desde Sonora a la Alta California. En 1774, partiendo de Tubac, logró Anza llegar a la misión de San Gabriel, habiendo establecido pacíficas relaciones con los indios yumas, instalados en el curso inferior del río Colorado, paso obligado en esta ruta. En 1775 volvió a partir Anza llevando consigo soldados y pobladores, llegando al año siguiente a Monterrey y, luego, a la bahía de San Francisco, dejando señalado el lugar donde el 17 de septiembre del mismo año se fundó el presidio de este nombre, origen de la actual ciudad.

»Bucarelli se preocupó además, siguiendo las directrices del Gobierno de Madrid, de despachar expediciones navales que, desde San Blas, explorasen y cartografiasen las costas al norte de Monterrey, para tomar posesión de ellas anticipándose a los rusos, ingleses y franceses, de los que se sabía que empezaban a interesarse por aquellas regiones. La primera expedición la llevó a cabo, en 1774, con una sola fragata, el piloto don Juan Pérez, que rebasó los 55° de latitud Norte, alcanzando el archipiélago de la Reina Carlota, descendiendo luego hacia el sur. La segunda expedición partió de San Blas en marzo de 1775 y la componían una fragata y una goleta, mandadas por don Bruno de Hezeta y don Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, que también llevaban al piloto Pérez. Fue el teniente de fragata Bodega quien alcanzó la más elevada latitud de casi 58°, sobre el archipiélago del Príncipe de Gales, y en esta ocasión, como en la anterior, se reconocieron las costas e inmediaciones de la isla de Vancouver, que los indios llamaban Nutka.

»La tercera expedición, con dos fragatas mandadas por don Ignacio de Arteaga y don Juan Francisco de la Bodega, zarpó de San Blas en febrero de 1779, esta vez con órdenes de buscar y expulsar a los ingleses que se sabía habían salido de Plymouth en 1776 con igual destino. Arteaga se detuvo algún tiempo en Nutka sin hallar rastro de la estancia de Cook en aquellos parajes pocos meses antes, y llegó a tomar posesión del puerto de Santiago Apóstol en los 61°, ya en Alaska, donde la costa gira hacia el suroeste. Cuando regresó a México, Bucareli había fallecido y don Martín de Mayorga era el nuevo virrey.»

Así como la pasada semana dispusimos con Los Lusíadas de Camoens del relato literaturizado de una expedición naval heroica y decisiva, hoy presentamos su contrapunto: el relato llano y pedestre de la primera exploración de las costas pacíficas de la América boreal. Son los dos diarios de viaje, paralelos y coincidentes, redactados por los capellanes de la expedición, Tomás de la Peña (1743-1806) y Juan Crespí (1721-1782). A ellos añadimos el resumen de dichas exploraciones elaborado por Francisco Palou (1722-1789), y contenido en su Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra, y de las misiones que fundó en la California Septentrional, y nuevos establecimientos de Monterrey, que publicó en México en 1787.

Arquitectura naval antigua y moderna (1756)

viernes, 14 de agosto de 2020

Luis de Camoens, Los lusíadas


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En su clásica Historia de la literatura universal, Martín de Riquer y José María Valverde escriben así sobre Luis de Camoens (1524-1580): «Hay en su vida reyertas, luchas, naufragios, encarcelamientos y toda clase de azares; conoce la universidad y la corte, pero también las más exóticas y lejanas tierras; tiene amores con damas encumbradas y con esclavas, que le son incentivos literarios, y en sus versos se transparenta ora el paisaje lusitano ora el de tierras orientales. Vida intensa y zarandeada, que le lleva a conocer países que nunca hasta entonces había transfigurado literariamente ningún hombre de nuestra cultura y a estrenar piezas de teatro en lengua romance en ciudades del área de la vieja literatura sánscrita.»

Y más adelante: «Los lusíadas (Os Lusíadas), poema épico renacentista en diez cantos, escrito en octavas reales, es la obra cumbre de la literatura portuguesa y una de las creaciones más considerables de la literatura europea. Su título, los lusíadas, significa sencillamente los portugueses, y es un vocablo erudito creado por los humanistas del siglo XVI, de acuerdo con ciertas ideas mitológicas sobre los orígenes de Lusitania, cuya fundación era atribuida a Luso, compañero según unos, hijo según otros, de Baco. La palabra, mal entendida, fue transformada hasta tal punto que se llegó a llamar al poema Las lusíadas o La lusíada, en contradicción con el pensamiento de Camoens que, según manifiesta en las primeras estrofas del poema, quiere cantar la gloria y hazañas de aquellos portugueses que llegaron por vez primera a las Indias Orientales.

»El asunto de Los lusíadas es, fundamentalmente, la narración poética del viaje de Vasco de Gama, quien a impulsos del rey don Manuel el Afortunado, doblando el cabo de las Tormentas ―hoy de Buena Esperanza― llegó a Calicut, en la India, en el año 1498. Pero al propio tiempo, gracias a hábiles digresiones, a interpolaciones en forma de relatos, de sueños y de profecías, recursos consagrados por la técnica de la epopeya clásica y admitidos por la renacentista, Los lusíadas desarroll los más gloriosos episodios de la historia de Portugal, desde sus míticos orígenes hasta los tiempos del poeta.

»No hay duda de que Los lusíadas debe mucho a la epopeya clásica y a la italiana. De la primera imita infinidad de recursos, entre ellos el de iniciar la acción in media res, como la Eneida, y toda la máquina mitológica; de la segunda, la octava real e infinidad de recursos estilísticos. Los rasgos esenciales del poema portugués se advierten si lo comparamos con otras obras contemporáneas del mismo carácter, como son La Araucana de Alonso de Ercilla y La Francíada de Pierre de Ronsard, impresas las tres entre 1569 y 1572 (…) En Los lusíadas tiene amplia cabida el elemento mitológico, de origen virgiliano, pero no es básico ni general. Se trata de un mundo artificioso, y hasta artificial, que se superpone a un relato histórico y veraz, y aunque hay cierta vinculación entre ambos elementos, tienen una vida y un ritmo propios, algo así como los dos mundos que figuran arriba y abajo del Entierro del Señor de Orgaz de El Greco.

»Pero hay algo sumamente capital: la biografía de Camoens, comparada con la de Ronsard, y las maravillosas navegaciones de los portugueses del siglo XVI, comparadas con la desunión y luchas intestinas armadas e ideológicas de la Francia de aquella época. La Francíada es un fracaso por su fundamental falsedad; Los lusíadas y La Araucana, en cambio, son dos aciertos por responder a una realidad histórica y transparentar un espíritu heroico y aventurero totalmente real y situarse en un exotismo en el que vivieron intensamente los poetas que compusieron los dos poemas. No olvidemos que tanto Camoens como Ercilla realizaron unos viajes, y participaron en una luchas y se sumieron en una extraordinarias aventuras que no tan sólo jamás vivió Virgilio, sino que incluso superaron las andanzas y trances por los que pasaron los míticos Ulises y Eneas. Camoens narra en Los lusiadas un viaje histórico, efectuado un siglo antes por hombres de su país, de su raza y de su lengua, por tierras que él visitó y conoció y por las que tuvo que luchar y exponerse a penosas navegaciones, en las que no faltaron tormentas y naufragios.»

viernes, 7 de agosto de 2020

Sabino Arana, Artículos de Bizkaitarra (1893-95)


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Con la publicación de Bizcaya por su independencia. Cuatro glorias patrias en 1892, y el discurso que pronuncia en Larrazabal al año siguiente, Sabino Arana (1865-1903) comienza su actuación política dirigida inicialmente a la independencia de Vizcaya, aunque con el objetivo futuro de la confederación de lo que entonces denomina Euskeria. Su actividad en esta primera fase se basa en el enfrentamiento radical y de gran violencia verbal (y en ocasiones material), contra todo lo que aprecia como español o españolista (incluyendo la mayor parte de la sociedad vizcaína), como medio de difundir un planteamiento nacionalista que durante mucho tiempo será extremadamente minoritario. Su órgano de propaganda será Bizkaitarra (El Vizcaíno), que con periodicidad variable se publicará durante algo más de tres años, y del que hemos recogido buena parte de su contenido, en gran parte redactado por nuestro personaje con cierto apresuramiento, y en el que hemos respetado la ortografía original, ya que no es fácil distinguir entre sus personales preferencias gráficas y las muy abundantes erratas que se agolpan en las diferentes entregas.

