viernes, 12 de junio de 2020

Areuger, Portadas de Gracia y Justicia 1931-1936

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El gaditano Gerardo Fernández de la Reguera y Aguilera, Areuger (1881-1936) es uno de los grandes humoristas gráficos del primer tercio del siglo XX. En Humoristán lo presentan así: «Aunque existen muchas lagunas sobre la biografía de Areuger, se sabe que comenzó estudiando pintura junto a Sorolla y después trabajó como ilustrador gráfico en varias publicaciones catalanas. Se inició como humorista gráfico en El Mentidero, donde trabó amistad con Delgado Barreto. También colaboró en Buen Humor, Muchas Gracias y Satiricón. Alcanzó su mayor popularidad en Gracia y Justicia y Bromas y Veras, de nuevo de la mano de su buen amigo Delgado Barreto, con quien le unían sus afinidades conservadoras, algo que les costó la vida a ambos durante la Guerra Civil. Algunas de sus colaboraciones más interesantes se publicaron en el semanario infantil de Prensa Española Gente Menuda, aunque su estilo muy realista no encajaba demasiado con otros colaboradores de esta editorial como López Rubio, los Bartolozzi, Echea, Serni o K-Hito. Años después su estilo realista fue bien recibido en Gracia y Justicia, donde realizó caricaturas de sus blancos preferidos (Azaña, Prieto y Lerroux). Areuger, quien en algunas ocasiones y publicaciones firmaba como Frag, fue uno de los ilustradores humorísticos más eficaces de su tiempo. De alguna manera, su obra constituye una recuperación del estilo de los grandes maestros de caricaturas de la segunda mitad del siglo XIX, una de las épocas más brillantes del humor político español. Murió fusilado en Madrid.»

En su tesis doctoral de 2016 Manuel Delgado Barreto (1878-1936), Carlos Gregorio Hernández Hernández se refería así a la revista que nos ocupa: «Gracia y Justicia, “Órgano extremista del humorismo nacional”, como rezaba su subtítulo ―“nacional” tuvo que ser modificado por “popular” para adecuarse a las directrices del gobierno, que prohibieron el uso de esta palabra para nada que no fuera oficial mediante decreto de 12 de abril de 1932―, continuó la línea de otras exitosas publicaciones satíricas en las que Delgado Barreto era un auténtico experto. Comenzó a publicarse el 5 de septiembre de 1931 y cesó, tras 217 números, el 15 de febrero de 1936. Al día siguiente se celebraron las elecciones en las que se alzó con el triunfo el Frente Popular, que determinó su suspensión. Delgado Barreto la fundó porque era consciente de que dentro de un régimen democrático la sátira y el humor son dos de las armas más eficaces para combatir al poder, tal y como había hecho con El Mentidero durante la Restauración. Decía: “He podido comprobar que cien artículos de furiosa combatividad o de razonable censura convierten a un títere en un personaje. Y en cambio, una burla a tiempo, sin acritud, sin chabacanería y sin ofensa da al traste con los más corpulentos y engreídos figurones, de los que la actualidad nos ofrece abundante saldo”.

»El éxito de Gracia y Justicia fue fulgurante, a pesar de que comprarla y pasear con ella por las calles de Madrid era en sí mismo una toma de postura contra el régimen. La propia publicación dio la cifra de 212.000 ejemplares vendidos en sus primeras semanas y son varios los historiadores que señalan que llegó a superar en ocasiones los 250.000. Otro factor para inferir la gran difusión de la revista, que era muy superior a la de la prensa diaria, es que los números tenían pocos anuncios y además situados en lugares marginales, por lo que se hace evidente que su sostén procedió fundamentalmente de las ventas o de algún patrocinio. La competencia en su género fue La Traca —llegó a vender cerca de medio millón de ejemplares—, pues Gutiérrez, fundada y dirigida por el dibujante “K-Hito”, ya había comenzado a decaer (...)

