viernes, 3 de enero de 2020

David Hume, Historia de Inglaterra desde la invasión de Julio César hasta el fin del reinado de Jacobo II


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Tomo II  |  PDF  |  EPUB  |  MOBI  |
Tomo III  |  PDF  |  EPUB  |  MOBI  |
Tomo IV  |  PDF  |  EPUB  |  MOBI  |

Eugenio Ochoa, traductor al castellano de esta magna obra, escribe en su Ensayo sobre la vida y escritos de David Hume (1842): En 1752, «la orden de los abogados de Edimburgo eligió a Hume por su bibliotecario. Aquel empleo, muy poco lucrativo, no tenía para él más ventaja que la de poner a su disposición una gran cantidad de libros, ventaja de que él se aprovechó como hombre que conocía todo su precio, y desde aquel momento formó el proyecto de escribir su historia de Inglaterra; pero amedrentado a la sola idea de un cuadro que debía comprender una extensión de diez y siete siglos, empezó por no acometer más que la historia del reinado de los Estuardos, época fecunda de grandes acontecimientos como de grandes lecciones, y que, bajo este doble concepto, le pareció digna de ejercitar todo su talento. No se le ocultaron las dificultades de semejante empresa, pero sondeándolas, creyó sentir en sí el valor y la imparcialidad necesarios para vencerlos. Los ingleses acusaban a los historiadores franceses que habían pintado el siglo de Luis XIV en sus relaciones con la historia de Inglaterra, de haberse dejado dominar por un sentimiento de entusiasmo bastante exaltado para extraviar algunas veces sus juicios, y el mismo cargo hacían con no menos fundamento los franceses a los historiadores ingleses: la diferencia de religiones se había unido a la rivalidad nacional para despojarlos de toda imparcialidad. Incapaz de ceder a las mismas prevenciones, Hume quiso abrirse un camino nuevo entre aquellos escollos; propúsose exponer bajo su verdadero punto de vista los tiempos, los sucesos y los hombres; conservar fiel la balanza entre las exageraciones de ambas partes, y hacer oír, en medio de tantas voces discordes y apasionadas, la voz tarde o temprano persuasiva de la verdad, y el lenguaje siempre sereno de la moderación. En vez de aquellos retratos vagos y pintados por la animosidad y la envidia, quiso dar a cada personaje su fisonomía propia en la narración de los hechos, puso su principal conato en desentrañar sus causas y correlaciones, y al mismo tiempo que hería la imaginación con cuadros animados, quiso satisfacer también a la razón con la exactitud y la oportunidad de sus reflexiones.

»Para precaverse más de toda especie de influencia, tomó el partido de encerrarse en su retiro, y después de haberse entregado todo entero a aquella grande y noble empresa, acabó en dos años el reinado de los dos primeros Estuardos, que publicó en Edimburgo en octubre de 1754. Con grande asombro del autor, aquella primera parte no obtuvo el menor éxito; oigamos sobre esto al mismo Hume: Yo creía ser, dice, el único historiador que hubiese desatendido el interés presente, desdeñado la autoridad dominante, y todas las preocupaciones populares; y como el asunto estaba al alcance de todas las inteligencias, contaba con un grande éxito, pero esta esperanza quedó cruelmente burlada. Por todas partes se elevó contra mí un éxito general de desaprobación y aun de odio: ingleses, escoceses, whigs, irlandeses y torys, clero y sectarios, filósofos y devotos, patriotas y cortesanos, todos se unieron en su furor contra el hombre que había osado derramar una lágrima generosa sobre la suerte de Carlos I y del conde de Strafford. Luego que pasaron los primeros arrebatos de aquella especie de rabia, la obra cayó en un completo olvido, lo que era para mí una mortificación mucho mayor. M. Millor, mi librero, me dijo que en el transcurso de un año no había vendido más que cuarenta y cinco ejemplares: apenas hubo en los tres reinos un hombre distinguido en las letras que pudiese sostener su lectura. Debo exceptuar al doctor Herring, primado de Inglaterra, y al doctor Stone, primado de Irlanda, quienes me escribieron que no me desanimase

