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lunes, 28 de noviembre de 2022

Pedro Bosch Gimpera, España, Para la comprensión de España, y otros textos

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En 2010, Jon Juaristi escribía un interesante artículo, algunos de cuyos párrafos nos sirven para presentar la obra de esta semana: «En septiembre de 1937, Pere Bosch Gimpera, a la sazón conseller de Justicia de la Generalitat catalana y rector de la Universidad de Barcelona, de la que era catedrático de Prehistoria, pronunció en el paraninfo de la Universidad de Valencia la lección inaugural del curso académico. Valencia era entonces, fuera de toda discusión, la capital cultural de la República. No hacía dos meses que se había inaugurado, en su Ayuntamiento, el Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, de modo que podía considerarse la lección de Bosch Gimpera como el acontecimiento más representativo de la política cultural republicana en el comienzo del nuevo curso. Nada se había dejado al azar. El conferenciante era, sin duda, después del propio presidente del Consejo de Ministros, la personalidad académica más conspicua del campo leal a la República, y, además, catalán, un rasgo importantísimo en aquella coyuntura, cuando el territorio controlado por el Gobierno se reducía prácticamente al Madrid sitiado, a Valencia y a Cataluña. Por otra parte, el acto contaba con la presencia del, para entonces, muy disminuido presidente de la República, figura sin relevancia académica, pero de innegable prestigio como intelectual.

»Bosch Gimpera pertenecía a Acció Republicana de Catalunya, pequeña formación de sesgo federalista sin representación en el Gobierno de Negrín, aunque afín al mismo. Lo suficientemente afín, por lo menos, para que se pudiera encomendar al catedrático y conseller la elaboración de un texto que, con independencia de lo que tuviera de originalidad teórica, reflejase de algún modo el consenso alcanzado por el «gobierno de la victoria» tras los sucesos de mayo; es decir, tras la represión y neutralización de los partidarios de la revolución inmediata, anarquistas y trosquistas. Y lo cierto es que Bosch Gimpera consiguió adaptar sus teorías a lo que podría ser, en adelante, el denominador común de la visión de España en aquel entramado de fuerzas que comprendía a un sector de los socialistas, a los comunistas de observancia estalinista, algunos saldos del republicanismo histórico, y a nacionalistas vascos y de Esquerra Republicana. Se amparó en Azaña —que asistiría mudo y más bien pasivo a su disertación—, atribuyéndole una sustancial conformidad con sus propias ideas, pero este recurso se había convertido en un hábito de los restos del federalismo español desde 1932, cuando creyeron ver en los discursos de aquél sobre el Estatuto de Cataluña una afirmación de los principios federalistas, lo que estaba muy lejos de las intenciones de un jacobino bastante convencional. Sea como fuere, la lección de Bosch Gimpera trascendería su circunstancia histórica y sentaría un paradigma que todavía hoy domina en el medio académico, por no hablar de las ideologías políticas al uso.

»La lección trataba de España, de su identidad histórica y de sus distintas concepciones en la cultura española contemporánea. Bosch Gimpera reduce éstas a dos: la “ortodoxa” —tradicional y oficial—, y otra, vista en un tiempo como “subversiva”, que habría terminado por imponerse en el medio académico (y que en ese mismo momento, aunque eso Bosch Gimpera no lo dice, se consagraba como concepción oficial en el bando republicano, al contar con la aquiescencia silenciosa de Azaña). La primera, la “ortodoxa”, se caracterizaría por partir de “la idea dogmática de la unidad y cohesión esencial de España, como de un ente metafísico”. La segunda, por subrayar “la diversidad de los pueblos hispánicos”, la pluralidad constitutiva de lo español. Es obvio que semejante dicotomía se proyectaba sobre el conflicto bélico en curso, y que, si la concepción pluralista aparecía identificada con la República (a través de Azaña), la ortodoxa y unitaria se hacía implícitamente corresponder a los sublevados, que no se nombran en toda la lección sino a través de metáforas (la Monarquía, la Iglesia, la aristocracia, etcétera).

