Tras la proclamación de la República, y mientras está procesado por los sucesos de San Carlos, el general Emilio Mola (1887-1937) redacta unas memorias de su labor como director general de Seguridad durante los gobiernos de Berenguer y Aznar, «en el período más crítico de nuestra historia contemporánea, cuando ya el régimen monárquico agonizaba, cuando todo, absolutamente todo, estaba minado por un sentimiento, más que republicano, de hostilidad hacia la persona del Rey, que no supo o no quiso darse cuenta de que las instituciones, por seculares que sean, han de marchar al ritmo de los tiempos; sin embargo, no fue exclusivamente suya la culpa, pues también contribuyeron al derrumbamiento sus más significados Consejeros que, entretenidos en el gracioso deporte de las habilidades y travesuras políticas, no cuidaron de dignificar el Parlamento y conquistar la autoridad que precisa el Poder para ser ejercido con decoro, y por ello se vieron impotentes al tratar de cerrar el paso a la Dictadura; y más tarde, cuando ésta cayó víctima de la impopularidad que ella misma se labrara con sus yerros, no se dieron cuenta de que el alma nacional había sufrido una honda y radical transformación.»
Los tres tomos de sus memorias constituyen un excelente ―cuanto parcial― testimonio de la caída de la monarquía. En el primero, con el título de Lo que yo supe…, se ocupa de su gestión durante 1930, desde que toma posesión del cargo, el estado de la policía, la organización del servicio secreto, y el control de las actividades republicanas, sindicalistas y anarquistas, con continuas tramas revolucionarias, así como del pacto de San Sebastián. El segundo, Tempestad, calma, intriga y crisis, trata de las sublevaciones de Jaca y Cuatro Vientos, y de sus consecuencias hasta la crisis del gobierno de Berenguer y el nombramiento del gobierno Aznar, de diciembre de 1930 a febrero de 1931. El último volumen, expresivamente titulado El derrumbamiento de la monarquía, relaciona los consejos de guerra a militares y civiles implicados en la intentona de Jaca (sobre los que hemos comunicado Los juicios por la sublevación de Jaca en el diario “Ahora”), los alborotos posteriores, con especial atención a los antes mencionados sucesos de San Carlos, las elecciones municipales del 12 de abril y la proclamación de la república. Añade en apéndices diversos documentos del procesos al que se encuentra sometido: declaraciones, autos y escritos varios.
Con ocasión de la salida a la calle del primer volumen de estas Memorias, Ramiro de Maeztu expresó que «mi concepto del general Mola no puede ser más favorable: hombre inteligente y aplicado a su deber, soldado pundonoroso y valiente y amigo leal.» Y sin embargo juzga muy insuficiente su labor: «El libro no parece estar escrito con otro propósito que el de mostrar que el Gobierno del general Berenguer y la Dirección de Seguridad fueron todo lo blandos con los agitadores que les permitían las obligaciones de sus cargos, cosa de que ya estábamos convencidos los españoles que no somos de izquierda (…) Aún se engaña cuando supone al fin de su obra que “el espíritu revolucionario lo invadía todo, absolutamente todo.” Lo que sucedía es que los revolucionarios se encontraban en posesión de los centros nodales del país: periódicos, corresponsalías, personal oficial subalterno, Sociedades obreras, cátedras vitales, y podían fingir una opinión hasta cierto punto inexistente.» (ABC del 19 de enero de 1933, pág. 3)
Ahora, 26 de marzo de 1931 |
Muchas gracias.
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