Su contenido es muy conocido, aunque con frecuencia ha sido dado a conocer mediante la selección de citas, escogidas con aparentes o patentes intenciones denigratorias. Aquí reproduciremos completos los artículos de los que dichos párrafos han sido extraídos, lo que nos proporcionará el contexto necesario, con numerosas referencias a acontecimientos, partidos, periódicos y personajes del momento. De este modo nos proponemos acercarnos al fenómeno histórico del nacimiento de un nuevo nacionalismo escuchando directamente a su propugnador. Constataremos una vez más, como lo hemos hecho con los correspondientes a otros territorios, la identidad de comportamientos: la creación ex novo de una historia imaginada que retrotrae la existencia de la Nación a la noche de los tiempos; la enumeración prolija de agravios sangrantes en el pasado y en el presente; la construcción de un enemigo externo con caracteres diabólicos, responsable de la casi destrucción de la Nación; la existencia de innumerables connacionales traidores a la Nación, que deben ser denunciados, desenmascarados y erradicados.

Pero el nacionalismo sabiniano añade como un ingrediente más el racismo moderno, con raíces en Gobineau y visos a Der Stürmer, que le lleva en esta etapa a manifestar un odio profundo a todo lo español o maketo. No sólo porque haya arrebatado (¡hace poco más de medio siglo!) la independencia a Vizcaya, sino porque infecciona y destruye la pureza racial de los vizcaínos, valor enormemente superior incluso al propio euskera. Y de ahí el rechazo a los mestizos. Este racismo profundo es el mismo que en aquellos tiempos está dando lugar al antisemitismo europeo que se resume en los conocidos Protocolos de los Sabios de Sion. En ocasiones las acusaciones a maketos y maketófilos son asombrosamente coincidentes. Escojamos, por ejemplo el artículo Nuestro invasor, publicado bajo el pseudónimo Egiarte en el número 8 de Bizkaitarra, y sustituyamos la palabra maketo por judío, así como Vizcaya y vizcaíno por Alemania y alemán. El resultado es éste:

