Escribe el decisivo anarquista Juan García Oliver en sus tardías memorias tituladas El eco de los pasos: «La táctica de la “gimnasia revolucionaria” alcanzó un punto álgido en enero de 1933. La Federación nacional de Ferroviarios de la CNT acordó lanzarse a la huelga nacional en demanda de reivindicaciones ampliamente debatidas. Y señaló como fecha para iniciar la huelga el 8 de enero. Por conducto de su delegado en el Comité nacional de la CNT, pidió que las secciones de Defensa Confederal de todo el país la sostuviesen enérgicamente, para crear una situación de alarma en torno a su conflicto, pues en manera alguna querían perderlo (…) Sin pérdida de tiempo se pasaron las consignas a los cuadros de Defensa. La consigna fue “preparados para intervenir con todos los efectivos de combate”, lo que significaba un estrecho contacto de los cuadros con sus responsables, con todos los elementos disponibles en armas y explosivos. El plan fue meticulosamente estudiado por los que integrábamos el Comité regional de Defensa de Cataluña, asignándose a cada uno de nosotros un cometido insurreccional. El plan, además de acciones frontales en cada barriada, incluía la voladura de los edificios de Capitanía General, Gobernación y Jefatura Superior de Policía, trabajo encomendado a la sección de Alcantarillas (…)
»Cuando, por conveniencias del Comité de Huelga de los ferroviarios, nos llegó la comunicación de suspender las acciones, consideramos, a propuesta mía, que no había lugar a ello, por considerar que nuestras fuerzas de choque se creaban por y para la revolución, pero no para maniobras de tipo sindical. Si se incurría en maniobreos, pronto desaparecería el espíritu revolucionario de los que al entrar a formar parte de los cuadros de Defensa lo hacían convencidos de que no serían utilizados por conveniencias ridículas. Y el 8 de enero se libró una de las batallas más serias entre los libertarios y el Estado español. Fue la lucha que más impacto tuvo en el aparato gubernamental y la que determinó que los partidos republicanos y el Partido Socialista perdiesen su influencia sobre la mayoría popular de los españoles.
»En Barcelona y en Cataluña, la conmoción fue enorme al enterarse la gente de las terribles palizas que nos propinaron los guardias de asalto en la Jefatura Superior de Policía, tanto a mí ―pero a mí con predilección― como a mis compañeros (…) que caímos presos en una muy bien preparada trampa que nos tendió la Guardia Civil. Pero lo que nos hicieron a nosotros en los pasillos de la Jefatura de Policía los guardias de asalto, que se dedicaron a machacar nuestras cabezas y costillas con las culatas de los mosquetones, fue pálida orgía comparado con la brutalidad con que los guardias de asalto llevaron el ataque contra el pueblecito de Casas Viejas, donde acribillaron a tiros y quemaron dentro de su casa al compañero Seis Dedos y a su familia.»
La sublevación anarquista de enero de 1933 fracasó, como lo había hecho la anterior en un año y las posteriores (antes de la guerra civil…). Pero fueron los acontecimientos de Casas Viejas, citados al paso por García Oliver, los que dieron lugar a considerables consecuencias políticas en la Segunda República. El gobierno Azaña, formado por republicanos de izquierdas y socialistas, reaccionó con dureza ante la insurrección, y los guardias de Asalto enviados a aquella pequeña localidad gaditana, donde ya se habían producido varias víctimas entre las escasas fuerzas de orden público, llevaron a cabo una durísima represión, con el incendio provocado de la casa en que se habían refugiado y seguían la lucha algunos anarquistas, y posteriormente el fusilamiento de doce vecinos escogidos poco menos que al azar.
Ahora bien lo que magnificó el sangriento episodio fue el esfuerzo por parte de las autoridades para, primero, ocultar el acontecimiento; después para maquillar las severas órdenes impartidas; y finalmente para rechazar cualquier vinculación que se les pudiera encontrar. Esta estrategia resultó inviable por la actuación de la prensa y de los diputados de oposición (básicamente los republicanos situados a izquierda y derecha de la coalición) desde que se reabrieron las sesiones en las Cortes el 1 de febrero. Los debates fueron elevando su tono conforme aumentó la información sobre lo realmente ocurrido, y sobre la responsabilidad del gobierno con las medidas adoptadas. Sin embargo, la coalición gobernante se mantuvo cohesionada y derrotó a la oposición en todas las votaciones que se hicieron a este efecto. Pero su triunfo fue aparente: su descrédito no hizo más que aumentar en los meses consecutivos, con severas derrotas en las elecciones municipales parciales, en la de miembros para el Tribunal de Garantía Constitucionales, y finalmente en las legislativas.
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