»Fatalmente, la traslación de lo que había sido un debate rico en matices y posiciones al plano de una dialéctica de confrontación entre la República y sus enemigos, reducía a dos toda la variedad posible (y real) de las interpretaciones historiográficas anteriores, de modo que Bosch Gimpera incluye en la historia “ortodoxa” tanto la versión tradicionalista o providencialista del pasado español como la liberal, y atribuye a la pluralista o “subversiva” orígenes tan aparentemente contradictorios como Pi y Margall, Prat de la Riba y Menéndez Pelayo, que habría descubierto la diversidad hispánica en su maestro, Milá y Fontanals (…) Y es que Bosch Gimpera ejercía, ante todo, de catalán o, más exactamente, de catalanista, y sólo en segundo lugar de republicano federal. La asimilación de esta última lealtad a la primera había sido un fenómeno frecuente en Cataluña desde los tiempos de Valentí Almirall, e iba a generalizarse a lo largo de ese curso académico 1937-1938 entre los partidos republicanos catalanes de la Generalitat, quizá a causa de la pugna entre dos gobiernos, central y autonómico, que, en la práctica, trataban de controlar un mismo territorio. En cualquier caso, la lección inaugural de Bosch Gimpera parte de algo parecido a una profesión de fe, tácitamente catalanista, en la inexistencia de la pretendida unidad nacional urdida por cabezas castellanas.»

Al discurso España (1937) comentado por Juaristi acompañamos en el aporte de esta semana el artículo Para la comprensión de España. Notas marginales a libros nuevos y viejos (1943), así como una serie de parlamentos de Bosch más breves e incidentales, pero en los que reaparecen los mismos planteamientos. Los motivan ocasiones muy diversas: la gubernamental «Fiesta de la Raza» (¡en la Barcelona de 1938!), un homenaje a Companys (1944), y los Jocs florals de llengua catalana (1957). Los dos últimos así como el artículo antes citado fueron publicados en México, donde se exilia tras la guerra civil. Concluimos con unos pocos fragmentos de la extensa e doblemente interesante entrevista (por su contenido y por lo que expresa de la época final del franquismo) que le hizo en París un joven Baltasar Porcel en 1971, y publicada, naturalmente en catalán, en Barcelona.

En todos estos textos se presenta y defiende una interpretación de la historia de España construida desde los presupuestos ideológicos del catalanismo: las auténticas realidades persistentes en el tiempo son los originales pueblos primitivos, cuya idiosincrasia y valores diferentes se han mantenido en lo esencial a lo largo de los siglos, a pesar de las superestructuras que en tantas ocasiones se les han impuesto. En realidad no es una visión excesivamente diferente, a pesar de lo que pueda parecer, de la que presentan sus oponentes noventayochistas y sus continuadores, que buscan el sentido de la realidad de España y se conduelen de ella: todos son, con su época, profundamente nacionalistas, y subrayan el carácter decisivo que en la nación reviste la lengua, ya sea el español, ya sea el catalán, el vasco o el gallego. Y en todos ellos hay un fondo de creencia, un juicio previo sobre lo que es la propia nación, que luego se racionaliza, se documenta y se quiere demostrar. Si el historiador o intelectual que reflexiona desde este libérrimo y subjetivo punto de partida lo hace con honradez, conocimiento e inteligencia, su obra mantiene valor, interés y atractivo: es el caso de Pedro Bosch Gimpera, y también de Ramón Menéndez Pidal, Claudio Sánchez Albornoz, Ortega y Gasset… No así cuando se convierte en un mero vehículo de agitación y propaganda.

La Publicitat del 29 de junio de 1937 informa sobre el nuevo gobierno de la Generalitat
en el que Bosch es conseller de Justicia. Este nombramiento será rechazado
por la CNT, que es excluida del
govern, y que expresa su malestar
en el comunicado publicado (en español) en esta portada.

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