viernes, 26 de octubre de 2018

Ángel Pestaña, Setenta días en Rusia. Lo que yo vi


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Juan Avilés Farré, en su exhaustivo La fe que vino de Rusia. La revolución bolchevique y los españoles (1917-1931), publicada en 1999, señala que «Las primeras noticias de la revolución rusa que en marzo de 1917 llegaron a España no causaron una gran impresión. Rusia era un país lejano del que poco se sabía, y toda la atención que los españoles prestaban a los acontecimientos internacionales se concentraba en un tema que se discutía apasionadamente: la Primera Guerra Mundial. Para unos, Francia encarnaba la libertad y el progreso, para otros, Alemania encarnaba el orden y la autoridad, así es que la cuestión de la guerra se incorporó al debate político interno (…) A través del apasionado prisma del debate entre aliadófilos y germanófilos fue como juzgó la opinión española las noticias que iban llegando, con retraso y de manera confusa, acerca de los acontecimientos revolucionarios que tenían lugar en la lejana Rusia.» Por otra parte, solo hubo una periodista española presente en la revolución, la corresponsal del diario ABC Sofía Casanova.

Naturalmente, con la toma del poder por parte de los bolcheviques y el inicio de la construcción de lo que se presenta como la primera sociedad comunista, el interés crece por parte de los distintos movimientos revolucionarios españoles, tanto los de signo marxista como los de tendencia anarquista. Las expectativas y entusiasmo que que despierta son enormes, y ello motivará dos expediciones que tuvieron lugar en 1920, coincidiendo con el final de la guerra civil rusa y de la guerra contra Polonia, en un momento en que parece que el nuevo régimen se afirma definitivamente. Por ello socialistas y anarquistas, de modo independiente, aprueban su adhesión provisional a la III Internacional, y envían sus respectivos representantes. El anarcosindicalista Ángel Pestaña, relojero de oficio y publicista, había sido comisionado por la CNT, y llegó a Rusia en junio. Fernando de los Ríos, catedrático de Derecho y diputado en Cortes, lo hizo en octubre encabezando la delegación del PSOE. Ambos escribieron numerosos informes, artículos y libros sobre su experiencia.

Presentamos hoy la primera de las dos obras que Ángel Pestaña (1886-1937) le dedicó. Setenta días en Rusia. Lo que yo vi, fue publicado en 1924; Setenta días en Rusia. Lo que yo pienso, lo fue en 1929. Durante su estancia estuvo en continuo contacto con dirigentes y funcionarios del nuevo estado, pero también con los cada vez más escasos, limitados y reducidos a la inacción opositores anarquistas o de otras tendencias revolucionarias. Entre ellos, con Kropotkin y su hija Sacha, que ejerce de traductora en ocasiones. La valoración que hace de la naciente Rusia leninista es ambivalente. Al narrar su marcha de Rusia, Pestaña escribe: «Tras nosotros quedaban, a despecho de la dictadura del proletariado, de la Cheka y de las persecuciones y arbitrariedades bolcheviques, los gérmenes de un mundo nuevo, los fulgores de una resplandeciente aurora social. El gesto más grande que por su liberación hiciera ningún pueblo. No importaba que el insano fanatismo de un partido hiciera malograr ese gesto; el pueblo lo había hecho, y esto era lo más interesante para quienes siempre hemos tenido fe en el pueblo.» Juan Aviles Farré concluye: «Antes de que partiera de Moscú, la prensa española ya había informado de su decepción y de una carta suya a la CNT, que no se había publicado pero de la que no era un secreto que mostraba su disconformidad con la III Internacional.»

Coincidencias entre conservadores y anarquistas. Hergé: Tintín en el país de los Soviets.

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