El Llibre dels feits de Jaime I (1213-1276) ha llegado a nuestros días a partir de dos códices de mediados y finales del siglo XIV redactados en catalán (aunque con inclusión de párrafos en castellano, aragonés y provenzal) y otro anterior, de 1314, en latín, bastante diferente. Las versiones romanceadas están redactadas en primera persona, pero no parece que se le pueda atribuirse una autoría directa al Conquistador. Algunos autores minimizaron su intervención, como Andrés Giménez Soler (por otra parte, muy severo en su juicio sobre Jaime I) en su La Edad Media en la Corona de Aragón: «Fue un hombre sin cultura; se conservan de su tiempo millares de documentos originales y ni uno solo signado de su mano, ni uno con probabilidad autógrafo. Y sin embargo, gran parte de la fama de que goza proviene de creerle autor de una historia de su reinado, llena de anécdotas en las que habla el propio rey. Tal crónica no era suya, y muy verosímilmente es traducción al catalán de una historia latina escrita por un dominico por encargo del propio rey.» Pero posteriormente estudios más ponderados, por ejemplo el de Martín de Riquer, subrayaron la importancia de la intervención del rey, posiblemente dictando sus recuerdos a los secretarios que formaban parte necesaria de una corte cada vez más compleja. Se ha observado una cierta abundancia de aragonesismos, atribuibles según los comentaristas tanto a la propia forma de expresarse de Jaime, como a la de los redactores finales del texto. Algunos han sugerido en este sentido la figura de Jaime Sarroca, hijo ilegítimo del rey y obispo de Jaca.
María Luz Rodrigo Estevan, en su Jaime I, Aragón y los aragoneses: reflexiones sobre un rey, un territorio y una sociedad (en La sociedad en Aragón y Cataluña en el reinado de Jaime I, Zaragoza 2009) escribe: «A diferencia de otros monarcas del Occidente medieval europeo que promocionaron la realización de crónicas de sus reinados, Jaime I optó porque su legado fuese un texto algo distinto y acometió la redacción de un libro en primera persona, a modo de memorias de su vida y su reinado, el Llibre dels feits del rei En Jaume. El texto (...) presenta una marcada intencionalidad en la selección y visión de los acontecimientos —como es habitual en las fuentes cronísticas— con el propósito de definir la imagen política que el propio Jaime I, instruido como rey guerrero y rey cristiano, quiso legar de sí mismo: un rey que se mueve entre la historia y el mito desde el momento mismo de su concepción, que es buen señor de sus vasallos, que busca consejo y consenso entre ellos y muestra su astucia y su autoridad frente a sus mañas y traiciones, que es consciente de la importancia del linaje, que es justiciero a la par que misericordioso, que emprende empresas militares expansionistas imbuidas del espíritu cruzado y, por supuesto, que actúa amparado y protegido por la divinidad en todas y cada una de sus acciones. Una imagen, sin duda, retomada y reforzada por la cronística y la historiografía posteriores.
»A través de una narración centrada en las conquistas de Mallorca y Valencia y de episodios que se desarrollan entre diálogos vivos y ágiles, el monarca trata de resaltar y justificar determinadas decisiones y acciones, silencia errores y episodios poco brillantes de su vida personal y política y, sobre todo, vierte continuamente opiniones y pareceres sobre los territorios que gobierna y sobre quienes le rodean, le aconsejan, le prestan ayuda o le traicionan en un período, el siglo XIII, en el que la Corona de Aragón abandona la sencillez de su estructura política y administrativa y de un entramado social que paulatinamente alcanza una mayor complejidad. Es precisamente la mirada subjetiva que Jaime I deja plasmada en su crónica la que va a servirnos de marco referencial de las reflexiones que exponemos a continuación...»
Presentamos la traducción que publicaron en 1848 Mariano Flotats y Antonio de Bofarull, con el aliciente de manifestar, también, rastros del naciente catalanismo que les lleva a concluir su obra con una invocación a «la sombra del mejor rey del mundo, sombra querida, cuya memoria en vano borrará el tiempo, y cuya posesión se disputan poniendo a competencia sus más sinceros afectos, los catalanes, los mallorquines y los valencianos.»
Muchísimas gracias.
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