domingo, 23 de marzo de 2014

Plutarco, Vidas paralelas


Como pueden comprobar, han vuelto a ser bloqueados los enlaces de descarga de las Vidas Paralelas, parece ser que por denuncia del Grupo Anaya, de los que estoy aguardando respuesta al mensaje que les he enviado.

Mientras se resuelve la situación, aquí tienen los enlaces de descarga de la misma vieja traducción que en su día utilicé:

Las Vidas Paralelas de Plutarco traducidas del griego al castellano por D. Antonio Ranz Romanillos. Madrid, Imprenta Central a cargo de Víctor Saiz, Colegiata, núm. 6, cinco tomos, 1879-1880

TOMO 1  •  TOMO 2  •  TOMO 3  •  TOMO 4  •  TOMO 5


Veamos si, como parece razonable, ahora permanecen.

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En tiempos de Plutarco (hacia 46-120) Grecia se ha hecho ya romana (o, por aquello de los vasos comunicantes, al helenizar a Roma ha incorporado tanto del carácter latino que sus obras se han transformado poderosamente). La carrera de este ilustre escritor es plenamente griega: nacido en la Beocia, educado en la Escuela de Atenas, magistrado y embajador de su Queronea natal, viajero por el Mediterráneo, sacerdote oracular en el templo de Apolo en Delfos... Y sin embargo, es ciudadano romano, está en contacto asiduo con la élite del imperio, y quizás desempeñó el cargo de procurador de Acaya.

De sus abundantes obras sobreviven dos grandes colecciones: en primer lugar los Moralia, miscelánea de variados escritos recogidos en el siglo XIII por un monje bizantino. Serán muy admirados (el Discreto gracianesco, en su Museo, de los Morales de Plutarco se valía para comunes remedios), aunque hoy en día se rechaza la autoría de varios de los opúsculos. La otra es la obra que nos ocupa, las Vidas Paralelas. El planteamiento es sencillo, y descansa en el vulgar juego de la búsqueda de parecidos. Convencido el autor de que Grecia y Roma son la culminación de la humanidad (fuera quedan los bárbaros) compara personajes destacados de una y de otra, y percibe en ellos coincidencias significativas: Teseo y Rómulo, reyes de Atenas y de Roma; Licurgo y Numa Pompilio, legisladores de Esparta y de Roma; los grandes oradores Demóstenes y Cicerón; los grandes conquistadores, Alejandro Magno y Julio César...

En este planteamiento encontramos ecos de la historia cíclica, presente en el pensamiento griego y oriental, pero reelaborada decisivamente por Tucídides. Plutarco recoge y aporta noticias y anécdotas muy variadas sobre estos personajes (algunas no figuran en ninguna otra fuente) y, sin embargo, echamos en falta una orientación plenamente histórica. El autor no busca tanto entender, comprender el curso de los acontecimientos del modo que lo hicieron Heródoto, Tucídides o Polibio. Se interesa, ante todo, por el carácter moral de sus protagonistas, por sus reacciones ante los acontecimientos, por la dignidad romana que manifiestan, y eso sea próspera o adversa la fortuna. Y es que le interesa el valor educador y ético que, para el lector, pueden tener estas vidas. Él mismo expresa con claridad esta intención:

«Cuando me dediqué en un principio a escribir por este método las vidas, tuve en consideración a otros; pero en la prosecución y continuación he mirado también a mí mismo, procurando con la Historia, como con un espejo, adornar y asemejar mi vida a las virtudes de aquellos varones: pues lo pasado se parece más que a ninguna otra cosa a la coexistencia en un tiempo y en un lugar; cuando recibiendo y tomando de la historia de cada uno de ellos separadamente, como si vinieran de una peregrinación, vamos considerando “cuáles y cuán grandes eran”; haciendo examen para nuestro provecho de las más principales y señaladas de sus acciones. “Y a fe mía, ¿dónde encontrar motivo de mis dulces alegrías?” ¿Qué medio más poderoso que éste podemos elegir para la reforma de las costumbres?» (Timoleón y Emilio Paulo)

Y aquí radican las limitaciones a tener en cuenta en Plutarco. La pedagogía moral que plantea, y que juzga necesaria para el ciudadano romano en su cursus honorum, conduce inevitablemente a reinterpretar o adaptar la vida de cada biografiado al modelo o ejemplo que se le ha adjudicado. No se pregunta tanto ¿quién fue Sertorio, cómo se produjeron sus éxitos y sus fracasos?, sino ¿qué nos puede enseñar el Sertorio que aquí presentamos, de qué debemos prevenirnos, qué debemos imitarle? La hagiografía (o, claro está, su compañera la cacografía) ha alcanzado la madurez, y tendrá (tiene) una larga descendencia.

Por lo demás, hoy las Vidas Paralelas siguen resultando atractivas y hasta apasionantes, e imitadas innumerables veces en su planteamiento, ya sea buscando las coincidencias en la pareja, ya sea seccionándola en dos contrarios especulares: Hitler y Stalin, Carlos I y Francisco I, Sánchez Albornoz y Américo Castro, o el Real Madrid y el Barcelona. Y entraría dentro de lo imaginable realizar una interesante confrontación entre Roosevelt y Rajoy...


Incunable con las Vidas paralelas, por Ulrich Han, 1470

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