viernes, 2 de marzo de 2018

Real Academia Española, Diccionario de Autoridades


                                                                                                                 Tomo primero (A, B)
                                                                                                                 Tomo segundo (C)
                                                                                                                 Tomo tercero (D, E, F)
                                                                                                                 Tomo cuarto (G, H, I, J, K, L, M, N)
                                                                                                                 Tomo quinto (O, P, Q, R)
                                                                                                                 Tomo sexto (S, T, V, X, Y, Z)

Del Prólogo: «El principal fin, que tuvo la Real Academia Española para su formación, fue hacer un Diccionario copioso y exacto, en que se viese la grandeza y poder de la Lengua, la hermosura y fecundidad de sus voces, y que ninguna otra la excede en elegancia, frases, y pureza: siendo capaz de expresarse en ella con la mayor energía todo lo que se pudiere hacer con las Lenguas más principales, en que han florecido las ciencias y artes: pues entre las Lenguas vivas es la Española, sin la menor duda, una de las más compendiosas y expresivas, como se reconocen en los poetas cómicos y líricos, a cuya viveza no ha podido llegar nación alguna: y en lo elegante y pura es una de las más primorosas de Europa (...) Esta obra tan elevada por su asunto, como de grave peso por su composición, la tuvo la Academia por precisa y casi inexcusable, antes de empeñarse en otros trabajos y estudios, que acreditasen su desvelo y aplicación: porque hallándose el orbe literario enriquecido con el copioso número de diccionarios, que en los idiomas o lenguas extranjeras se han publicado de un siglo a esta parte, la Lengua Española, siendo tan rica y poderosa de palabras y locuciones, quedaba en la mayor obscuridad, pobreza e ignorancia, aun de los proprios que la manejan por estudio, y remota enteramente a los extranjeros, sin tener otro recurso, que el libro del Tesoro de la Lengua Castellana, o Española, que sacó a luz el año de 1611 Don Sebastián de Covarrubias, y después reimprimió Gabriel de León en el año de 1672, añadido de algunas voces y notas por el Padre Benito Remigio Noidens, de los Clérigos Regulares Menores.

»Es evidente que a este Autor se le debe la gloria de haver dado principio a obra tan grande, que ha servido a la Academia de clara luz en la confusa obscuridad de empresa tan insigne; pero a este sabio escritor no le fue fácil agotar el dilatado océano de la Lengua Española, por la multitud de sus voces: y así quedó aquella obra, aunque loable, defectuosa, por faltarla crecido número de palabras; pero la Real Academia, venerando el noble pensamiento de Covarrubias, y siguiéndole en las voces en que halló proporción y verosimilitud, ha formado el Diccionario, sujetándose a aquellos principios, y continuando después debajo de las reglas que la han parecido más adecuadas y convenientes, sin detenerse con demasiada reflexión en el origen y derivación de las voces: porque además de ser trabajo de poco fruto, sería penoso y desagradable a los Lectores, que regularmente buscan la propriedad del significado: y el origen o la derivación, cuando no es muy evidente y claro, quedaba siempre sujeto a varios conceptos, después de ser desapacible su lección, y que ocasionaría un volumen fastidioso y dilatado.

»Como basa y fundamento de este Diccionario, se han puesto los Autores que ha parecido a la Academia han tratado la Lengua Española con la mayor propriedad y elegancia: conociéndose por ellos su buen juicio, claridad y proporción, con cuyas autoridades están afianzadas las voces, y aun algunas, que por no practicadas se ignora la noticia de ellas, y las que no están en uso, pues aunque son proprias de la Lengua Española, el olvido y mudanza de términos y voces, con la variedad de los tiempos, las ha hecho ya incultas y despreciables: como igualmente ha sucedido en las Lenguas Toscana y Francesa, que cada día se han pulido y perfeccionado más: contribuyendo mucho para ello los Diccionarios y Vocabularios, que de estos idiomas se han dado a la estampa, y en lo que han trabajado tantas doctas Academias: sobre lo que es bien reparable, que habiendo sido Don Sebastián de Covarrubias el primero que se dedicó a este nobilissimo estudio, en que los extranjeros siguiéndole se han adelantado con tanta diligencia y esmero, sea la Nación Española la última a la perfección del Diccionario de su Lengua: y sin duda no pudiera llegar a un fin tan grande a no tener un fomento tan elevado como el de su Augusto Monarca.»

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