La revolución de octubre, con el triunfo de los bolcheviques y la puesta en marcha del primer estado socialista, encrespó aún más el debate político occidental, ya alterado profundamente por la Gran Guerra en curso y la concomitante crisis del liberalismo europeo. Pero este debate alcanzó tintes dramáticos en el seno de la intelectualidad marxista que se vio obligada a tomar partido ante la nueva Rusia y sus nuevos dirigentes. Muchos artículos, folletos y libros se ocuparon de este asunto, y el que hoy comunicamos fue publicado por uno de los más influyentes teóricos del marxismo centroeuropeo, Karl Kautsky (1854-1938). Ernst Nolte, en su La guerra civil europea 1917-1945. Nacionalsocialismo y bolchevismo (que dio lugar a una absurda polémica atribuible a su publicación en 1987, poco antes del hundimiento de las democracias populares), tras expresar la posición de Rosa Luxemburg y Otto Bauer sobre la revolución bolchevique, escribe:
«Fue mucho más severa la opinión expresada no sólo en artículos de periódico sino también en varios ensayos por el hombre que en la socialdemocracia de la preguerra había representado la máxima autoridad en cuestiones de doctrina: Karl Kautsky. Según Kautsky, el marxismo formaba parte del proceso de humanización que había liberado al movimiento obrero de su estado salvaje original y también de la proximidad íntima con la fase terrorista de la Revolución francesa. El bolchevismo significaba, por lo tanto, una recaída en la bestialidad, porque deseaba sustituir otra vez la lucha de clases marxista por la guerra civil. De acuerdo con Kautsky, el motivo esencial para ello era la inmadurez de la situación rusa. Los bolcheviques aprovechaban el impulso de una psicosis de masas; por ello concebían la cualidad social denominada burguesía, prácticamente como un factor biológico, contra el cual procedían con la ferocidad y la brutalidad del naciente movimiento obrero. Por consiguiente, la victoria del bolchevismo equivalía a la derrota del socialismo, lo cual también se manifestaba en el surgimiento de una nueva burocracia, de una nueva clase de amos que restauraba el militarismo e instauraba el terrorismo: Fusilar: esto es el abc de de la sapiencia gubernamental comunista. Por lo tanto, el bolchevismo constituía un retroceso a condiciones bárbaras, antihumano y antisocialista, y por eso Kautsky finalmente lo califica de socialismo tártaro.»
Y más adelante, concluye: «La primera alternativa fundamental, que en 1918-1919 pareció prevalecer por completo, era la de capitalismo o socialismo, democracia burguesa o socialista. No obstante, los acontecimientos en Rusia y la aplicación positiva de término de dictadura por los comunistas no tardaron en restarle mucha fuerza. Karl Kautsky, Otto Bauer, Friedrich Stampfer y básicamente todos los socialdemócratas formularon en los mismos años 1918 y 1919, por lo tanto, el postulado democracia, no dictadura. No querían renunciar a la primera alternativa, pero, al contrario de los bolcheviques, sostenían decididamente la opinión de que sólo la democracia formal o burguesa permitiría progresar hacia el socialismo. Desde los primeros años de la posguerra se manejaban como conceptos contrarios, además de dictadura, también términos como totalitarismo o derecho de exclusividad, que coincidían con la línea principal de la teoría de Estado europea desde Montesquieu; durante muchos años se opusieron sobre todo al bolchevismo, el cual precisamente por ello era con frecuencia calificado de asiático por muchas voces.»
Karl Kautsky con los socialdemócratas georgianos, Tbilisi, 1920. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario