La gloriosa revolución de 1868 supuso un fuerte impulso a las políticas que perseguían erradicar definitivamente la esclavitud en las colonias antillanas españolas, aunque como en tantas otras cuestiones el Sexenio democrático actuó lenta, confusa y a veces contradictoriamente. Uno de los intelectuales y políticos que más trabajó en este sentido fue Rafael María de Labra (1840-1918), jurista, rector de la Institución Libre de Enseñanza, y máximo animador de la Sociedad Abolicionista Española, que toma un gran desarrollo en estos años, con ciclos de conferencias, manifestaciones y representaciones teatrales, además de las numerosas intervenciones parlamentarias de destacados miembros. La obra que hoy comunicamos persigue contribuir a este esfuerzo de propaganda mediante el ejemplo norteamericano: en Estados Unidos la esclavitud ha desaparecido como consecuencia de la secesión de los estados del sur y la consiguiente guerra civil. No ha existido indemnización alguna para los propietarios de esclavos (con algunas excepciones extremadamente minoritarias), y sin embargo las consecuencias sociales, económicas y culturales han sido positivas.
Y es éste el que ejemplo que quiere hacer valer ante la situación de Cuba y Puerto Rico, para la que Labra plantea la eliminación inmediata. En otra obra de los mismos años, La abolición de la esclavitud en el orden económico, señala su doble convencimiento de que «yo creo, primero, que la abolición favorece a la larga los mismos intereses que inmediatamente aparecen lastimados y que la abolición inmediata es la que menos daña a esos intereses; y segundo, que para el éxito de la abolición se requiere imprescindiblemente la cooperación sincera, honrada y hasta entusiasta, de los mismos poseedores de esclavos y el propósito del Gobierno de mirar a estos con la consideración debida a una desgracia y sin prevención hostil de ninguna suerte.» Pero la oposición es considerable, y con abundantes recursos. Rafael María de Labra los analiza más adelante:
«Los argumentos que con más éxito se emplean contra la abolición de la esclavitud (dado que ya no produzca efecto en una sociedad democrática el respeto a derechos creados... sobre el hombre, reducido contra su voluntad al estado de bestia), son estos: El primero, que la abolición inmediata, por su violencia y su precipitación, entraña perturbaciones sin cuento en la vida tranquila y ordenada de las sociedades; y con este motivo se habla de la ferocidad de la raza negra, de sus instintos de holganza y barbarie, del peligro que corre la raza caucásica, entregada a los delirios y furores de esas bestias sueltas de los ingenios; de la triste suerte que se depara aun a los mismos negros que salen de la esclavitud del barracón para entrar en la servidumbre, quizá más horrible, de la vagancia, la miseria y el crimen; y en fin, de los desastres de la gran República Norteamericana después de 1865, y de la catástrofe de Santo Domingo a principios del siglo.
»El segundo, que la abolición repentina de la esclavitud, desquiciando todo el orden económico, privando de brazos a los ingenios y los industriales, abriendo de par en par las puertas de la ociosidad a los negros, hasta ayer mismo acostumbrados a la disciplina del trabajo, sólo puede producir la ruina de la producción colonial, y los fatales efectos que se han palpado, y aun hoy mismo se palpan, así en las colonias francesas e inglesas de América, como en las vastas provincias del Sur de los Estados Unidos.» Pues bien, contra estas percepciones que considera radicalmente falsas (y «de intención dañada», añade), se dirige La emancipación de los esclavos en los Estados Unidos: el proceso no se ha podido realizar en circunstancias más negativas, el curso de una durísima guerra civil, y sin embargo las consecuencias han sido todo lo contrario de lo que los agoreros esclavistas sostenían.
Manifestación antiesclavista en Madrid, 1873. |
Muchas gracias.
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