»Los contenidos de Gracia y Justicia resultan y resultaron polémicos. La revista fue suspendida y multada en múltiples ocasiones y varios de sus redactores fueron procesados, como ocurrió con “Kin” por una caricatura sobre el ministro Álvaro de Albornoz y “Areuger” por otras de Lerroux y Estadella. César González Ruano cuenta en sus memorias que por sus artículos en Gracia y Justicia sobre Azaña e Indalecio Prieto recibió serias amenazas de muerte por parte de las juventudes socialistas durante los años republicanos. El destino de varios de sus redactores durante la guerra atestigua el gran impacto que causaba esta publicación en sus enemigos políticos. Azaña se quejó amargamente de varias de sus portadas. El presidente fue el principal blanco de los dibujos de “Areuger” y de la mayoría de las viñetas de Gracia y Justicia. Para referirse a él en ocasiones añadía una “h” a su nombre, para convertirlo en “Hazaña”. El político alcalaíno era el símbolo de la República. En el semanario de Delgado Barreto no se le representaba de una forma realista, sino extremando los rasgos que hacían particular al personaje, tanto en lo físico —era conocido como “el verrugas”— como para acentuar el poder de que disfrutaba.

»El golpe de estado del general Sanjurjo le brindó la oportunidad al gobierno Azaña de suspender en bloque a la prensa de las derechas. Hasta esa fecha Gracia y Justicia no había tenido ninguna sanción, pero curiosamente fue el medio que sufrió una suspensión más larga. Duró hasta el 3 de diciembre de 1932, superando incluso al ABC. Gracia y Justicia lo recordaba a su manera: “A nosotros se nos puede acusar de todo lo que se quiera, menos de parecernos a Sbert”, en referencia al presidente de la Federación Universitaria Escolar y diputado de ERC. Para La Nación las razones de esta medida eran muy claras: “Sin duda por considerársele peligrosísimo para el régimen y para el Gobierno” y añadía en su estilo “sus bromas han determinado el levantamiento”. Pocos números después escribió 120 veces la frase “Azaña será siempre el único estadista”. No obstante, hubo para casi todos. El ministro Álvaro de Albornoz era “Álvaro de la Tohalla de Baño” y se le representaba junto a una imagen de la justicia algo más pequeña que él, para significar, como hizo expresamente en alguna ocasión, que la miraba “por encima del hombro”. Indalecio Prieto aparecía caracterizado por su oronda figura —el alcalde Pedro Rico era “El premio Pedro Rico de Navidad”, por la misma razón—, se le llamaba “Don Inda” y aprovechaba el cargo para enchufar a sus compañeros de partido. Luis Jiménez de Asúa es el “Repollo Jiménez”; Largo Caballero “El estuquista” o “Don Paco”; José Ortega y Gasset era “Abel Gasset”, para recordar la imagen del Génesis bíblico; Federico García Lorca fue nombrado en una ocasión “Loca”, en clara alusión a su homosexualidad; el segundo apellido de Ángel Ossorio aparece entre paréntesis “(antes Gallardo)”, para zaherirle por su evolución política; Diego Martínez Barrio fue “grado 33”, “El Niño del mandil” y “Gran Oriente”; Fernando de los Ríos es caracterizado con los rasgos tópicos de los judíos o junto a una estrella de David, etc.

»José Ramón Montero define a este tipo de expresiones como “la mejor expresión del humor burdo, grosero y bajo de que fueron capaces las derechas a partir de 1931” y considera que sus campañas contra Azaña fueron “la ristra más larga de insultos que se han escuchado hacia un Presidente del Consejo”. Ian Gibson dice que estos chistes sobre homosexuales eran la especialidad de la revista junto a los dedicados a los judíos. Álvarez Chillida insiste en este último punto, que llega a afirmar es obsesivo desde 1935. Fernando Montero plantea que el semanario usó a la masonería como “la pieza más importante de una propaganda dura y continua” en su propósito de combatir a la República. Joaquín Arrarás, en cambio, definió a Delgado Barreto como “el ingenio satírico más agudo de su época” y Juan Bautista Acevedo, que era el redactor jefe del ABC, a la revista como “el mejor periódico satírico de España”. Las afirmaciones anteriores no son conciliables entre sí, ni siquiera las contrarias a la revista. Ninguno de los ejemplos aducidos está exentos de humor. Hay ironías, parodias, chistes, ciertas agudezas, sarcasmos y por supuesto también burlas, incluso hacia el propio director y los redactores. Pero para llevar el juicio más allá de lo superficial es necesario contextualizar y comparar la publicación con otras análogas de su tiempo, como fueron La Traca y Fray Lazo

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