viernes, 7 de agosto de 2020

Sabino Arana, Artículos de Bizkaitarra (1893-95)


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Con la publicación de Bizcaya por su independencia. Cuatro glorias patrias en 1892, y el discurso que pronuncia en Larrazabal al año siguiente, Sabino Arana (1865-1903) comienza su actuación política dirigida inicialmente a la independencia de Vizcaya, aunque con el objetivo futuro de la confederación de lo que entonces denomina Euskeria. Su actividad en esta primera fase se basa en el enfrentamiento radical y de gran violencia verbal (y en ocasiones material), contra todo lo que aprecia como español o españolista (incluyendo la mayor parte de la sociedad vizcaína), como medio de difundir un planteamiento nacionalista que durante mucho tiempo será extremadamente minoritario. Su órgano de propaganda será Bizkaitarra (El Vizcaíno), que con periodicidad variable se publicará durante algo más de tres años, y del que hemos recogido buena parte de su contenido, en gran parte redactado por nuestro personaje con cierto apresuramiento, y en el que hemos respetado la ortografía original, ya que no es fácil distinguir entre sus personales preferencias gráficas y las muy abundantes erratas que se agolpan en las diferentes entregas.

Su contenido es muy conocido, aunque con frecuencia ha sido dado a conocer mediante la selección de citas, escogidas con aparentes o patentes intenciones denigratorias. Aquí reproduciremos completos los artículos de los que dichos párrafos han sido extraídos, lo que nos proporcionará el contexto necesario, con numerosas referencias a acontecimientos, partidos, periódicos y personajes del momento. De este modo nos proponemos acercarnos al fenómeno histórico del nacimiento de un nuevo nacionalismo escuchando directamente a su propugnador. Constataremos una vez más, como lo hemos hecho con los correspondientes a otros territorios, la identidad de comportamientos: la creación ex novo de una historia imaginada que retrotrae la existencia de la Nación a la noche de los tiempos; la enumeración prolija de agravios sangrantes en el pasado y en el presente; la construcción de un enemigo externo con caracteres diabólicos, responsable de la casi destrucción de la Nación; la existencia de innumerables connacionales traidores a la Nación, que deben ser denunciados, desenmascarados y erradicados.

Pero el nacionalismo sabiniano añade como un ingrediente más el racismo moderno, con raíces en Gobineau y visos a Der Stürmer, que le lleva en esta etapa a manifestar un odio profundo a todo lo español o maketo. No sólo porque haya arrebatado (¡hace poco más de medio siglo!) la independencia a Vizcaya, sino porque infecciona y destruye la pureza racial de los vizcaínos, valor enormemente superior incluso al propio euskera. Y de ahí el rechazo a los mestizos. Este racismo profundo es el mismo que en aquellos tiempos está dando lugar al antisemitismo europeo que se resume en los conocidos Protocolos de los Sabios de Sion. En ocasiones las acusaciones a maketos y maketófilos son asombrosamente coincidentes. Escojamos, por ejemplo el artículo Nuestro invasor, publicado bajo el pseudónimo Egiarte en el número 8 de Bizkaitarra, y sustituyamos la palabra maketo por judío, así como Vizcaya y vizcaíno por Alemania y alemán. El resultado es éste:

