Sebastián Fernández de Medrano nació en la población de Mora, en la Mancha toledana, en 1646. Soldado, participó en numerosas campañas en Italia y en los Países Bajos. Pero su prestigio como ingeniero militar, artillero, matemático y geógrafo, le condujo a una trayectoria profesional académica.
«Las obras de este tratadista militar deben considerarse como libros de texto de los alumnos que frecuentaban la Academia Militar, sita en Bruselas, en la que Sebastián Fernández de Medrano era profesor de matemáticas, un cargo para el que había sido propuesto por el duque de Villahermosa, capitán general de los Estados de Flandes, hacia 1676. Años después, en 1692, es nombrado por el gobernador general, José Fernando, Elector de Baviera, director de la Academia Real y Militar del Exército de los Países Bajos. La falta de un cuerpo cualificado, formado en fortificación, uso de artillería y morteros, con sólidos conocimientos geográficos, obligaba al ejército español a valerse de ingenieros extranjeros. La Academia, un centro de formación de cuadros del ejército español de Flandes, tenía como objetivo conseguir esa élite instruida en ingeniería militar, capaz de afrontar un sistema de guerra basado en los sitios de las plazas y en el mantenimiento de líneas atrincheradas.
»La Academia militar se crea en los Estados de Flandes en 1671. Es la más importante de las que España mantiene fuera del territorio nacional en Nápoles, Orán, Cerdeña y Milán. El gobernador general, conde de Monterrey, es quien transforma la Casa de pajes de los antiguos duques de Brabante (creada por los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia en 1600) en Academia, para que la nobleza estuviese suficientemente instruida en matemáticas y fortificación. El primer director es Francisco Paran de Ceccati, anterior director de la de Besançon. El duque de Parma, nuevo gobernador general, la reorganiza en 1680.
»El éxito de la Academia, y el de Fernández de Medrano, se pueden deducir de su nota A los curiosos y aficionados lectores —inserta en la primera edición de El Ingeniero— y del memorial que, en 1699, tras treinta y cuatro años de servicios, presenta a Carlos II para que le honre con el grado de general de Artillería. En la nota, escrita en 1687, alude a que además de 700 oficiales que desta Academia han salido aprovechados, son muchos aquellos que solo por mis obras han adquirido alguna inteligencia. En el memorial asegura que la Academia ha formado en ese tiempo ingenieros militares para todas las fronteras de España y que el prestigio alcanzado es tanto, que los príncipes de la Liga y el duque de Baviera también se nutren de los alumnos de este centro. No consta que alcanzase el nombramiento pero sí que consiguió, a través de la Secretaría de Estado, cuatro mil escudos en compensación de los gastos afrontados en la edición de sus libros. Felipe V le ratifica las mercedes concedidas por el anterior monarca y le anima a que siga la labor en la Academia, de la que anualmente salen entre veinte y treinta ingenieros militares. Fernández de Medrano muere un año antes de que Bruselas caiga en poder de la Gran Alianza y la Academia Militar desaparezca en 1706.»*
La obra que presentamos es fruto del interés didáctico del autor: un vademécum geográfico del mundo, más manejable que los grandes Atlas que, como dice Medrano, «son embarazosas para usar de ellos de ordinario; lo que no tiene mi obra citada (que en sustancia contiene los dichos tomos) por ser tan manual». Y para mayor atractivo, encarga a su discípulo Manuel Pellicer y Velasco (¿quizás el futuro académico de la RAE?) que lo ponga en verso, «para que así se pudiese mejor encomendar a la memoria».
* Tomado de: http://cvc.cervantes.es/obref/fortuna/expo/historia/histo002.htm
«Las obras de este tratadista militar deben considerarse como libros de texto de los alumnos que frecuentaban la Academia Militar, sita en Bruselas, en la que Sebastián Fernández de Medrano era profesor de matemáticas, un cargo para el que había sido propuesto por el duque de Villahermosa, capitán general de los Estados de Flandes, hacia 1676. Años después, en 1692, es nombrado por el gobernador general, José Fernando, Elector de Baviera, director de la Academia Real y Militar del Exército de los Países Bajos. La falta de un cuerpo cualificado, formado en fortificación, uso de artillería y morteros, con sólidos conocimientos geográficos, obligaba al ejército español a valerse de ingenieros extranjeros. La Academia, un centro de formación de cuadros del ejército español de Flandes, tenía como objetivo conseguir esa élite instruida en ingeniería militar, capaz de afrontar un sistema de guerra basado en los sitios de las plazas y en el mantenimiento de líneas atrincheradas.
»La Academia militar se crea en los Estados de Flandes en 1671. Es la más importante de las que España mantiene fuera del territorio nacional en Nápoles, Orán, Cerdeña y Milán. El gobernador general, conde de Monterrey, es quien transforma la Casa de pajes de los antiguos duques de Brabante (creada por los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia en 1600) en Academia, para que la nobleza estuviese suficientemente instruida en matemáticas y fortificación. El primer director es Francisco Paran de Ceccati, anterior director de la de Besançon. El duque de Parma, nuevo gobernador general, la reorganiza en 1680.
»El éxito de la Academia, y el de Fernández de Medrano, se pueden deducir de su nota A los curiosos y aficionados lectores —inserta en la primera edición de El Ingeniero— y del memorial que, en 1699, tras treinta y cuatro años de servicios, presenta a Carlos II para que le honre con el grado de general de Artillería. En la nota, escrita en 1687, alude a que además de 700 oficiales que desta Academia han salido aprovechados, son muchos aquellos que solo por mis obras han adquirido alguna inteligencia. En el memorial asegura que la Academia ha formado en ese tiempo ingenieros militares para todas las fronteras de España y que el prestigio alcanzado es tanto, que los príncipes de la Liga y el duque de Baviera también se nutren de los alumnos de este centro. No consta que alcanzase el nombramiento pero sí que consiguió, a través de la Secretaría de Estado, cuatro mil escudos en compensación de los gastos afrontados en la edición de sus libros. Felipe V le ratifica las mercedes concedidas por el anterior monarca y le anima a que siga la labor en la Academia, de la que anualmente salen entre veinte y treinta ingenieros militares. Fernández de Medrano muere un año antes de que Bruselas caiga en poder de la Gran Alianza y la Academia Militar desaparezca en 1706.»*
La obra que presentamos es fruto del interés didáctico del autor: un vademécum geográfico del mundo, más manejable que los grandes Atlas que, como dice Medrano, «son embarazosas para usar de ellos de ordinario; lo que no tiene mi obra citada (que en sustancia contiene los dichos tomos) por ser tan manual». Y para mayor atractivo, encarga a su discípulo Manuel Pellicer y Velasco (¿quizás el futuro académico de la RAE?) que lo ponga en verso, «para que así se pudiese mejor encomendar a la memoria».
* Tomado de: http://cvc.cervantes.es/obref/fortuna/expo/historia/histo002.htm
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