El ilustrado Oliverio Goldsmith, del círculo del doctor Johnson y autor de la afamada novela El vicario de Wakefield, redactó una interesante Historia de Inglaterra, que sería publicada en español en 1855 con la continuación de Charles Henry Coote. Allí se ocupa del periodo de protagonismo político de Henry St. John, vizconde de Bolingbroke (1678-1751), al que también dedicará en otro lugar un amplio estudio biográfico. Durante el reinado de Ana de Inglaterra (1702-1714), la última Estuardo en el trono, el secretario de estado Harley (Lord Oxford) «escogió para colega a Enrique San Juan, después el famoso lord Bolingbroke, hombre de notable elocuencia, de ambición más notable todavía, de espíritu emprendedor y activo, de carácter altivo, poseedor de bastante talento, pero con pocos principios. Contentóse al pronto con hacer un papel subalterno y con favorecer los designios de Oxford; mas apenas conoció toda la extensión de su influencia, se sintió animado del deseo ardiente de ser el primero en el Estado y de destruir el poder del que en un principio le había elevado. Sir Simon Hartecourt, jurisconsulto de gran habilidad, se unió a ellos, y sus esfuerzos tuvieron por objeto reorganizar y reconciliar los desunidos torys. Entre sus partidarios difundieron el rumor de que la reina estaba resuelta a no tolerar más tiempo la tiranía del ministerio wigh; que ella siempre había sido afecta en su interior al partido tory y de la alta iglesia, por cuyo nombre se hacía distinguir este bando.» Sin embargo los planes no fructificaron, y los wighs se reafirmaron en el poder.
«En este primer descalabro de los torys Bolingbroke tomó la resolución de participar de la desgracia de su amigo Harley (…) El (cargo) de Bolingbroke, que era secretario de la guerra, fue conferido a Roberto Walpole, que comenzaba a ejercer mucha influencia en la cámara de los comunes, y que después figuró de una manera importante en los dos reinados siguientes.» Sin embargo esta retirada fue provisional. Las preferencias de la reina, conflictos llamativos como el del clérigo Scheverel y la marcha de la guerra europea, condujo al triunfo al partido tory. En la nueva situación Bolingbroke fue nombrado secretario del consejo. «Nada más quedaba del sistema wigh en que se fundó este reinado, sino la guerra que continuaba con más furor que nunca, aumentando considerablemente los gastos de cada año.» Sin embargo, la renuencia de los torys a la guerra (y la consiguiente separación del duque Marlborouh, el famoso Mambrú de las canciones infantiles españolas) y el cambio de la situación internacional motivado por el fallecimiento de José I de Austria, condujo al inicio de las conferencias de Utrecht (1712). Ese mismo año «el secretario San Juan, creado a la sazón vizconde de Bolingbroke, fue enviado a la corte de Versalles, donde se le recibió de la manera más distinguida… Halagáronle mucho el rey de Francia y el marqués de Torcy, con quien arregló los principales intereses del duque de Saboya y del elector de Baviera. Después de esta negociación que se terminó en pocos días, regresó Bolingbroke a Londres.»
Pero por entonces se inician los enfrentamientos en la cúpula del partido tory dominante: «Harley acababa de ser nombrado conde de Oxford, y San Juan vizconde Bolingbroke. Los dos se habían guiado por los mismos principios y distinguido por las mismas miras; pero viendo vencidos a sus adversarios comenzaron a dirigir sus armas el uno contra el otro. Nunca se vieron dos caracteres menos adecuados para dirigir juntos los negocios del reino. Oxford era un hombre tardo, desconfiado y reservado; Bolingbroke, ardiente, impetuoso y orgulloso. El uno estaba dotado de una vasta erudición, el otro de una capacidad natural muy extensa. El primero era imperioso y obstinado en el mando; el segundo, dispuesto firmemente a no obedecer. Oxford pretendía conservar el rango que había obtenido en la administración cuando la disolución del ministerio anterior; Bolingbroke repugnaba obrar como subalterno de un hombre a quien se creía capaz de instruir y guiar. Ambos por lo tanto principiaron a separar sus intereses y a adoptar máximas diferentes: el plan de Oxford era el más moderado; el de Bolingbroke , el más vigoroso, pero el menos seguro. Oxford, según todas las apariencias, estaba por la sucesión hannoveriana, mientras que Bolingbroke abrigaba la esperanza de elevar al pretendiente al trono. A pesar de aborrecerse sinceramente, vivieron los dos en buena inteligencia por algún tiempo; bien que esto fue por la mediación de sus amigos y parciales, a quienes no tardó en presentarse la más triste perspectiva, sin que les quedara duda a consecuencia de tales discordias interiores y exteriores, de que sus esperanzas estaban amenazadas por todas partes.»
