viernes, 22 de mayo de 2020

Cartas de particulares sobre la rebelión de Cataluña (1640-1648)

Pascual de Gayangos

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Hemos comunicado en las últimas semanas algunas de las principales obras de combate a que dio lugar la rebelión catalana de 1640: la Proclamación católica y el Epítome de Gaspar Sala, del lado «catalán-francés», y el Aristarco de Rioja y La rebelión de Barcelona de Quevedo, del lado hispánico. La semana pasada añadimos un ejemplo de «catalán-hispánico», la Cataluña desengañada de Ros. En realidad, la cosecha propagandística fue exuberante, como en todo conflicto que se enquista y eterniza, y podríamos proseguir con la Súplica de la... ciudad de Tortosa de La Parra, Noticia universal de Cataluña de Francisco Martí y Viladamor, Presagios fatales de Dalmau, Lágrimas catalanas de Gaspar Sala, Idea del Principado de Cataluña de Pellicer, Locuras de Europa de Saavedra Fajardo, y además un sinfín de escritos breves y hojas volanderas a las que contribuyeron los anteriores y otros autores anónimos o reconocidos, pero siempre con similares objetivos políticos, en uno y otro bando.

¿Y qué efectividad tuvo ese enorme esfuerzo publicístico? Hoy proponemos una mirada diferente, y nos volvemos hacia los receptores de toda esa balumba de papel impreso, aquellos sectores de la población española que no sólo se interesan por lo que estaba pasando (aparentemente lo fue toda la población), sino que se preocuparon por estar informados, del modo posible en la época, mediante cartas con corresponsales varios. Pues bien, a mediados del siglo XIX Pascual de Gayangos exploró los abundantes manuscritos incautados a los jesuitas cuando su expulsión en tiempos de Carlos III, que habían sido depositados en la Real Academia de la Historia. «Algunos de los tomos de dicha colección, procedentes del colegio de San Hermenegildo de Sevilla, contienen casi en su totalidad las cartas que ya de la Corte, ya de Salamanca, Valladolid, Segovia, Granada y Cádiz escribían al P. Rafael Pereyra, en Sevilla, sujetos tan autorizados y competentes como el P. Andrés Mendo, autor del Príncipe Perfecto; el P. Juan Chacón, conocido por sus obras teológicas; los padres Avilés, Mendoza, Pimentel, Arriaga, Villacastín, y otros claros varones de la misma Compañía (…) Una correspondencia de este género, seguida por hombres de no vulgar erudición, dotados de penetración y buen juicio, y en posición ventajosa para adquirir noticias y juzgar a su manera de los acontecimientos políticos, no podía menos de ofrecer interés, y contribuir al esclarecimiento de la historia patria.

»Desgraciadamente la colección que empieza en el año 1634 no pasa del 1648, no siendo fácil determinar si la interrupción es debida al fallecimiento de la persona a quien las cartas iban dirigidas, o al extravío de alguno de los tomos (…) Así y con todo, la colección del docto jesuita nos ofrece una serie no interrumpida de cartas, que comprende 14 años del reinado de Felipe IV, desde la célebre batalla de Norlinguen, en Alemania, hasta el levantamiento de Tomás Aniello, en Nápoles, incluyéndose en dicho período las guerras de Francia e Italia, la separación de Portugal y rebelión de Cataluña, la caída del Conde-Duque, el viaje del Rey a Aragón, y otros acontecimientos no menos importantes de la Monarquía. Todas juntas, y prescindiendo de su especial carácter, forman una obra muy parecida en su contexto a las Relaciones de Luis Cabrera de Córdoba, publicadas en 1857 a expensas de la primera secretaría del Despacho, y a las que con el título de Avisos dejó después escritas D. José de Pellicer (…)

»Fáltanos ahora quilatar el valor que en sí pueda tener esta correspondencia, y la fe que merecen las noticias en ella contenidas, pues de otra manera faltaríamos al deber que voluntariamente se impone el que da a luz documentos históricos. El fondo de las cartas, principalmente lo relativo a noticias extranjeras, está tomado de relaciones impresas y manuscritas, avisos de mercaderes y soldados, comunicaciones de jesuitas establecidos en Italia, Inglaterra, Francia y Alemania. Ni podían ser otros los medios de proporcionarse noticias en aquel siglo, en que el Gobierno rara vez daba a luz documentos oficiales. Entre la multitud de relaciones y gacetas impresas durante el largo reinado de Felipe IV, muy pocas tienen autor conocido, y las más son obra de libreros ignorantes que imprimían cuanto les venía a las manos sin reparar en su contenido, con tal que esto excitara la curiosidad del vulgo, y halagase sus pasiones (…) Pero las noticias del P. González, y demás corresponsales del P. Pereyra, preciso es decirlo, están por lo común fundadas en materiales más sólidos y de origen más puro; despachos de embajadores y virreyes, cartas de secretarios de señores y oficiales de graduación se hallan a menudo intercaladas en las suyas, sin contar las comunicaciones de sus mismos hermanos y correligionarios establecidos en todos los países donde el nombre español era aun temido y respetado; alguna vez, aunque rara, usan papeles de carácter reservado e insertan despachos oficiales. Tal es en resumen la correspondencia que ahora se publica.»

Manuscrito de mediados del siglo XVII

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