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viernes, 22 de enero de 2016

Flavio Josefo, Contra Apión. Sobre la antigüedad del pueblo judío

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Flavio Josefo (ca. 37-100 d. C.), del que ya hemos comunicado Las guerras de los judíos, publicó sus Antigüedades judías hacia el año 93 o 94, con la intención de difundir la historia de su pueblo entre los lectores griegos y romanos. Parece ser que esta obra atrajo la atención de algunos círculos antijudíos (especialmente de Alejandría), lo que propició la redacción de un nuevo y breve texto de carácter polémico por parte de Flavio Josefo. Posiblemente este Contra Apión fue su última obra. Y en su propio carácter incidental radican algunos de sus atractivos para un lector contemporáneo: nos permite asistir a un reñido debate en ocasiones con epítetos gruesos; observamos el modo de argumentar y de aceptar o rechazar las afirmaciones de los autores contrarios; y, en el calor de la polémica, repasa ante nosotros la bien nutrida biblioteca a la que tiene acceso.

Cita numerosos historiadores, de la mayoría de los cuales apenas conocemos más que las citas y fragmentos que ésta y otras obras incluyen: a Manetón, historiador egipcio del siglo III a. C., a las crónicas fenicias, al comediógrafo Menandro de Éfeso, al verdadero Beroso de Babilonia, Filóstrato, Megástenes, Hermipo, Teofrasto, Heródoto, Querilos, Clearco, Hecateo de Abdera, Agatarquides, Jerónimo. Y aun añade: «a éstos se agregan Teófilo, Teodoto, Manaseas, Aristófanes, Hermógenes, Euhemer, Conón, Zopirión y muchos otros pues no he leído todos los libros, que hablan de nosotros con bastante extensión.»

Estas autoridades que cita en pro de la antigüedad del pueblo judío, no le impiden criticarles allá donde sus afirmaciones desmerecen de lo que considera verdadero: Manetón, Jairemón, Lisímaco «que tomó para sus mentiras el mismo tema que los otros, pero superándolos en su enormidad por la incredibilidad de sus ficciones.» Pero en el libro II se centra en su objetivo principal: «Tengo mis dudas de si debo ocuparme del gramático Apión. Algunas de las cosas que escribe son muy similares a lo que dicen otros; en cambio, lo que agrega por su cuenta, es de escasa importancia. La mayor parte de sus engendros es chabacana y, a decir verdad, revela una profunda ignorancia; se ve que proceden de un hombre de perversas costumbres y que toda su vida fue un charlatán.»

Apión, una generación anterior, había sido un egipcio helenizado, ante todo estudioso de Homero, que se implicó en los conflictos entre alejandrinos griegos y judíos. Formó parte de una de las dos comisiones rivales (la otra encabezada por Filón) que se dirigieron a Roma en tiempos de Calígula o de Claudio. Fue autor de una Historia de Egipto en la que sostenía el origen egipcio de los judíos, lo que provocó que Josefo algunos años después, cuando Apión ya había fallecido posiblemente en Roma, no renunciara a ningún medio para descalificar sus afirmaciones, y las caracterizara como meras ficciones de tan patente falsedad que al propio Apión habrían acabado «abrumándolo con el peso de su necedad y sus mentiras.»


Traducción alemana de 1552 de las obras de Flavio Josefo

sábado, 20 de septiembre de 2014

Flavio Josefo, Las guerras de los judíos

Supuesto retrato
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José hijo de Matías (ca. 37-100 d.C.), conocido en Roma como Flavio Josefo fue un escritor judío del siglo I. Educado en los círculos sacerdotales de su pueblo, todavía joven realizará un viejo a Roma para interceder por un grupo de rehenes. Poco después estallará la primera gran guerra judeo-romana, en la que desempeñará destacados puestos militares, como la defensa del enclave de Jotapata. Hecho prisionero por Vespasiano, se convierte en cliente de éste y luego de su hijo Tito, antes de su elevación consecutiva a la púrpura imperial. Asiste, pues, desde el ejército romano al final de la rebelión, con la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo. Se justificará más tarde indicando que desde el principio había pronosticado el fracaso de la insurrección, aunque se había esforzado por cumplir las tareas que le habían encomendado las autoridades judías.

Ciudadano romano, pensionado y establecido en Roma desde el año 71, dedicará el resto de su vida a tareas literarias, para las que utilizará la entonces lengua internacional de la cultura, el griego, aunque se piensa que la primera redacción de la obra que proponemos fue realizada en su nativo arameo. Escribe Las guerras de los judíos, las Antigüedades judías, Contra Apión, y una apología de su vida que incluimos aquí como apéndice. Todas ellas obedecen a un mismo objetivo, la defensa de su pueblo de origen (de su historia, de su cultura, de su religión...) ante el mundo romano, que lo minusvalora cuando no lo desprecia. Pero lo hace desde la aceptación del universalismo helenístico y romano que ha triunfado, parece que definitivamente, en el mundo mediterráneo.

La repercusión de estas obras es considerable, y pronto serán traducidas al latín. Puesto que no se dirigen a los lectores judíos, no parece que éstos se interesen especialmente por ellas. Sin embargo las escasa referencias al naciente cristianismo (hoy todavía se discute en qué medida son originales o añadidos de copistas posteriores), asegurará su pervivencia entre los intelectuales de la naciente religión y sus sucesores, a través de numerosísimas copias. Como Josefo se documentó a fondo para redactar sus libros, utilizando todas las fuentes que le resultaron accesibles, se han conservado múltiples referencias e informaciones sobre la cultura judía, al margen de los libros canónicos de la Biblia, sobre los complejos equilibrios de poder en el Próximo Oriente, y sobre la conquista romana.

Robert Davis, Jerusalén bajo el fuego (XIX, litografía)