Julián Casanova, en La cara oscura del anarquismo, que forma parte de la obra colectiva Violencia política en la España del siglo XX dirigida por Santos Juliá (Madrid 2000) se refiere a «...la doble cara del anarquismo español, la que le acompañó en sus ochenta años de historia, desde que Giuseppe Fanelli llegó a España en noviembre de 1868 hasta el exilio de miles de militantes en los primeros meses de 1939. Ochenta años cargados, por un lado, de una frenética actividad propagandística, cultural, educativa y, por otro, de terrorismo y de violencia; de huelgas y sueños igualitarios; de insurrecciones y terrores justicieros. Desde Fanelli al exilio republicano, el anarquismo arrastró tras su bandera roja y negra a sectores populares diversos y muy amplios. Sin ellos, nunca hubiera llegado a ser un movimiento de masas, se hubiera quedado en una ideología útil para individualidades rebeldes, muy revolucionaria pero frágil, arrinconada por el crecimiento socialista y relegada a la violencia verbal. Pero su historia quedó también asociada a la bomba y al revólver, a la siniestra figura del hombre de capa negra con el cartucho de dinamita y al pistolero, al comecuras y al justiciero de la Federación Anarquista Ibérica.»
En realidad su gran crecimiento estuvo relacionado con su mayoritaria conversión al anarcosindicalismo, con la fundación de la CNT en 1910, y es por tanto posterior a la obra que presentamos esta semana. Publicada por entregas en la Revista Contemporánea de Madrid en los años 1897 y 1898 por Manuel Gil Maestre (1844-1912), magistrado, liberal reformista, interesado en las cuestiones sociales con abundantes publicaciones al respecto, y que había sido recientemente gobernador civil de Barcelona. Ante «los numerosos y cada día más horribles atentados que los anarquistas de acción, practicando la inconcebible propaganda por el hecho, han llevado a efecto desde hace algunos años en varias naciones de América y Europa, y, por desgracia, con bastante frecuencia en España», pretende «dar a conocer el verdadero carácter del anarquismo español, las ideas que en él más han influido, su origen, desarrollo e importancia que hoy alcanza, sus publicaciones periódicas y demás escritos, su táctica especial, sus agrupaciones, sus reuniones más señaladas, sus principales adeptos, sus relaciones, sus hechos más notables y su decaimiento, todo con las reservas que la prudencia y otras consideraciones imponen, tomando como base sus manifestaciones en Cataluña, por ser la comarca en que arraigó más profundamente.»
Es éste su objetivo principal, por lo que tituló sus colaboraciones como El anarquismo en España y el especial de Cataluña. Tras concluirlas, prosiguió con El anarquismo: su filiación, sus causas, su desenvolvimiento y sus doctrinas. Aunque esta segunda parte quedó reducida en buena medida al análisis de los autores a los que considera el origen intelectual de este movimiento: Proudhon, Herzen, Chernishevski y el nihilismo ruso. Concluyó refiriéndose a El ideal y las doctrinas anarquistas según varios escritores: Lenz, Lombroso, Serpa Pimentel, Malato, Reclus, Merlino, Baucel… A lo largo de su estudio, el autor contrapone el ideal anarquista, en el que encuentra aspectos positivos hacia los que considera evoluciona la humanidad, con la propaganda por el hecho, la táctica terrorista de numerosos anarquistas. Y por la misma razón, alaba repetidas veces el talante constructivo de sus rivales socialistas.
Y concluye así Gil Maestre: «hoy en día trabajan al anarquismo dos tendencias distintas, de las que indudablemente resultará su más o menos completa trasformación, que será o no de aplaudir, según que dominen los conciliadores o los intransigentes, los que aleccionados por la experiencia, y ante los resultados a su causa adversos de repetidos actos que han merecido reprobación universal y que a nada bueno conducían, no quieren imponer una revolución social que lleve al régimen anárquico, valiéndose al efecto de medios que lejos de aumentar sus fuerzas las disminuyen, que en vez de atraer a la población obrera la separan, que en lugar de hacer simpática su causa la hacen odiosa, que aumentan la cohesión de la llamada burguesía, fortalecen al capitalismo y al industrialismo, aumentan el malestar y prolongan la existencia de instituciones y organismos ya condenados por la conciencia política, o los que, fanáticos y obcecados, o con fines de cierta índole, consideran, ya que no dañosos, inútiles a los teóricos, a los meramente doctrinarios. Que predominen aquéllos, que el verdadero ideal se imponga a la propaganda por el hecho, que es su negación, será un bien; que dominen los últimos, y la humanidad tendrá que llorar nuevos desastres.»
Eduardo Chicharro Agüera: La familia del anarquista el día de la ejecución, 1897 |
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