domingo, 21 de septiembre de 2025

DeBow, Langdon, Van Dyke: Defensa de la esclavitud. Un panfleto antiabolicionista norteamericano de 1860

J. D. B. DeBow

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Alguien dijo que la guerra se hace con dinero, dinero y dinero. Pero también con propaganda. La guerra civil norteamericana no fue una excepción, y hoy traemos a Clásicos de Historia una buena muestra de ello, el panfleto sudista antiabolicionista cuyo título podríamos traducir libremente como Los habitantes del Sur que no poseen esclavos también tienen interés en el mantenimiento de la esclavitud. Se publicó a últimos de 1860 (si no se falseó la fecha) cuando ya se daba por descontado el inicio de la guerra. Claire Roth, en su To Rend the Union Into Fragments: The 1860 Association, Propaganda, and the Secession Crisis (2024) escribe:

«Para persuadir a otros estados esclavistas a separarse, los secesionistas de Carolina del Sur tuvieron que presentar la secesión como una respuesta moderada y racional al fanatismo del Norte. Debían mitigar la percepción de la secesión como extrema y radical, al tiempo que iniciaban un movimiento que sí que lo era (...) La secesión debía presentarse como el proyecto de líderes confiables y racionales que apelaban a la mayoría no radical del Sur blanco. Revisar la necesidad del movimiento secesionista de una fachada moderada abre la puerta a una clave olvidada para su éxito: la maquinaria propagandística con sede en Charleston, conocida como la Asociación 1860. Un grupo de esclavistas de élite se unió en el otoño de 1860 para formar la organización, y bajo la apariencia de moderación, sofisticación y civilidad, trabajó para lograr la secesión y la creación de una república esclavista mediante la orquestación y ejecución de una campaña de propaganda sostenida y cohesionada (...)

»La propaganda de la Asociación 1860 impulsó el éxito del movimiento secesionista, especialmente la ansiada unanimidad blanca de Carolina del Sur, al basarse en los principios de la ideología esclavista para afirmar la secesión como la única opción viable para los sureños blancos ante la percepción de una creciente agresión norteña. Estos propagandistas se dirigieron a plantadores, pequeños propietarios de esclavos y no propietarios de esclavos con una amplia gama de argumentos y lograron una amplia atención mediante la circulación de panfletos por todo el Sur y la cobertura secundaria en los periódicos locales. Esta propaganda presentó la secesión no solo como la única salida para el Sur, sino como una medida racional y defensiva.» Y más adelante:

«A lo largo de tres meses del otoño y principios del invierno de 1860, la Asociación 1860 publicó y distribuyó seis panfletos, reeditándolos a menudo en múltiples ediciones. Cientos de miles de ejemplares de estos panfletos salieron de las prensas de vapor de Evans & Cogswell. Sus títulos, como «Solo el Sur debería gobernar el Sur», «La ruina de la esclavitud en la Unión, su seguridad fuera de ella» y «El interés en la esclavitud del sureño no esclavista», ofrecen al lector una idea clara del mensaje que difundían los panfletos. «Solo el Sur», de John Townsend, probablemente fue el que tuvo mayor impacto en el movimiento secesionista, pero cada panfleto apeló con fuerza a un tema específico para un público específico, manteniendo la unidad de mensaje en las seis publicaciones.»

El quinto folleto es el que comunicamos en esta ocasión. Su autor principal fue James Dunwoody Brownson DeBow (1820-1867), nacido en Charleston aunque establecido en Nueva Orleans desde donde creó y dirigió diferentes periódicos y revistas; fue también director de la Oficina de Estadística de Luisiana y superintendente del Censo de los Estados Unidos durante la presidencia de Franklin Pierce (1853-1857), demócrata antiabolicionista. En este panfleto se centró en demostrar que los no propietarios de esclavos del Sur estaban también interesados en luchar contra la abolición, ya que aun los blancos más pobres tenían un reconocimiento social y un nivel económico manifiestamente superior a los de sus equivalentes del Norte, gracias a la existencia de la esclavitud. Se proponía así atraerlos a la causa de la secesión, con una mezcla de halagos, promesas de mejora y un racismo patente:

«El no propietario de esclavos del Sur conserva el estatus del blanco y no es considerado inferior ni dependiente. No afirma que la Declaración de Independencia, cuando dice que todos los hombres nacen libres e iguales, se refiere al negro por igual. No propone que el voto del negro libre tenga el mismo peso que el suyo en las urnas, ni que los niños pequeños de ambos colores se mezclen en las clases y los bancos de la escuela, ni se abracen amistosamente en sus juegos al aire libre. Nunca se le ocurre que un hombre blanco pueda degradarse tanto como para jactarse en una asamblea pública, como se hizo recientemente en Nueva York, de haberse acostado con una negra. Y su ira patriótica aplastaría de un golpe al negro libre que se atreviera, en su presencia, como se hace en los Estados libres, a calificar al padre de la patria de sinvergüenza

