lunes, 15 de abril de 2024

Francisco Cambó, Las dictaduras

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      Resulta llamativo cómo mucha gente ensalza las revoluciones y deplora las dictaduras, cuando las segundas suelen ser hijas de las primeras.

      «—¡Vaya! —exclamó irritado Syme—, ¿qué tiene de poética la rebelión? También se podría decir que es poético estar mareado. La enfermedad es una revuelta. Tanto enfermar como rebelarse puede ser el único remedio posible en ciertas ocasiones desesperadas; pero que me cuelguen si tienen algo de poético. La revuelta en abstracto es... repugnante. Sólo es un vómito.
      La chica hizo una mueca por un instante ante la desagradable palabra, pero Syme estaba demasiado acalorado para prestarle atención.
      —El que las cosas vayan bien —exclamó—, ¡eso es poético! Que nuestra digestión, por ejemplo, discurra sagrada y silenciosamente, ése es el fundamento de toda poesía. Sí, lo más poético, más poético que las flores, más poético que las estrellas… lo más poético del mundo es no estar enfermo.
      —De verdad —dijo Gregory, desdeñosamente—, los ejemplos que elije usted…
      —Le pido perdón —dijo Syme con gravedad—, olvidé que habíamos abolido todas las convenciones.»

Esto que Chesterton nos cuenta en El hombre que fue Jueves se puede aplicar a la opinión sobre las dictaduras que tiene Francisco Cambó (1876-1947). Éste publica la obra que comunicamos en 1929, veinte años después de la premonitoria novela del escritor inglés, cuando, tras «el reverdecimiento de la democracia» al concluir la Gran Guerra, proliferan los regímenes dictatoriales en Europa y América. «Hoy en Europa viven en régimen francamente dictatorial: Rusia, Italia, España, Portugal, Turquía, Lituania, Yugoeslavia y Albania. Polonia alterna los períodos de libertad con los de dictadura, según los estados de humor y de fatiga del mariscal Pilsudski. Grecia, Bulgaria y Hungría han pasado por el régimen dictatorial, y en cuanto a las dos últimas es difícil decir si en ellas la dictadura ha cesado...». Eso sí, afirma, las dictaduras se establecen en los países atrasados, con poco desarrollo económico y un bajo nivel cultural… ¡Es imposible que eso ocurra en Alemania, por ejemplo!

Las dictaduras se originan «en un acto de violencia: revolución civil, sublevación militar o acaparamiento ilegítimo, por una persona investida de autoridad, de facultades que no le eran propias. Significa en todas las ocasiones un golpe de Estado en que la fuerza se impone y el derecho es atropellado y vencido. En su funcionamiento estas dictaduras dan a quienes las ejercen una autoridad que no tiene, ni en las leyes ni en las instituciones, ninguna limitación. La razón de interés público, definida y apreciada por el dictador, es la suprema legitimación de sus actos. Los derechos de las personas individuales y colectivas son a veces abolidos explícitamente; pero cuando no son abolidos, resultan inexistentes por haber desaparecido las instituciones que los protegían. El fin de estas dictaduras suele ir acompañado de la violencia que ha presidido su nacimiento.»

Para Cambó, como para Chesterton, las sublevaciones que dan lugar a las dictaduras son intentos de solucionar graves problemas, aparentemente irresolubles por medios ordinarios y constitucionales. Y puede parecer que los soluciona con la concentración de autoridad, de medios y de recursos. Sin embargo, el remedio es siempre peor que la enfermedad, ya que desactiva entre la población ese civismo básico que lleva a interesarse y participar en la gestión de la comunidad, y que ahora desaparece ante la represión del régimen. La demagogia, el nacionalismo, el personalismo, son características propias de cualquier dictadura. Y sus consecuencias perdurarán y dificultarán la marcha del país una vez caída aquella.

Cambó analiza sobre todo las tres dictaduras «que presentan características esenciales y dignas de ser consideradas particularmente. La de Rusia, la de Italia y la de Turquía… Encarnan, en primer lugar y ante todo, no un simple golpe de Estado, sino una verdadera revolución… Una revolución puede comenzar, tan sólo, por un golpe de Estado; pero no llega a ser revolución hasta que tiene un alma, una idea que la forja y que la inspira. Un golpe de Estado es un mero acto de fuerza que puede, en determinados casos, salvar a un país de la crisis por que atraviese; hasta es posible que pueda ser pródigo en ventajas. Una revolución, iniciada también por un acto de fuerza, tiene un impulso y una orientación ideológica salvadora o catastrófica, propia de ángeles o propia de diablos, y en su trayectoria esparce el bien abundantemente… o es una nueva caja de Pandora.» No utiliza, aunque por entonces ya se ha acuñado, el término totalitarismo.

Cambó publicó Las dictaduras en España, en castellano y en catalán, durante el último año de la dictadura de Primo de Rivera (soy «ciudadano de un país que vive en régimen de dictadura y que ésta, con su actuación, ha ofendido mis sentimientos más arraigados y más íntimos.») Tuvo una considerable difusión, se tradujo a otros idiomas, y dio lugar a una interesante polémica, como veremos próximamente. En Clásicos de Historia ya hemos comunicado una selección de conferencias, discursos parlamentarios, folletos y artículos de Cambó que hemos titulado Un catalanismo de orden; textos 1907-1937.

Giacomo Balla, Marcia su Roma, 1930

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