El enfrentamiento concluyó con el triunfo de Bolingbroke: «Oxford fue destituido de sus empleos, jactándose su triunfante rival de la victoria. Pero sólo fue de corta duración un triunfo tan miserable, y por más que Bolingbroke se regocijó por algún tiempo de la confusión en que la corte y el reino entero se hallaban por la imprevista caída del tesorero, en vano se lisonjeó con la ambiciosa esperanza de que bien pronto sería llamado a reemplazar a Oxford y a remediar los desórdenes que a la sazón había: no tardó la salud de la reina, que decaía rápidamente, en darle temores, haciéndole entrever con espanto el triunfo de sus enemigos.» Y así ocurrió. El duque de Shewsbury ocupó el puesto de Oxford, y así «frustáronse las ambiciosas miras de Bolingbroke en el momento en que menos lo aguardaba», y se aseguró la sucesión hannoveriana del futuro Jorge I, tras la muerte de la reina Ana, y el fracaso de los planes torys de mantener la corona en la familia Estuardo, en la persona del pretendiente Jacobo, hijo de Jacobo II.
El inicio del reinado de Jorge supuso la caída de los torys. Goldmisth lo valora así: «El soberano que es jefe de un bando, sólo reina sobre una parte de sus súbditos. Sin embargo, al nuevo monarca parecía que importaba poco tal verdad, y por desgracia suya y la de la nación estaba rodeado de hombres que le irritaban incensamente sin entretenerle más que en sus preocupaciones e intereses personales. Sólo los wighs fueron admitidos a los empleos del Estado, y so pretexto de afirmar al rey en el trono, echaron mano de todos los medios posibles para lograr sus miras ambiciosas, acreciendo su poderío a fuerza de intrigas e imponiendo leyes aun al mismo soberano, al paso que pretendían ser su apoyo. Realizóse por tanto un cambio total y súbito en la administración del reino: todos los cargos fueron confiados a los wighs, los cuales desde luego manejaron al gabinete y a la corte, a quienes no tardaron en hacer sentir el peso de su opresión.»
«En tal estado de efervescencia general, ni justicia ni misericordia debía esperar el ministerio precedente, y varios de sus miembros se retiraron de los negocios. Bolingbroke, que hasta entonces siempre se había presentado en la cámara y hablado como acostumbraba, sintió un temor superior al deseo de justificar su conducta, y no dudando que sería denunciado antes de mucho, se retiró al continente dejando una carta en que declaraba “que no se alejaría si hubiera tenido la más ligera esperanza de ser juzgado públicamente y con justicia; pero que conociendo de antemano la opinión de la mayoría con respecto a él, creía prudente atender a su propia seguridad saliendo del reino.”» Los hechos confirmaron su temor, y pronto «lord Walpole acusó públicamente a lord Bolingbroke de alta traición. Semejante lenguaje llenó de sorpresa a muchos miembros de la cámara; porque nada del contenido del dictamen merecía la imputación de tal crimen.» Naturalmente, el siempre inquieto Bolingbroke se comprometerá con Jacobo Estuardo, el pretendiente, en sus intentos de lograr una sublevación general, que sólo tomará importancia en Escocia. «Tal fue el mal éxito de las dos tentativas hechas a favor del pretendiente, porque el plan carecía completamente de reflexión y de prudencia. Y sin embargo, la conducta de los partidarios que dicho pretendiente tenía en Inglaterra, era discreta en comparación de la que habían adoptado los que estaban en París, donde Bolingbroke fue nombrado secretario de él y Ormond primer ministro, bien que estos dos hombres de estado no tardaron en conocer que nada se podía esperar de una causa tan mala.» Y así fue: en 1716 el pretendiente regresó a Francia tras su su breve estancia escocesa, en la que había sido coronado como Jacobo III.
En 1723 logrará el perdón real, y regresará a Inglaterra. Nunca recuperó el protagonismo político de que había gozado: aunque contribuyó a renovar el partido tory, su influencia fue ante todo literaria, a través de las numerosas obras que publica, en buena medida en oposición a la administración de Walpole. Muestra de ello es la obra que presentamos, en la que elabora una defensa de la monarquía moderada fruto de la revolución de 1688 que tendrá considerable influencia en los círculos ilustrados franceses.
Folleto en defensa de Bolingbroke |
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