Nos encontramos ante otro libro de viajes, y con el mismo destino explícito que el Itinerario de Egeria: Tierra Santa. El contraste, sin embargo, no puede ser mayor, comenzando por el hecho de que nos encontramos ante la obra de un viajero de escritorio, en resumidas cuentas, de un falsario. Juan de Mandevilla, caballero inglés, nos informa sobre sus míticas experiencias durante un prolongado viaje, realizado entre 1322 y 1346, por buena parte de Asia y de África. Estuvo en todas partes, distintos soberanos le acogieron amistosamente, y aunque reconoce con humildad que no llegó a visitar el Paraíso Terrenal, nos traslada la información que le proporcionaron otros viajeros que sí lo hicieron... Junto con descripciones fidedignas de ciudades pueblos y costumbres, y argumentaciones razonadas sobre la esfericidad de la Tierra, intercala pequeñas narraciones fantásticas (como la historia de la doncella-dragón) y la enumeración de pintorescos seres (cinocéfalos, monópodos..) que en buena medida se convertirán en el mayor atractivo de la obra.
El libro se compuso posiblemente hacia mediados del siglo XIV, época de crisis en Europa, y de anuncio de una nueva etapa, el llamado otoño de la Edad Media. Su origen parece estar en la región situada entre el norte de Francia y el sur de Inglaterra, y la realizaría un personaje culto con acceso a una biblioteca rica en mapas y en libros (entre ellos el redescubierto Ptolomeo) y en contacto con auténticos viajeros. Quizás pertenezca, por tanto, a una de las recientes órdenes mendicantes dominicas o franciscanas, algunos de cuyos miembros dejaron testimonio escrito de sus viajes misioneros fuera de la Cristiandad. En cualquier, caso dispone de abundantes fuentes, de las que él mismo cita a Plinio, san Agustín y san Isidoro.
Estela Pérez Bosch escribe en este sentido: «En cuanto a las escritas, la crítica ha logrado identificar muchas de ellas. Citaremos sólo las más importantes. La información relativa a los santos lugares procede del Itinerarium de Guillermo de Boldense; para la descripción de algunas zonas de Asia se valió de la obra de Marco Polo, Odorico de Pordenone y de Carpino; del Speculum naturale de Vicente de Beauvais parecen sacadas muchas descripciones de hombres mounstruosos, que a su vez, se remontan a Solino, Plinio o San Isidoro. Otras obras que utiliza son la Leyenda áurea de Jacobo de la Vorágine o la Historia Hierosolimitanae, de Vitry (...) Pero a continuación del préstamo viene siempre la glosa; en ocasiones la fuente se somete a los mínimos cambios (...); en otras, como en la descripción del Nilo, el modelo de Bruneto Latini no impide que Mandeville se esfuerce en transmitir viva y personalísimamente las impresiones de su contemplación.»
La obra se convirtió rápidamente en un auténtico éxito, y lo siguió siendo en los siglos XV y XVI. De ello son prueba los casi trescientos manuscritos y cuarenta incunables que se conservan, en los más diversos idiomas además del latín. Señala Pérez Bosch: «El fingido viaje de Mandeville llegó a ser una obra muy apreciada y valorada como una especie de geografía al uso. Fue bienvenida tanto entre viajeros y peregrinos con afán de conocimiento práctico, como entre eruditos e intelectuales más inclinados a un conocimiento teórico del mundo. En este caso, la aventura ficcional y caballeresca no contradice la veracidad de los datos y los hechos; esto es posible gracias a la suma de lo devoto y lo científico en el marco de lo erudito y la presentación del discurso como experiencia real constatable por la tradición. Es esta capacidad para hacernos creer que su relato refleja un viaje real, repertorio de maravillas que pueden ser polémicas pero indiscutibles por su valor de cosa vivida (confesión, indignación, ponderación...) revierte en la enorme popularización la obra.»
Entre las varias ediciones castellanas, presentamos la impresa en Valencia en 1540 por Joan Navarro. Hemos modernizado la ortografía, e introducido algunos otros ligeros y escasos cambios.
Muchas gracias por subir la obra, la estuve buscando por mucho tiempo.
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