Tras el Mi lucha de Hitler, el conocido Curso Breve que promueve, dirige y en parte escribe Stalin (1878-1953). Ambas obras obedecen a un semejante propósito de propaganda política, con el que se quiere consolidar el propio proyecto de dominio ideológico y social. Y en ambas se realiza una inescrupulosa interpretación del pasado ―construyen su propia fingida memoria histórica―, con una cierta diferencia temporal: Hitler expone sus planes, Stalin se enorgullece de lo ya logrado. Pero quizás la coincidencia más relevante es la de los enfoques: los dos se basan en un discurso ideológico totalitario que no deja espacio a la duda ni a la discrepancia: el nacionalismo racista de uno junto con el marxismo-leninismo del otro; los dos cuentan con sendos personajes providenciales, sin los que no habría esperanza alguna: ellos mismos; los dos consideran la violencia, la intolerancia y la imposición como justas herramientas para lograr el mundo perfecto que no se conforman con soñar.
En su sugerente ensayo Koba el temible. La risa y los veinte millones, el novelista Martin Amis describe la obra que nos ocupa del siguiente modo: «En 1938, durante la primera oleada del Terror, Stalin dio a la imprenta un Cursillo de historia del Partido Comunista de la Unión Soviética. En parte manual de consulta, en parte autobiografía escrita por otro, se vendieron decenas de millones de ejemplares y se convirtió en piedra angular de toda la cultura. Puede que no toda su popularidad se prefabricara e impusiera. A fin de cuentas, el Cursillo era el mejor manual para aprender a evitar las detenciones. Por entonces, en 1938, estaban ya muertos casi todos los que recordaban las cosas de otro modo. Fue uno de los oscuros deseos del Terror: hacer tabla rasa del pasado... Por lo que dice el Cursillo, Stalin hizo la revolución (y ganó la guerra civil) prácticamente solo, con la ayuda y el apoyo de Lenin, y las siniestras zancadillas de Trtotsky. Cuando lo cierto es (…) que Stalin no tuvo el menor papel en Octubre.» (Barcelona 2002, p. 117)
De forma más académica, Robert Service, en su Camaradas. Breve historia del comunismo, expone lo siguiente: «Fundamental para la ideología era la historia oficial del partido comunista que se había publicado a bombo y platillo en 1938... Este Curso abreviado proporcionaba un relato del comunismo desde Marx y Engels a los juicios farsa de 1936-37 y abarcaba historia, política, economía y filosofía. El propio Stalin escribió el largo subcapítulo sobre el materialismo dialéctico. El libro se concebía como la biblia del régimen. Se esperaba de la gente que leyera capítulos en casa después del trabajo (era casi como los primeros protestantes estudiando el Nuevo Testamento). Se convirtió en costumbre regalar un ejemplar como un rito de paso: a los estudiantes que terminaban la escuela o la universidad se lo daban anotado con mandamientos de camaradería. Nadie con ambición podía permitirse no tener el libro. La idea de Stalin era que los capítulos proporcionarían a todo el mundo, salvo a los ideólogos profesionales, acceso a un suficiente conocimiento de los propósitos comunistas. Se imprimieron decenas de millones de ejemplares con elegantes tapas de color berenjena y un papel decente. Se prepararon rápidamente traducciones a los principales idiomas del mundo. La Komintern proclamó la obra como la cumbre de la sabiduría; nadie podía permanecer en ninguno de sus partidos sin reconocer que el Curso abreviado era la fuente cristalina del análisis revolucionario (…) Aunque Stalin simulaba molestarse por cualquier adulación y pedía que se redujeran las numerosas referencias a él en el Curso abreviado, era pura fachada. Es cierto que el Curso abreviado lo citaba menos frecuentemente que a Marx y Lenin, pero sin duda quedaba claro que Stalin es el Lenin de hoy. Era tratado como el ejemplar perfecto de la especie humana. Como constructor del orden de estado soviético desde 1928, no tenía rival. A los comunistas les enseñaron que Stalin, el partido y las masas estaban unidas por su celo para ayudar al comunismo a escalar las cimas del éxito revolucionario.» (Barcelona 2009, pp. 256 ss.)
Y así, como todo dogma impuesto, por su mismo carácter oficial e ineludible, esta historia devino en algo banal que se respeta y se asume, que no se discute, que se da por sabido, pero sólo en el plano teórico de los principios. Y que por ello en la práctica no afecta al día a día de las vidas de las personas. Así, Solzhenitsyn, en su novela Pabellón de cáncer, excusa la poca afición a la lectura de un personaje del siguiente modo: «Poddúyev leía por necesidad: folletos sobre las experiencias de la profesión, reseñas de mecanismos elevadores, las instrucciones de trabajo, las órdenes administrativas y el Curso Breve hasta el cuarto capítulo.» Que es precisamente en el que se encuentra la aportación filosófica de Stalin...
Yevfrosíniya Antónovna Kersnóvskaya |
No hay comentarios:
Publicar un comentario