Pero el miedo tiene un gran valor propagandístico, y DeBow no rehúsa pulsar esa tecla: «Si se produce la emancipación, como sin duda ocurrirá a menos que se rechacen ahora las intrusiones de las mayorías fanáticas del Norte, la mayoría de los propietarios de esclavos escaparán de la degradante igualdad que resultará, mediante la emigración, para la cual tendrían los medios, al disponer de sus bienes personales; mientras que los no propietarios de esclavos, sin estos recursos, se verán obligados a quedarse y soportar su degradación. Esta es una consideración decisiva. En las comunidades del Norte, donde el negro libre es uno de cada cien de la población total, a menudo se le reconoce y se le considera como una plaga, y en muchos casos incluso su presencia está prohibida por ley. ¿Cuál sería el caso en muchos de nuestros estados, donde uno de cada dos habitantes es negro, o en muchas de nuestras comunidades, como por ejemplo las parroquias de los alrededores de Charleston y de Nueva Orleans, donde hay entre veinte y cien negros por cada habitante blanco? Por muy bajo que esta clase de gente al emanciparse se hundiera en la ociosidad, la superstición y el vicio, el hombre blanco obligado a vivir entre ellos, por el dominio que se ejercería sobre él, se hundiría aún más, a menos que como es de suponer prefiriera la muerte.»

Pero es que, además, la secesión del Sur resultaría altamente beneficiosa para todos sus habitantes, ya que sostiene que por entonces el Norte arrebataba al Sur más de doscientos millones de dólares anuales de sus beneficios, posibilitando la acumulación de capitales de los estados del Norte. En la nueva Confederación «nuestros derechos y posesiones estarían seguros, y la riqueza, retenida en casa, se podría utilizar para construir nuestras ciudades y pueblos, extender nuestros ferrocarriles y aumentar nuestros envíos, que ahora se ven recargados con tarifas u otros tributos involuntarios o voluntarios, a otros destinos; la opulencia se difundiría entre todas las clases y nos convertiríamos en la nación más libre, más feliz, más próspera y más poderosa de la tierra.»

Otra táctica propagandística clásica es hacer que tus contrarios te den la razón. Y DeBow lo lleva a cabo mediante la inclusión de dos textos de autores procedentes del Norte. El primero es un artículo publicado en el Boston Courier, firmado con el seudónimo Langdon, que justifica moral, jurídica y políticamente el derecho de los Estados a separarse de la Unión, basándose en el hecho que la soberanía permanece en el pueblo de cada uno de ellos, y del mismo modo que en su día decidieron federarse y ceder ciertas competencias al poder central, pueden de igual modo decidir la secesión.

Más curioso resulta el tercer texto incorporado al panfleto (posiblemente sin autorización de su autor). Henry Jackson Van Dyke (1822-1891), de Pensilvania, fue un afamado pastor presbiteriano y profesor de teología que por esas mismas fechas pronunció en Brooklyn un sermón en el que expuso su absoluto rechazo al abolicionismo, ya que apoyándose en la Biblia considera la esclavitud querida por Dios. Puesto que fue rápidamente difundido, resultó lógico que DeBow decidiera incluirlo en su panfleto. Ahora bien, antes era preciso podarlo de ciertas partes significativas. Por un lado, y en paralelo a sus dicterios de fanáticos calumniadores aplicados a los abolicionistas del Norte, afirma que también «los demagogos y los egoístas del Sur han sido violentos y abusivos, y que los periódicos que se declaran defensores de los intereses del Sur, con un espíritu que puede calificarse de poco menos que diabólico, han difundido cada escándalo de la forma más agravada e irritante.»

Pero es que, además, Van Dyke tenía la seguridad de que si el embate del abolicionismo persistía se iba a provocar la secesión del Sur, y eso es algo que rechazaba con rotundidad, pues consideraba que sólo sería el inicio de múltiples calamidades: «En semejante caos, no nos engañemos pensando que estaremos en completa paz y seguridad. La contienda en cuya peligrosa orilla parecemos estar no puede ser meramente geográfica, con todo el Norte por un lado y todo el Sur por el otro. Es un conflicto que extenderá el espíritu de la división en cada estado y en cada vecindario del país. Los oradores abolicionistas pueden hablar de lo que nosotros los del Norte haremos y no haremos, como si todo el pueblo se hubiera inclinado para adorar la imagen que ellos mismos han erigido. Pero otros hombres, además de ellos, reclamarán el derecho a hablar; será necesario preservar otros intereses, además de la causa sobre la que arrogantemente suponen que se asienta la victoria y que la sonrisa del cielo descansa.»

Naturalmente DeBow mantiene y celebra el discurso sobre la bondad de la esclavitud y la maldad del abolicionismo, y simplemente suprime los pasajes en los que Van Dyke critica a los habitantes del Sur y rechaza rotundamente la secesión. En esta edición hemos identificado y repuesto los párrafos suprimidos.

Una última reflexión. Resultan llamativas las coincidencias del argumentario al que se acudió en el panfleto para justificar la esclavitud y la secesión, con los que actualmente se usan para justificar otros pretendidos avances sociales del presente como el aborto (defensa de los derechos del propietario, y defensa de los derechos de la mujer, en oposición, negación o indiferencia ante los derechos del esclavo o los derechos del nasciturus). Lo mismo ocurre con la defensa de la secesión: los Estados de Norte nos roban, argumentaban los sudistas; España nos roba, argumentan los nacionalistas catalanes. Y aún más: se debe defender una imaginada idiosincrasia racial o nacional amenazada entonces en los Estados Unidos por negros, católicos y judíos; o en España ahora por emigrantes, forasteros e incluso turistas...

Eyre Crowe, Venta de esclavos en Charleston (1854)

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