‒Con mucha atención me miras, Tirabeque: ¿no me has visto hasta ahora?
‒Sí señor; pero estaba pensando que cuanto más le miro a usted menos le comprendo. Por un lado me parece usted exaltado; por otro lado me parece usted moderado: y por otro casi casi parece que se inclina usted hacia atrás. Señor, yo no le entiendo a usted.
‒Vaya, pues voy a explicarte lo que soy para que tú y todos me conozcan y entiendan. Yo soy lo mismo que Aristón decía del filósofo Arcesilao:
Por delante Platón;
por detrás Pirro;
por el medio Diodoro.
Me parece que me he explicado.
‒Pues vea usted, a mí me parece que no; a lo menos yo me quedo más en ayunas que antes. Por delante Plutón, por detrás Perro, por el medio dice que da oro...; el diablo que entienda a éste mi amo.
(Fr. Gerundio, capillada 45, 8 de febrero de 1838)
A la Historia General de España desde los tiempos más remotos hasta nuestros días se le puede aplicar esta antiquísima gracieta que su autor pone en boca de su alter ego periodístico, fray Gerundio. Esta monumental obra se publicó en 29 volúmenes entre 1850 y 1866, el año de su muerte. Modesto Lafuente explicó los motivos de su proyecto: los autores extranjeros señalaban cómo, desde la Historia de Mariana, no se había compuesto ninguna historia nacional. Estas expresiones «acabaron de avivar en mí el sentimiento del amor patrio, y de resolverme a ensayar si podría yo llenar, siquiera en parte, este lamentable vacío de nuestra literatura.» (Prólogo a la Historia). Constituye el mejor ejemplo de la historiografía española liberal: consagra como principios básicos la Libertad (entendida al modo decimonónico, con mayúscula pero básicamente individual, cuando no individualista) y la Nación (preexistente y, natural, subsistente por muchos males que le sobrevengan; ¡ay! esta concepción parece no ser sólo decimonónica). Por tanto se esfuerza en documentar las que considera glorias nacionales. Y sin embargo, persigue con esfuerzo el rigor científico, analizando y depurando las fuentes, y criticando interpretaciones erradas. Esto le permite dirigir sus dardos a los historiadores que considera se lo merecen: Mariana por crédulo, tradicional y descuidado, Thiers por su desprecio a lo español... Además, es una Historia profundamente romántica en sintonía con la época en que se escribe. Y por tanto es un romanticismo maduro, casero, alejado de los excesos que el mismo autor ha practicado en sus años mozos...
En cualquier caso Lafuente toma partido ante los acontecimientos del pasado siempre que lo considera oportuno. Pero a veces le resulta complicado conjugar los dos polos (progresismo liberal y nacionalismo) y el resultado chirría un poco ante el lector. Lo podemos observar en un par de casos. La expulsión de los jesuitas en tiempos de Carlos III es juzgada, naturalmente, como un fenómeno positivo, acorde con el desarrollo e implantación de las luces. Pero se puede percibir un cierto malestar del autor: la constatación de que se ha producido por intereses regalistas -despóticos-, en contradicción con las mismas ideas ilustradas que lo han promovido. Algo semejante ocurre ante la figura de Napoleón. Lafuente es consciente de que hay que verlo como tirano, responsable primero de la desastrosa supeditación de los intereses españoles a los franceses; y después, a la inicua invasión, destronamiento e intento de partición de España. Y sin embargo, no deja de aflorar su admiración por el personaje, auténtico constructor del nuevo régimen por toda Europa.
Estas contradicciones en su obra son paralelas a las de su vida: intelectual en su primera juventud pero en el ámbito eclesiástico, empleado político brevemente, periodista progresista y exaltado con su Fray Gerundio (lo que le da fama, dinero y unos bastonazos propinados por Prim), y finalmente triunfante historiador de éxito, lo que le abre las puertas de la Academia de la Historia y del Congreso de los Diputados. Ahora, sin embargo, su posición política es la Unión Liberal, ese intento de conjugar las distintas sensibilidades liberales, ya definitivamente fracturadas. Ha evolucionado hacia un cierto conservadurismo que, aunque liberal, defiende elementos antes repudiados, como la unidad religiosa (lo que no deja de ser comentado con sorna por los que lo recuerdan como Fray Gerundio).
La Historia de Lafuente se convertirá en la interpretación paradigmática de España, en el siglo XIX y en buena parte del XX, e influirá en los más diversos ámbitos culturales: literatura, arte, pensamiento... Naturalmente, se le criticará aspectos concretos, desde posiciones ideológicas contrapuestas, o por reservas varias de tipo historiográfico. Pero los mismos críticos o detractores tomarán postura desde esta obra, auténtico marco de referencia para el trabajo de los historiadores durante un siglo. Así, una pintoresca prueba de su éxito es que, a partir del nexo nacionalista, esta obra conformará en buena medida el discurso histórico, la visión del pasado que defienden desde conservadores y tradicionalistas, hasta el mismo franquismo. Naturalmente, obviando su determinante y definitorio carácter liberal, siempre presente, y que proporciona a la obra un tono y una voz que seguimos percibiendo personal, libre y atrayente. Ya lo tenía muchos años atrás:
«Lo que Fr. Gerundio hará
será decir cuatro frescas
al mismo varón de Illescas,
y al mismo rey de Judá.»
Fr. Gerundio, 1837
Tomo I (Parte I y Libro I de la Parte II): Desde los orígenes hasta el siglo XI.
Formidable colección. Muchas Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por la colección
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminargracias mil. salud.
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarMuchas gracias por esta monumental obra. Pero me faltan los tomos del XX en adelante. ¿No están?
Muchas gracias por esta publicación
ResponderEliminarSolo funcionan las descargas en PDF, no en EPUB. Gracias.
ResponderEliminarHe comprobado los enlaces de descarga y funcionan correctamente.
EliminarSerá un problema mío, disculpa la molestia.
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