       De él puede decirse en verdad: «sí la desdicha te enviara uno de visita, no le dejes colgar el sombrero en el colgador; porque, así como se ha apoderado de él, se apoderará de toda tu casa.»
       Raquítico de cuerpo, mirada rastrera (es nictálope, porque todo lo hace en la oscuridad), sangre envilecida, corazón seco, alma... no la tiene: allí donde se implanta, crece como la cizaña. Tantea el terreno, y ¡ay del que por incuria no se aperciba de ello!: su casa, las de sus deudos, su pueblo, serán pasto de la voracidad del intruso. Se humillará, os adulará, os besará; siempre llevando en sus labios algo de vuestro cuerpo; si pudiera, la sangre. Si el clima es frío, se acomodará a él; si húmedo, se aclimatará; si es caluroso, llegará a vivir en él como los naturales: adonde no llegará es allí donde sus uñas nada encuentren.
       Escarabajo al principio, siéntese águila después, y ejecuta hechos de milano ó buitre.
       Shylok consentía en la muerte de Antonio, a trueque de cobrar su deuda: nuestro invasor asesina a su amigo para vender su sangre. Y... ¡el amigo del judío es el alemán, y se deja matar! ¡Hierve la sangre en las venas del alemán, y... permanece impávido como estatua de alabastro! ¡Su Madre ha muerto, su Patria agoniza, y... ¡el alemán vive todavía! La víbora que hiere el pecho de su salvador... ¡he allí el judío!
       En tierra extraña es algo menos que hombre; en su país es algo más que bestia. Las preocupaciones, los vicios, las vilezas ocupan su corazón todo: lo asqueroso le encanta; lo injusto le seduce; el crimen es su medio.
       Como el milano en el aire, parece dormido y perezoso; y cae sobre su presa como el rayo en el buque. Aún no es visto, y ya consumó su obra.
       Odia a nuestro Pueblo santo, pero su cara risueña asemeja la hermosa enseña que preside los combates. Hablará de venerandas leyes: las almas viles se encubren a veces en risueñas caras; la fruta más lozana y olorosa abriga en su seno al vil gusano.
       Cuando se haya encumbrado os rechazará con el pie, como a vagabundo perro: por sus duras obras mide las intenciones de los demás; sus ojos nunca mirarán a su víctima, sino es para escarnecerla.
       Sus promesas son bellas, como las flores de Mayo al despertar de la aurora; seguras... como gradas labradas en la arena. Serán simultáneas la noche y el día, el fuego y la nieve vivirán unidos en estrecho lazo... pero sus promesas nunca serán cumplidas.
       Jacob, apacentando los ganados de su tío Labán, llegó a poseer, favorecido por el Cielo, más cabezas que su tío: el judío penetrará en vuestro hogar como amigo, para después despojaros. Os pedirá vuestra hacienda, pretextando la ha de acrecentar en vuestro beneficio: ¡ay de vosotros, si le creéis!: mendigaréis de puerta en puerta, padeceréis con la lluvia, os mortificarán las nieves, os molestará el cansancio, desfalleceréis de hambre, moriréis de sed; las espinas se os clavarán en los pies, los rosales os herirá, las fieras os perseguirán famélicas... No vayáis a pedir al judío: sufriréis más. El cielo os dará el sol para calentaros; la tierra, sus frutos para alimentaros; las fieras, su compasión... Vuestro verdugo, ¡nada!
       Libraos de sus dientes, huid de su lengua, no os acerquéis a sus garras. El tigre, la pantera, la víbora os mataría al punto... Vuestro invasor os martirizará cuanto pueda: abrirá vuestras entrañas, estrujará vuestro corazón, beberá en vuestro cráneo... Todo, si permanecéis como hoy.
       Mostradle los dientes, y esconderá los suyos. Pero no le abráis vuestro corazón. Si queréis hacerle daño, guardaos de las reticencias: por ellas conocerá vuestra intención, y huirá y se guardará de vosotros. En hombre vil y aleve, son hábitos comunes estas mañas; en vosotros, son secretos que del alma se desprenden, cuando ésta arde en noble ira.
       ¡Ay de vosotros, si a vuestra vez no evitáis sus lazos! Revolverá y mezclará el cielo con la tierra, los bosques con los mares, los astros con los montes, y, velando o durmiendo, mil espíritus os rodearán portadores de su crimen. ¿En qué palacio no puede penetrar lo inmundo?
       Es perjuro, y bastardeará vuestra religión amada; es traidor, y os introducirá su cizaña; es lujurioso, y os robará vuestras hijas; es tahúr, y os sumirá en el juego para arruinaros; es avaro, y os hará pobres; es perverso, y os arrojará unos sobre otros para que os destrocéis y aniquiléis. La desdicha pesará sobre vuestras cabezas; los hermanos matarán a los hermanos; las madres serán asesinas de sus hijos; los campos se tornarán áridos y desiertos; los cadáveres quedarán sobre la tierra, y los buitres y los grajos tendrán festines en el inmenso cementerio; la luna se enrojecerá, se estremecerá la tierra, se derrumbarán los templos y las casas... y vuestro enemigo contemplará satisfecho vuestra ruina!
       ¡Huid de los judíos! ¡Antes hediondo sapo respirando en un calabozo, que consentir la ruina de Alemania!
       Acumulan horrores sobre horrores; sus maldades predicen la desdicha; cometen atroces crímenes, que al cielo a llanto y a la tierra a espanto mueven... y ¡vosotros nacisteis en Alemania! Están cebándose en los cadáveres de vuestros abuelos... y ¡vosotros sois los hijos de vuestros padres!
       ¡Rompa el cielo sus cataratas, desgarre sus entrañas y anegue la tierra, acribillen al mundo sus centellas, bramen y rujan los mares y los cielos, y vomiten fuego y agua y aniquilen a Alemania, antes de que el tiempo llegue de verla judía!



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