       De él puede decirse en verdad: «sí la desdicha te enviara uno de visita, no le dejes colgar el sombrero en el colgador; porque, así como se ha apoderado de él, se apoderará de toda tu casa.»
       Raquítico de cuerpo, mirada rastrera (es nictálope, porque todo lo hace en la oscuridad), sangre envilecida, corazón seco, alma... no la tiene: allí donde se implanta, crece como la cizaña. Tantea el terreno, y ¡ay del que por incuria no se aperciba de ello!: su casa, las de sus deudos, su pueblo, serán pasto de la voracidad del intruso. Se humillará, os adulará, os besará; siempre llevando en sus labios algo de vuestro cuerpo; si pudiera, la sangre. Si el clima es frío, se acomodará a él; si húmedo, se aclimatará; si es caluroso, llegará a vivir en él como los naturales: adonde no llegará es allí donde sus uñas nada encuentren.
       Escarabajo al principio, siéntese águila después, y ejecuta hechos de milano ó buitre.
       Shylok consentía en la muerte de Antonio, a trueque de cobrar su deuda: nuestro invasor asesina a su amigo para vender su sangre. Y... ¡el amigo del judío es el alemán, y se deja matar! ¡Hierve la sangre en las venas del alemán, y... permanece impávido como estatua de alabastro! ¡Su Madre ha muerto, su Patria agoniza, y... ¡el alemán vive todavía! La víbora que hiere el pecho de su salvador... ¡he allí el judío!
       En tierra extraña es algo menos que hombre; en su país es algo más que bestia. Las preocupaciones, los vicios, las vilezas ocupan su corazón todo: lo asqueroso le encanta; lo injusto le seduce; el crimen es su medio.
       Como el milano en el aire, parece dormido y perezoso; y cae sobre su presa como el rayo en el buque. Aún no es visto, y ya consumó su obra.
       Odia a nuestro Pueblo santo, pero su cara risueña asemeja la hermosa enseña que preside los combates. Hablará de venerandas leyes: las almas viles se encubren a veces en risueñas caras; la fruta más lozana y olorosa abriga en su seno al vil gusano.
       Cuando se haya encumbrado os rechazará con el pie, como a vagabundo perro: por sus duras obras mide las intenciones de los demás; sus ojos nunca mirarán a su víctima, sino es para escarnecerla.
       Sus promesas son bellas, como las flores de Mayo al despertar de la aurora; seguras... como gradas labradas en la arena. Serán simultáneas la noche y el día, el fuego y la nieve vivirán unidos en estrecho lazo... pero sus promesas nunca serán cumplidas.
       Jacob, apacentando los ganados de su tío Labán, llegó a poseer, favorecido por el Cielo, más cabezas que su tío: el judío penetrará en vuestro hogar como amigo, para después despojaros. Os pedirá vuestra hacienda, pretextando la ha de acrecentar en vuestro beneficio: ¡ay de vosotros, si le creéis!: mendigaréis de puerta en puerta, padeceréis con la lluvia, os mortificarán las nieves, os molestará el cansancio, desfalleceréis de hambre, moriréis de sed; las espinas se os clavarán en los pies, los rosales os herirá, las fieras os perseguirán famélicas... No vayáis a pedir al judío: sufriréis más. El cielo os dará el sol para calentaros; la tierra, sus frutos para alimentaros; las fieras, su compasión... Vuestro verdugo, ¡nada!
       Libraos de sus dientes, huid de su lengua, no os acerquéis a sus garras. El tigre, la pantera, la víbora os mataría al punto... Vuestro invasor os martirizará cuanto pueda: abrirá vuestras entrañas, estrujará vuestro corazón, beberá en vuestro cráneo... Todo, si permanecéis como hoy.
       Mostradle los dientes, y esconderá los suyos. Pero no le abráis vuestro corazón. Si queréis hacerle daño, guardaos de las reticencias: por ellas conocerá vuestra intención, y huirá y se guardará de vosotros. En hombre vil y aleve, son hábitos comunes estas mañas; en vosotros, son secretos que del alma se desprenden, cuando ésta arde en noble ira.
       ¡Ay de vosotros, si a vuestra vez no evitáis sus lazos! Revolverá y mezclará el cielo con la tierra, los bosques con los mares, los astros con los montes, y, velando o durmiendo, mil espíritus os rodearán portadores de su crimen. ¿En qué palacio no puede penetrar lo inmundo?
       Es perjuro, y bastardeará vuestra religión amada; es traidor, y os introducirá su cizaña; es lujurioso, y os robará vuestras hijas; es tahúr, y os sumirá en el juego para arruinaros; es avaro, y os hará pobres; es perverso, y os arrojará unos sobre otros para que os destrocéis y aniquiléis. La desdicha pesará sobre vuestras cabezas; los hermanos matarán a los hermanos; las madres serán asesinas de sus hijos; los campos se tornarán áridos y desiertos; los cadáveres quedarán sobre la tierra, y los buitres y los grajos tendrán festines en el inmenso cementerio; la luna se enrojecerá, se estremecerá la tierra, se derrumbarán los templos y las casas... y vuestro enemigo contemplará satisfecho vuestra ruina!
       ¡Huid de los judíos! ¡Antes hediondo sapo respirando en un calabozo, que consentir la ruina de Alemania!
       Acumulan horrores sobre horrores; sus maldades predicen la desdicha; cometen atroces crímenes, que al cielo a llanto y a la tierra a espanto mueven... y ¡vosotros nacisteis en Alemania! Están cebándose en los cadáveres de vuestros abuelos... y ¡vosotros sois los hijos de vuestros padres!
       ¡Rompa el cielo sus cataratas, desgarre sus entrañas y anegue la tierra, acribillen al mundo sus centellas, bramen y rujan los mares y los cielos, y vomiten fuego y agua y aniquilen a Alemania, antes de que el tiempo llegue de verla judía!