Aún tuvo Hume otros contratiempos: le fue denegada la cátedra de filosofía moral de Edimburgo, sus escritos fueron reprobados en la asamblea general del clero… Prosigue más adelante Ochoa: «No obstante estas pequeñas tribulaciones, continuaba su historia con tanto ardor y perseverancia como si el público hubiera recibido bien lo que ya había publicado de ella. En 1756 publicó otros dos tomos que contienen el período que transcurrió desde la muerte de Carlos I hasta la revolución de 1688, y completan por lo tanto la historia de la casa de Estuardo. El ataque dirigido contra él por el clero le fue en cierto modo favorable, dando un poco mas de realce a la publicación de aquella segunda parte, que no sólo fue bien recibida, mas aun sacó del olvido a la primera.»

Al año siguiente «tuvo un motivo más legítimo para clamar contra los juicios del público. Mientras se ocupaba en sus trabajos como historiador digno de este título, su compatriota Smollett acometía una empresa rival de la suya, a instancia de una sociedad de libreros. Apoyado por algunos hombres influyentes y seguro de antemano del precio de su trabajo, Smollett despachó en menos de tres años su voluminosa Historia, que se publicó en Londres en 1757 con tan buen éxito que en muy poco tiempo se agotaron tres ediciones sucesivas. Esta injusta preferencia irritó tanto a Hume que todavía al cabo de algunos años exhalaba su resentimiento con una amargura que procuraba comunicar a sus amigos; pero como los últimos tomos de su Historia de los Estuardos habían sido recibidos, no tan bien ni con mucho como la obra de su competidor, pero a lo menos bastante favorablemente, y como contaba además con la justicia del tiempo, que tarde o temprano haría de ambas el debido caso, persistió en su resolución de continuar su trabajo, y en 1759 publicó en Londres una nueva parte de su Historia que se extiende desde el advenimiento de la casa de Tudor hasta el reinado de los Estuardos. Se lee con sorpresa en su noticia sobre su propia vida que esta nueva parte no fue mejor recibida que los primeros tomos de la anterior, pero todos los testimonios contemporáneos desmienten esta aserción, y aun parece que de las tres partes que componen aquella Historia, esta fue la que el público apreció más y la que dio al autor más nombradía. Algunos acaso no adoptaban sus juicios, no participaban de sus opiniones, pero su libro llamaba mucho la atención y entonces a lo menos todos hicieron justicia a su talento.»

Y concluimos: «A despecho de todas las críticas de que fueron objeto sus escritos, Hume continuó viviendo feliz y sosegado en el seno del retiro, ocupado en sus tareas, y sobre todo en sus deberes de historiador, y siguiendo con ojos satisfechos los progresos de su fama, que por días se iba extendiendo en su patria y cundiendo por toda Europa, una nueva parte de su Historia de Inglaterra, la última en el orden de su trabajo, pero la primera en el orden de los tiempos, completó en 1761 aquella gran composición que comprende desde la invasión de Julio César hasta la revolución de 1688. Allí es sobre todo donde Hume se manifiesta en todo el brillo, en toda la madurez de su talento: es imposible unir mas claridad a mas exactitud, más elegancia a más profunda sagacidad; es imposible elevarse a más altura sobre todo género de prevenciones. Justo con todos los partidos que habían dividido su nación, lo es además con los otros países y particularmente con la Francia, perpetua rival del suyo. Hace penetrar la luz de la verdad en las épocas más oscuras: siempre conciso y lacónico, desecha todo lo que le parece superfluo, sin omitir nunca nada esencial, pinta con rapidez y firmes pinceladas la fisonomía de cada personaje dominante, de cada príncipe, de cada siglo. Hábil sobre todo en desentrañar las causas y la relación de los sucesos, no cansa a su lector con un minucioso pormenor de las operaciones militares, pero expone sus principales circunstancias y da a conocer sus resultados. Las costumbres y el carácter de su nación, las leyes y el gobierno, los azares de la fortuna, la lucha de las pasiones, los grandes atentados, los grandes errores, los elementos de las grandes empresas, tales son los principales objetos sobre que se complace en fijar nuestra atención. En una palabra, su Historia de Inglaterra es juntamente la obra de una alta inteligencia, de un político profundo y de un grande escritor.»

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