lunes, 12 de junio de 2023

John Leech, Grabados de la Historia cómica de Roma

Autocaricatura

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Puede ser útil e interesante (que no es lo mismo) la labor de desmitificar los mitos. En la dedicatoria a los lectores de su difundida y popular Historia de Roma, fechada en 1957, Indro Montanelli escribía:

«A medida que esta Historia de Roma salía por capítulos en el Domenica del Corriere, comencé a recibir cartas cada vez más indignadas. Se me acusaba de ligereza, de derrotismo, y, por algunos, francamente de impiedad por mi modo de tratar un tema considerado sagrado. No me sorprendí, porque, en efecto, hasta ahora, para hablar de Roma, en italiano, no se ha usado más estilo que el áulico y apologético. Mas estoy persuadido de que precisamente por esto bien poco ha quedado en la cabeza del lector y que, terminado el bachillerato, entre nosotros casi ninguno siente la tentación de refrescarse el recuerdo de ella. No hay nada más fatigoso que seguir una historia poblada tan sólo de monumentos. Y yo mismo debí luchar no poco contra los bostezos cuando, cayendo en la cuenta de haber olvidado años ha todo o casi todo, quise volverla a estudiar desde el principio. Hasta que topé con Suetonio y con Dion Casio que, habiendo sido contemporáneos de aquellos monumentos, o por lo menos coevos, no alimentaban para con ellos un respeto tan reverente y timorato. Siguiendo sus huellas, acabé hojeando también todos los demás historiadores y cronistas romanos. Y fue como dar vida a la piedra. De golpe, aquellos protagonistas que en la escuela nos presentaron momificados en una actitud, siempre la misma, no de hombres, sino de símbolos abstractos, perdieron su mineral inmovilización, se animaron, se colorearon de sangre, de vicios, de flaquezas, de tics y de pequeñas o grandes manías; tornáronse, en suma, vivientes y verdaderos. ¿Por qué habríamos de tener más respeto a esos personajes que el que les tuvieron los propios romanos?»

Pues bien cien años antes, en la Inglaterra victoriana, Gilbert Abbott à Beckett (1811-1856) publicaba la Historia cómica de Roma desde su fundación a la caída de la República, con el viejo propósito de enseñar deleitando: se propuso presentar de modo entretenido, humorístico, ligero, aquel mundo clásico que constituía una auténtica columna vertebral de la educación humanística de las clases superiores, así como de las medias en ascenso. El autor se asoció una vez más con su habitual ilustrador, John Leech (1817-1864), que realizó diez grabados en acero a todo color, y un centenar de grabados en madera, animando visualmente, de una forma chispeante, los textos de À Beckett. Y aún hizo algo más. Echando mano al conocido recurso del anacronismo, transformó la antigua Roma, sus personajes legendarios o históricos, sus secundarios y extras, en un satírico trasunto de la Inglaterra victoriana.

Carolina Wazer, en su The Eternal Guffaw. John Leech and The Comic History of Rome (2015), pone de relieve que, aunque las imágenes seguían al texto, «a menudo, sin embargo, Leech usó sus ilustraciones para establecer conexiones explícitas y a veces crudas con la vida victoriana moderna. El tema del texto, que cubría la historia de Roma hasta la caída de la República, ciertamente se prestaba a establecer comparaciones con el Londres de mediados del siglo XIX... Roma mostraba entonces un crecimiento de la pobreza urbana, un auge de una intelectualidad urbana snob, y un desarrollo de lo que muchos vieron como una política abiertamente demagógica; en otras palabras, lo mismo que Leech regularmente incluía en las páginas del Punch» referido a Inglaterra. Incluso, considera esta autora, llegó más lejos en su crítica en esta obra que en la famosa revista satírica citada, de gran difusión en su tiempo.

Son muchos los ejemplos que se podrían citar: el ataque del populacho al corrupto Apio Claudio Craso resulta un trasunto de la revolución francesa (con gorro frigio incluido). Tiberio Graco resulta un político de clase alta que, por puro oportunismo, busca hacerse popular entre las clases bajas, y tocado con su chistera, pellizca amistoso la mejilla del bebé en brazos de su harapienta madre. El senado romano reproduce el Parlamento inglés, con sus chisteras, sus cigarros y sus miembros adormilados en sus asientos. Los guerreros galos son fieles copias de los coraceros franceses del segundo imperio. Un plebeyo (otra vez con el tocado republicano) realiza esta pintada: Libertas, æqualitas, fraternitas…

Los episodios ilustrados por Leech son bastante conocidos, y es fácil localizarlos en las obras sobre la Roma antigua que hemos incluido en Clásicos de Historia, especialmente en las historias de Tito Livio, Veleyo Patérculo, Plutarco, Salustio, Eutropio, los Varones ilustres

Addenda

El talante crítico de John Leech y su sentido social se expresa en otras muchas de sus obras, como en la que hemos incluido sobre estas líneas. Se publicó en la revista Punch el 15 de julio de 1843, con el título Sustancia y sombra. Parece ser el primer uso conocido de la palabra cartoon con el nuevo significado de imagen satírica o dibujo humorístico. Lo acompañaba el siguiente texto:

«Hay muchas personas tontas e insatisfechas en este país, que continuamente instan a los ministros a considerar las necesidades de la población pobre, bajo la impresión de que es tan loable alimentar a los hombres como dar cobijo a los caballos.

»Para satisfacer las opiniones de gente tan poco razonable, el Gobierno tendría que meter la mano en la alcancía. Pero preguntamos cómo se le puede exigir al Ministro de Hacienda que cometa tal acto de locura, sabiendo, como sabemos, que el saldo del presupuesto está sin duda en contra de ello, y que existen unos derechos tan justos y primordiales sobre él como las sumas que percibe el duque de Cumberland, el dinero permanente para la duquesa de Mecklenburg Strelitz y la pequeña cuenta del constructor para los establos reales.

»Concebimos que los Ministros han adoptado los mejores medios para silenciar este clamor injustificado. Han determinado considerablemente que como no pueden permitirse el lujo de dar a la desnudez hambrienta la sustancia que codicia, al menos tendrá la sombra.

»Los pobres piden pan, y la filantropía del Estado concede una exhibición.» (En referencia a la exposición de pinturas en Westminster Hall, durante el proceso de construcción del nuevo Parlamento.)

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